Las reducciones jesuíticas, ¿Eutopía o distopía?

Las reducciones jesuíticas, ¿Eutopía o distopía?

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Hace pocos días, tropecé con una reseña de la película La Misión (Roland Joffé, 1986) firmada por Pepe Gutiérrez-Álvarez (02.XI.2021) El amigo Pepe invitaba a comentar este “producto sobre el que valdría la pena un buen debate.” De acuerdo, abramos el debate siguiendo tu orden expositivo:

Escribes que esta peli es “la vertiente crítica del Hollywood liberal y protestante”. Te equivocas, La Misión es un producto financiado y planeado por los jesuitas. ¿Porque la Societas Iesus sale muy bien parada? Bueno, también pero, acostumbrados a siglos de expulsiones, la descarada propaganda de esta peli palidece ante la fuerza del verdadero motor detrás de la pre-producción de esta ‘epopeya’: que sería una inversión muy rentable –efectivamente, lo fue y lo es.

A mi juicio, algunas otras opiniones caen en el culto a los jesulitas (Artajo dixit) y carecen de objetividad y del mínimo asidero etnohistórico –léase, porque sólo subrayan fuentes jesulíticas, generalmente secundarias y terciarias. Escribe Pepe que, en las famosas Reducciones, se percibe una “heroica evangelización, sembrada de mártires y… utilizando la música como medio de seducción.” ¿Heroica? Ninguna evangelización está exenta de héroes, lástima que tan dudoso honor recaiga en los evangelizados –guaraníes en este caso. ¿Mártires? Me sobran los dedos de una mano para enumerar los jesulitas martirizados en Paraguay y alrededores (ver infra, Ñezú) En cuanto a la música, en la peli da origen a secuencias estupendas pero, ¿es que los guaraníes no conocían la música ni tenían instrumentos musicales? Antes de la Invasión, eran un millón de almas y claro que la tenían… hasta que fueron obligados a sustituirla por el canto sacro y la música religiosa.

Feroces bandeirantes al asalto de los territorios guaraníes

Otrosí, prosigue Pepe que las Reducciones significaron “cientos de miles de personas, organizadas en comunidades agrícolas y artesanas que vivían en grandes burgos, autoprotegidos, armados y entrenados, en los que se llegó a fabricar cañones.” Adelantándome a otro párrafos [ver infra # COtiguasú], ¿se ha preguntado Pepe adónde iban a parar esos ejércitos? Pues se lo avanzamos: no sólo, según reza la versión jesulítica, como defensa misional contra los bandeirantes portugueses sino, en especial, como carne de cañón para los ejércitos español y/o portugués. Y terminamos en una apoteosis filosófica: “La extraña verdad es que los jesuitas realizaban allí una colonización pacífica”… y tan extraña puesto que de pacífica no tuvo nada. Y no fue, como finaliza Pepe, una “utopía concreta” (¿una Eutopía?) sino una Distopía manifiesta. Lo siento, el mejor escribano echa un borrón.

La película

Estuve en el estreno en España de La Misión. La rueda de prensa previa se desarrolló en el Hotel Villamagna. Jeremy Irons le sacaba la cabeza a Robert de Niro pero todos los flashes y todas las preguntas fueron para de Niro. También estaba el indígena kolla Asunción Ontiveros, el Indian Chief de la peli… pero nadie le dirigió ni siquiera un saludo, ni entonces ni ahora. Y quedó patente que el productor, David Puttnam, no sólo era el centro de todos los tejemanejes subterráneos sino, asimismo, quien dirigía la rueda de prensa.

La proyección fue en el Palacio de la Música de Madrid y contó con la presencia de la entonces Reina Sofía –a quien, por cierto, no debió gustarla porque se fue a media película; lógico, para herejes de Schleswig-Holstein como la actual Emérita, los jesulitas son su peor bestia negra. Tras infinidad de gestiones, conseguimos que el folleto de entrada contuviera un tríptico de Survival Int’l. Aquellos mil y pico trípticos agotaron nuestro presupuesto anual pero creímos que, como había ocurrido en Londres, aquel gasto suicida redundaría en una afiliación masiva. Nos equivocamos de medio a medio: no se afilió nadie, un ejemplo de cuán raquítico era in illo tempore el indigenismo hispano –tampoco ahora goza de buena salud.

