Libertad esclavizante

Libertad esclavizante

Juan Gabalaui*. LQS. Enero 2020

Los medios con los que se consiguen las cosas son igual o más importantes que los fines y este simple cambio en las prioridades suscitan valores completamente diferentes a los que imperan en las sociedades capitalistas

En 1998 el premio Nobel Vargas Llosa consideraba que la única dictadura económicamente exitosa en América Latina fue la chilena del dictador Augusto Pinochet. Afirmó que unos jóvenes liberales modificaron la economía para alcanzar un dinamismo que se acentuó luego con la transición a la democracia. El sábado 25 de enero de 2020 Vargas Llosa bajaba por la calle Alcalá, en dirección a la Puerta del Sol, para participar en la concentración de apoyo a Juan Guaidó, opositor al gobierno venezolano que conspira con países extranjeros para impulsar una agresión militar contra su propio país. Este acto de alta traición es reconocido por la presidenta madrileña Díaz Ayuso con la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid. El edil madrileño, Martínez Almeida, le otorgó a su vez la Llave de Oro de la ciudad de Madrid. No es la primera ni la última vez que mandatarios y figuras de la derecha española se posicionan al lado de regímenes sangrientos y de siniestros personajes, ni tampoco la primera vez que actúan activamente contra gobiernos de otros países que no son considerados ideológicamente aceptables. Cuba y Venezuela forman parte de su arsenal dialéctico contra la izquierda mientras Arabia Saudí o Guinea Ecuatorial, entre otros países, apenas los tienen en cuenta en esa lucha por la libertad que abanderan los derechistas españoles.

La defensa de la libertad de Ayuso y compañía es la del libre comercio, sin regulación alguna que impida la acumulación de beneficios de las grandes corporaciones. Por eso Vargas Llosa pone el acento en la labor de unos jóvenes liberales que implantaron una economía de libre mercado que se tradujo en la privatización de empresas públicas, la desregulación o la reducción del gasto público, siguiendo las recetas de los Chicago Boys. Esta idea de libertad no tiene relación con las personas sino con el objetivo insoslayable de enriquecimiento y acumulación propias del sistema capitalista. Este objetivo es lo suficientemente poderoso como para no importar los medios con los que se consigue. De esta manera, no importa que Guaidó llame a la intervención militar de potencias extranjeras contra su propio país ni que el dictador Pinochet organizara un cruento sistema represivo basado en la tortura y el asesinato. Lo importante es hacerse con el control del Estado y trasladar los bienes y la riqueza pública a manos privadas. No es nada personal, solo son negocios. Vargas Llosa, como destacado liberal que es, pone el fin por encima de los medios e instrumentos con los que se ha conseguido. No importa cómo se ha conseguido sino conseguirlo. Por eso se valora la competencia frente a la cooperación o el interés individual frente al colectivo.

Algunas personas pensamos que los medios con los que se consiguen las cosas son igual o más importantes que los fines y este simple cambio en las prioridades suscitan valores completamente diferentes a los que imperan en las sociedades capitalistas. Es una ética anticapitalista esencial. Podemos aspirar a los fines más elevados que si los medios no son coherentes con nuestras aspiraciones, lo más probable es que nos convirtamos en tiranos o en timadores. El análisis de cómo se persiguen los objetivos nos permite prever qué tipo de persona u organización tenemos delante. La derecha liberal defiende una libertad ajena a la igualdad y a la justicia social y, de esta manera, su libertad es esclavizante. Es decir, no es libertad. Si la libertad está unida a la igualdad, es liberadora. La utilización de la palabra libertad por parte de la derecha tiene la intención consciente de generar confusión. Juega con la concepción natural del término, que tienen la mayoría de las personas, en paralelo a la consecución de unos objetivos que no tienen que ver con esa idea. De ahí que los medios que utilizan son tan inadecuados ante tan elevado ideal. Engañan con respecto al fin. El fin no es la libertad sino el principio divino de acumulación del capital. Por esto hacen lo que haga falta. Si hay que matar, matan.

Fines que no son lo que dicen que son. Medios que no persiguen lo que dicen perseguir. El lenguaje de la derecha española es patológico y su comunicación patologizante. Esta desviación comunicacional, confusa y perversa, crea monstruos. Los encontramos en los medios de comunicación, en las instituciones del estado y en los partidos políticos. El lenguaje deja de servir para que nos podamos entender y suscita desconcierto. Otro de los instrumentos utilizados para generar shock. La comunicación política necesita ser deconstruida. Cada una de sus frases y de sus palabras. Tenemos que preguntarnos qué nos quieren decir con lo que dicen, que hay más allá de lo que expresan, qué quieren conseguir y cómo lo quieren conseguir. Tenemos que preguntarnos si lo que quieren conseguir es realmente lo que quieren conseguir. Tenemos que empezar a traducir lo que expresan. Ante la corrupción de la comunicación tenemos que fijarnos en lo que hacen. Así cuando veamos bajar a Vargas Llosa por la calle Alcalá, camino de la concentración de apoyo a Guaidó, sabremos que sus motivaciones no tienen que ver con la libertad sino con el apoyo a un sistema económico que arrincona a las personas al cuarto oscuro.

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