Lengua y poder: el español en Puerto Rico

Lengua y poder: el español en Puerto Rico
En días recientes ha vuelto a resurgir el tema de la lengua y su relación con el inglés, ambas lenguas oficiales de Puerto Rico. De nuevo ha surgido la insistencia de algunos en que se es hispanófilo en Puerto Rico si se defiende la lengua materna como vehículo de expresión en el sistema escolar en todos sus niveles, en la radio, la televisión, los tribunales, en el uso de las computadoras y las instrucciones de múltiples artefactos. Lamentablemente, el hecho de que haya un gran número de puertorriqueños que residen en los Estados Unidos y  que hablan en inglés, debido en gran medida a la política del English Only, nubla el entendimiento de que la realidad lingüística de la Isla es muy distinta a la que nuestra diáspora y sus descendientes viven. Hasta se ha comentado la validez del Spanglish, lengua que aunque tiene numerosas palabras fijas, es decir, usos anglicados establecidos, no tiene todavía una sintaxis que le caracterice y los lingüistas no han logrado ponerse de acuerdo sobre su apreciación a pesar de que ha sido utilizado muy creativamente. Se trata de una alternancia de códigos que se emplea por no saber por completo el inglés y cuya hibridez y mestizaje pueden verse en la literatura escrita primordialmente por hispanos radicados en territorio norteamericano. Algunos lingüistas opinan que el proceso de fusión entre una lengua y otra es natural y propio de la formación de las lenguas.
 Por eso entienden que en Puerto Rico no es necesario defender la lengua y que el gran número de anglicismos empleados es característico de las relaciones que sostenemos con un país anglosajón. Estos dejan sin considerar una de las variables más importantes que influyen en el desarrollo y evolución de las lenguas como lo demuestra el caso del latín que se impuso sobre la península ibérica: el poder.  El  gran intelectual Michel Foucault dedicó gran parte de sus escritos a desentrañar lo que este significó en la modernidad y sus instituciones, lo que se aplica perfectamente al asunto del lenguaje. Las lenguas imperiales son definitivamente lenguas de poder y en el caso de Puerto Rico el español es en este territorio una lengua maniatada por el comercio y la política colonialista. Edward Said por su parte habló de los temas de resistencia en la literatura de los pueblos sometidos a metrópolis: el lenguaje es uno de ellos. Es ingenuo y epistemológicamente incorrecto soslayar que la hegemonía de los grupos sociales y de los países no incide sobre la formación de las lenguas. Este hecho se ejemplifica en Martinica. A pesar de la intensa lucha que realizó el escritor Raphael Confiant en defensa del creole de su país, este no ha podido prevalecer debido a que nunca se le convirtió en lengua de enseñanza, según  afirmara el autor en la Universidad de Cartagena en Colombia. Los grupos hegemónicos impidieron este logro que hubiese garantizado la vida del creole. En el actual Haití, sin embargo, aún bajo los estragos que dejara el terremoto, se trabaja cimentando el uso del creole en la educación y en los programas de computación.
 
Pero, para entender la situación de nuestro país tenemos que tomar en cuenta varios factores. Puerto Rico y las demás islas que componen el Caribe hispánico han constituido uno de los pocos espacios planetarios en que ha imperado la homogeneidad lingüística por razones históricas. En el resto del mundo predomina la convivencia en un mismo territorio de hablantes de distintas lenguas. Hay explicación para el hecho de que Cuba, República Dominicana y Puerto Rico se hayan mantenido con un solo idioma y convertido en países monolingües. Muy temprano en la conquista de América desapareció en estos territorios  la población indígena y con ella su lenguaje, comentan Manuel Álvarez Nazario en su Historia de la lengua española en Puerto Rico y John Lipski en El español de América. La población esclava tuvo que acogerse al español, ya que su diversidad idiomática le convertía en una lingua franca. De esta manera se asentó como lengua de cultura, educación y economía bajo el imperio español, hecho que la hacía a su vez lengua imperial. Sin embargo, la apropiación  que los sujetos subalternos hicieron de este idioma redundó en el surgimiento de un español con características propias en la zona del Caribe como ha comprobado la lingüista Amparo Morales. El proceso de apropiación produjo un florecer de ese español, como vemos en la literatura contemporánea, sin dejar por ello de pertenecer a un conglomerado mayor: el de los países hispanoamericanos en los que el español es lengua oficial y dominante. Utilizo esta última palabra  tomando en cuenta la existencia de las poblaciones indígenas en países como México, Paraguay, Brasil, entre otros, cuyas lenguas no tienen la misma oficialidad. Ese desequilibrio jurídico, social y cultural es condenado por la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos que fuera creada en el 1996 como una guía para la convivencia entre hablantes de  distintas lenguas que comparten espacios comunes como sucede en la India y en países africanos, entre otros lugares.