Las Reducciones franciscanas y las jesulíticas

Ha leído bien: las Reducciones franciscanas fueron las primeras (aunque se extendieron a los países limítrofes, por comodidad diremos que ‘de Paraguay’) Pero, cuando ya estaban asentadas, llegaron los jesulitas, expulsaron a los frailes OFM y se apropiaron de su trabajo. ¿Por qué nunca se suele hablar de los franciscanos? Evidentemente, porque los jesulitas han ocultado a sus competidores. No es la única vez que una Congregación cristiano-católica, ningunea a sus hermanos pero rivales –es su sacra manía, ignorar al enemigo. Por ello, si el investigador quiere documentarse sobre los aspectos negativos de tal o cual Orden religiosa, no busque en los archivos de tal o cual porque ambos están blanqueados: busque en las Órdenes concurrentes.

Afortunadamente, el antropólogo ginebrino Louis Necker (no confundir con los muchos Necker que le asaltan desde la Red) comenzó en 1975 una tesis doctoral sobre estos franciscanos clandestinizados por los jesulitas. Su contundente trabajo no deja lugar a dudas: las Redcciones fueron iniciativa franciscana (ver Necker, Louis. 1990 (1979) Indios guaraníes y chamanes franciscanos. Las primeras Reducciones del Paraguay (1580-1800), Asunción, Paraguay)

Ese libro demuestra en infinidad de ocasiones que ambos modelos ‘reduccionistas’ no variaron demasiado cuando fueron asumidos por los invasores jesulitas. En lo que atañe a la colonización pacífica defendida por Pepe, un solo ejemplo: entre 1537 y 1660, hubo en ‘Paraguay’ veintiséis (26) notorias y sangrientas sublevaciones indígenas (ibid: 219-222)

Como aborrecemos de las fuentes secundarias, citemos algunas seudo-primarias: sobre el uso de la fuerza militar para reducir los melifluos indígenas, veamos qué informaba un misionero jesulita en la provincia semi-amazónica de Maynas, cercana al territorio guaraní:

“Los indios recién convertidos, que llevados de su natural inconstancia a cada paso, burlándose del misionero desamparan las reducciones y vuelven a sus escondrijos… la falta de escolta de alguna gente española que acompañe con armas defensivas a los misioneros cuando entran a provincias de infieles y asista al estable de las reducciones industriando y atentando con dirección y eficacia a los nuevos moradores al trabajo de que tanto aborrecen enseñándoles con su ejemplo… enfin, sirviéndoles de freno para que ni se atrevan a algún desacato, ni sean inconstantes y difíciles dóciles a volver como bestias a sus querencias y escondrijos, llevándose la herramienta y párvulos bautizados y dejando al misionero en total desamparo (Figueroa SJ, 1735)

La mera palabra ‘reducción’ ya es ominosa. Su implementación sólo puede calificarse como campo de concentración para grupos de etnias de diferentes lenguas, familias dislocadas, trabajo esclavo, adoctrinamiento constante… y fugas de indígenas.

Heléne Clastres aporta un detalle: siempre hubo un conflicto entre los karaí, líderes religiosos, y los mburuvichá, líderes políticos, lo que explicaría el apoyo a los europeos de los segundos contra los primeros. Hoy, el chamán es una figura típica de los líderes político-religiosos guaraníes. Además, la estructura clánica propia de los guaraníes se descompuso puesto que, de la célula social básica, el teii (=clan, linaje, familia extensa), podía ser autónoma o pertenecer a una estructura sociopolítica más grande, la tekohá. En las Reducciones, se perpetraban matrimonios entre guaraníes de regiones distintas, estableciendo una red de relaciones que sobrepasaba el marco de los teii y de los teko´a.

Una de las placas del Cotiguasú

El Cotiguasú

Dentro de esos campos de concentración, hubo una institución que merece un párrafo aparte: el Cotiguasú, o casa de arrecogías en castizo, vulgo cárcel para las mujeres díscolas (ver María Elena Imolesi. 2011. “El sistema misional en jaque: la reclusión femenina en las reducciones jesuíticas de guaraníes”; pp. 139-158 en Anos 90, Porto Alegre, v. 18, n. 34)

Primera referencia al Cotiguasú: “Hágase una buena casa, fuerte y capaz, con su patio y divisiones para las Viudas, Solteras y Huérfanas; y en una división se pondrán las Viudas y las que tienen ausentes sus maridos; en otra las Solteras y Huérfanas” (ibid, 1714, memorial del Padre Provincial Luis de la Roca)