Los datos censales resultan significativos a la hora de analizar la situación y de opinar sobre cuál debe ser la política pública sobre el idioma. En el 2010 el 95 por ciento de los residentes de Puerto Rico eligió el español como su lengua, mientras que el 4.66 eligió el inglés. Es imposible ignorar que las diásporas antillanas que conviven en nuestro suelo se componen de hispanohablantes: dominicanos y cubanos. Un pequeño grupo de ciudadanos debe hablar árabe, chino y creole haitiano principalmente. La existencia de la población que prefiere el inglés es reciente y se debe al retorno de cientos de emigrantes de la metrópoli. La política pública que se cree sobre el idioma debe tomar en cuenta tanto la realidad de que la mayoría de los isleños son hablantes del español como el hecho de que existe un pequeño por ciento que seleccionó el inglés y cuya integración al país debe respetar sus derechos. Esto implica planificar para que aprendan la lengua dominante y atender sus necesidades idiomáticas en las escuelas y universidades creando cursos especialmente diseñados para atender sus habilidades de lenguaje. De igual forma debe planificarse para atemperar la diversidad lingüística  con que llegan nuestros niños a la escuela como producto de las diferencias en nivel socioeconómico. Se necesita atender de manera especial a los más pobres que por lo general tienen menos acceso a la cultura y al lenguaje. Esta asociación fue comprobada por la Escuela de Medicina de Chile hace unos años.

 
En estos  momentos existe en Puerto Rico una violación de derechos lingüísticos, ya que en la década del cuarenta se aprobó legislación que implantaba al español  como lengua oficial del sistema de educación pública.  La utilización de libros de texto en inglés en la universidad del estado viola esta ley, así como contradice dos fundamentales artículos de la Declaración Internacional de Derechos Lingüísticos. El artículo 23 señala que “la educación debe contribuir al mantenimiento y desarrollo de la lengua hablada por la comunidad lingüística del territorio donde es impartida”.  El 26 puntualiza lo siguiente:
 
En estos  momentos existe en Puerto Rico una violación de derechos lingüísticos, ya que en la década del cuarenta se aprobó legislación que implantaba al español  como lengua oficial del sistema de educación pública.  La utilización de libros de texto en inglés en la universidad del estado viola esta ley, así como contradice dos fundamentales artículos de la Declaración Internacional de Derechos Lingüísticos. El artículo 23 señala que “la educación debe contribuir al mantenimiento y desarrollo de la lengua hablada por la comunidad lingüística del territorio donde es impartida”.  El 26 puntualiza lo siguiente:
 
Entender que el español debe ser la lengua de enseñanza en todos los grados y que debe existir una producción nacional de libros de texto en este idioma, así como etiquetas de alimentos y medicinas junto a programados en el mismo no implica menospreciar la importancia que tiene el inglés para los puertorriqueños. Es una lengua hablada por miles de compatriotas que residen en los Estados Unidos, además de ser lingua franca del planeta. Penosamente su didáctica ha sido un fracaso porque la dirige la politización y no la pedagogía. El empeño genuino de que aprendamos inglés debe basarse en una visión objetiva de su metodología y en que no sea enseñado desde primer grado cuando todavía niños y niñas están fortaleciendo su lengua materna. Existe, además, una gran diversidad en su conocimiento entre los que ingresan a la escuela, lo que significa que no todos dominan el lenguaje de la misma forma. Es un dato comprobado  que a mayor dominio de la lengua vernácula más fácil se hace adquirir una segunda lengua. El ejemplo más contundente lo presenta el programa de lenguas de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. En corto tiempo, mediante un método intensivo y el uso de laboratorios, se logra un aprendizaje rápido del idioma impartido.

Durante su campaña por la presidencia de los Estados Unidos Barak Obama se dirigió en español a la comunidad hispana. Esto parece indicar que esta lengua es la más importante después del inglés en la potencia norteamericana y que habría posibilidades de que se convierta en lengua oficial. Ya Néstor García Canclini nos había hecho apreciar la latinización de los Estados Unidos en su libro La globalización imaginada. No es hacia el Spanglish entonces hacia donde debemos mirar los puertorriqueños, un fruto de la hibridez, una forma de resistencia ya que la asimilación no es completa, aunque las estadísticas del Instituto Cervantes de Madrid sobre el español en el mundo demuestran que la tercera generación se asimila al inglés, lo que hace del Spanglish una alternancia de códigos para la sobrevivencia. La lengua que nos produce mayores relaciones internacionales y diplomáticas, así como a la que nos unimos en el capital simbólico e intangible que genera es el español, idioma de más de 21 países. También el Instituto Cervantes ha destacado en su informe anual correspondiente al 2012 que el español es la segunda lengua del mundo por sus hablantes nativos y que más de 490 millones le hablan como lengua nativa, segunda y extranjera.

 
Resulta imperioso que despoliticemos la enseñanza de ambas lenguas y que entendamos que un pueblo culto conoce su vernáculo, lo protege legalmente y aprende otros idiomas. De esta manera decidir escribir un libro de poesías en inglés o francés no se convierte en un acto de enajenación o menosprecio a la lengua natal sino en una sofisticación intelectual. ¿Acaso Ramón Emeterio Betances no escribió en francés?

Las lenguas son consideradas parte de la biodiversidad del planeta. El asunto de la protección legal del español en Puerto Rico (especialmente en el ámbito de la enseñanza), de la planificación lingüística y de la buena enseñanza del inglés son vitales para cualquier proyecto de reforma social, educativa y económica  que pretenda ser auténtico y exitoso.

 
 * La autora es profesora de la UPRB y fue Directora Auxiliar en College Board.Publicado en http://www.claridadpuertorico.com/

 

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