El número creciente de mujeres solas era debido a la movilidad originada por los traslados de población por diversas causas, a las guerras con los portugueses o con otras etnias, a las huidas o al reasentamiento de los hombres, afectados a diversas obligaciones militares y laborales fuera de las reducciones [mis versalitas, cf. supra, Introducción] El intento de asegurar el contingente femenino respondía entonces a la necesidad de preservar al proyecto misional de la sangría demográfica” en un contexto en el cual las mujeres escaseaban…. La falta de hombres era provocada tanto por el mismo sistema misional como por la situación de frontera. A causa de la alianza entre los guaraníes reducidos y el poder español, los indios estaban afectados al servicio militar (tanto para luchar con los portugueses como contra etnias indígenas “infieles”) y laboral (salidas a la Vaquería de Mar, que se prolongaban durante meses, para arrear decenas de miles de reses al lejano puerto de Buenos Aires” (mis versalitas, ibid)
Y una última advertencia contra el uso acrítico de los textos jesulíticos: “En contraste con la escasa referencia al Cotiguasú en los escritos jesuíticos de circulación pública, la correspondencia reservada dedicaba desde la segunda década del siglo XVIII minuciosas líneas a las disposiciones relativas a este espacio” Pero, continúa la oscuridad, “Las fuentes jesuíticas no presentan mayores precisiones sobre el origen de las mujeres confinadas.” (ibid)

Ñezú, el Héroe

Este Héroe guaraní, maldecido por los jesulitas, merece que le dediquemos este postrer parágrafo -obviamente, a título de homenaje.
Ñezú (Nheçu en portugués; Reverencia en guaraní) fue un cacique guaraní que vivió durante el siglo XVII en el sur del actual Brasil. Ha pasado a la Historia por haber ordenado, en 1628, el asesinato de unos jesuitas españoles. Como es habitual en la historiografía colonial, no disponemos de sus propias palabras. Lo más aproximado serían las siguientes líneas de uno de los indígenas involucrados en los homicidios –por supuesto que sólo podemos darla el crédito que conlleva cual declaración ante un tribunal:

El corazón de San Roque –incorrupto, por supuesto

“Y llegaron donde el padre Roque estaba bajado, componiendo una campana. Y allí un Maraguá […] le hizo pedazos la cabeza con muchos golpes que le dio, hasta que lo mató. Y que a las voces salió también el padre Alonso Rodríguez, y allí lo mataron también. Y luego tomaron todos los ornamentos y lo demás que los padres tenían, y rompieron las imágenes y libros y los esparcieron, y quemaron la iglesia y los santos cuerpos. Y que del fuego donde estaba el cuerpo del padre Roque les estaba hablando y predicando. y que diciendo ‘aun habla’ o ‘¿qué es lo que habla en él?’, le sacaron y abrieron el pecho de donde la voz salía. Y allí hallaron que era el corazón lo que hablaba… Y mandó que todos se apercibiesen para poner en ejecución lo que él [Ñezú] mandaba, que era matar a todos los padres y destruir el nombre cristiano en la dicha provincia. Y que no temiesen: que él, como dios que era, les favorecería y pondría tinieblas muy oscuras a los que quisiesen defender a los padres, y les enviaría tigres que los comiesen […] los haría comer a los tigres, y enviaría un diluvio de aguas que los anegase, y criaría cerros sobre sus pueblos y se subiría al cielo y volvería la tierra lo de abajo arriba. Con que todos los indios creyeron y temieron, como lo temían siempre. (Testimonio de Santiago Guarecupí)

Por su parte, la española Real Academia de la Historia (RAH) nos deleita –es un decir- con sus acostumbradas aproximaciones:
“Ñezú. Niezú. Ijuí (Uruguay), f. s. xvi – s. xvii. Hechicero indígena… instigó a su gente a que acabaran con la vida de los padres Roque González de Santa Cruz, Juan del Castillo y Alonso Rodríguez… Ñezú se había puesto la diadema (jeguaká) y el manto de plumas que usaban los magos y pronunció este discurso: “¿Es justo que yo esté a las órdenes de un miserable advenedizo? En mí está poner remedio a los males que nos amenazan antes de que se haga imposible apartarles: hay que cortar la cabeza del mal para que todo quede extinguido… Tal es mi decisión irrevocable: si no me ayudáis, echaré a volar y subiendo al cielo, mezclaré los elementos, os enviaré pestes, destruiré los sembrados y azuzaré las fieras para que os despedacen, en una palabra, os enviaré toda suerte de calamidades”. Les pidió que no temiesen porque, como dios que era, los favorecería y “pondría tinieblas muy oscuras a los que quisiesen favorecer a los Padres y les enviaría tigres que los comiesen”. Ñezú era temido por todos; además, los indígenas temían perder, con la entrada de los jesuitas, su teko ymá, su antiguo estilo de vida” (mis cursivas, RAH)

San Roque. Obsérvese que enarbola a la Virgen de Guadalupe -¿no era exclusivamente mexicana?- y que, a su espalda, luce la actual bandera paraguaya

Los misioneros Ruíz de Montoya, Del Techo y F. Jarque, narran en forma detallada la resistencia de 1628. En las tierras del Caaró, según Ruiz de Montoya “habitaba el mayor cacique que conocieron aquellos países. Su nombre era Ñezú. Éste lideró el sangriento levantamiento en el que perdieron la vida los misioneros jesuitas”. La coalición guaraní quedó formada por los caciques Cuniaracúa, Caarupé, Caaburé, Marangoá y por el gran cacique orador Potiverá.

Y vuelven las palabras atribuidas por los jesulitas al Gran ÑezÚ. “¿Quién duda que los que nos introducen ahora deidades no conocidas, mañana, con el secreto imperio que da el magisterio a los hombres, introduzcan nuevas leyes, o nos vendan infamemente, adonde sea castigo de nuestra credulidad un intolerable cautiverio? … ¿no sientes el ultraje de tu deidad, y que con una ley extranjera y horrible deroguen á las que recibimos de nuestros padres? ¿Y que se deje por los vanos ritos cristianos los de nuestros oráculos divinos, y por la adoración de un madero, la de nuestras verdaderas deidades?” (Jarque). Para los comentaristas de este misionero, la rebelión de Ñezú “fue un acto inesperado, novedoso, espontáneo, es decir, híbrido”. Y Ñezú fue “figura novedosa, ambivalente y contaminada, o sea híbrida.” Dicho de otro modo, no fue absolutamente indígena –¿no?, pues a mí me lo parece, claro que no tengo la sutil perspicacia analítica propia de los jesulitas.

Cinco años más tarde, aplastada a cañonazos la sublevación, fueron llevados a Roma el corazón del santo y el instrumento de su martirio: un hacha de piedra. San Roque fue canonizado en 1988 por Juan Pablo II en su visita a Asunción, Paraguay. Creo que, es el primer y único santo paraguayo aunque puedo equivocarme porque mi ignorancia del santoral católico es imperial -‘tan grande como un Imperio’, en palabras de Quevedo.

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One thought on “Las reducciones jesuíticas, ¿Eutopía o distopía?

  1. Los jesuitas. Los testaferros de Cristo.

    Es Evidente que la Casa de los Austrias, nunca dejó que en España se desarrollase una burguesía que pudiese poner en peligro su poder absoluto.
    Carlos V prohibiría la entrada de los libros de la reforma luterana, condenando a pena de muerte a quien los tuviera en su poder. Llevándose a cabo su primer auto de fe, en Valladolid, el 28 de marzo de 1559.
    España, atiborrada de oro de las Indias, se opuso totalmente a la reforma (una revolución económica) iniciada por Inglaterra y Holanda.
    La Iglesia y las órdenes monásticas se hicieron dueñas de la mayor parte de propiedades del país, comprando a precios tan altos que nadie podía competir. A mediados del siglo XIX, se había convertido en el mayor terrateniente. La congregación más rica, por mucho, eran los jesuitas.
    En la segunda mitad, cambiarían su militancia evangélica por los negocios económicos, de influenciar a “inditos”, va a influenciar en los capitalistas más rancios y levantiscos del país, pasando de sus guerras en el nuevo mundo a las guerras carlistas en el antiguo, luego después, ese stock de mercenarios pasaría al hampa y al pistolerismo de la patronal.
    La película “La Misión”, da que pensar, si se ha visto “Jugando en los campos del señor”, de Héctor Babenco, que se estrenó por las mismas fechas. Esta segunda película muestra una sutil, pero cruda realidad, en la que los “encuentros” no son, ni fueron tan satisfactorios, como lo pintan, ni poniendo buenas intenciones.
    Ahora hay leyes prohibiendo el contacto con algunas de las tribus indígenas bajo ningún concepto.
    Contacto significa crearles una dependencia, una invitación a formar parte de los depauperados y miserables barrios a las afueras, hacinados de esclavos modernos en espera de ser exprimidos como un limón.

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