Los fascistas cristianos de Trump y la guerra contra Palestina

Los fascistas cristianos de Trump y la guerra contra Palestina
Ilustración: Matar a los mansos, por Mr. Fish

Por Chris Hedges*

Los nacionalistas cristianos, que constituyen la base del apoyo a Donald Trump -el 80% votó a Trump en las últimas elecciones, según una encuesta realizada por Associated Press-, han organizado una campaña concertada para pedir a la Casa Blanca que respalde la anexión de Cisjordania y Gaza a Israel

Esta campaña incluye visitas a Israel de destacados líderes, como Ralph Reed, Tony Perkins y Mario Bramnick, peticiones a la Casa Blanca, presiones al Congreso y llamamientos a favor de la anexión en conferencias cristianas, incluida una resolución de apoyo a la soberanía israelí sobre Cisjordania adoptada en la última Conferencia de Acción Política Conservadora. La Convención Nacional de Radiodifusores Religiosos (NRB), celebrada en Dallas en marzo, reunió más de 200 firmas de pastores y líderes religiosos de derechas de todo Estados Unidos que pidieron la anexión de «Judea y Samaria» -el supuesto nombre bíblico de Cisjordania- y declararon que la solución de los dos Estados es «un experimento fallido».

American Christian Leaders for Israel, que dicen representar a una red de «más de 3.000 líderes organizativos de todo el país, incluida la National Religious Broadcasters», respaldó la resolución del NRB y se la envió a Trump. La congresista Claudia Tenney y otros cinco miembros del «Caucus de los Amigos de Judea y Samaria» del Congreso, enviaron una carta a Trump pidiendo que «reconozca el derecho de Israel» a declarar la soberanía sobre los territorios palestinos ocupados, argumentando que promoverá «la herencia judeocristiana sobre la que se fundó nuestra nación».

Trump, que anuló una orden ejecutiva de la administración Biden que sancionaba a los colonos judíos en Cisjordania por violaciones de los derechos humanos, prometió, el 4 de febrero, hacer un anuncio en las «próximas cuatro semanas» sobre la posible anexión de Cisjordania. Esto sigue al llamamiento de Trump a la limpieza étnica de Gaza y a las amenazas de muerte a los palestinos a menos que liberen a los rehenes israelíes. «Estáis hablando de probablemente un millón y medio de personas, y simplemente vamos a limpiar todo eso», dijo Trump sobre Gaza mientras hablaba con los periodistas a bordo del Air Force One.

La agenda de los extremistas sionistas y los fascistas cristianos, que ocupan altos cargos en toda la administración Trump, convergen desde hace tiempo. El lenguaje, la iconografía y el simbolismo utilizados por los fascistas cristianos y judíos son bíblicos. Pero los vínculos son políticos, no religiosos.

Detallo la historia y la ideología de nuestro fascismo autóctono y su parentesco con el fascismo judío en mi libro «American Fascists: The Christian Right and the Wa ron America».

Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas y ministro baptista, ha sido nombrado por Trump para ser embajador de Estados Unidos en Israel. Huckabee ha dicho que «no existe tal cosa de un palestino» y afirmó que la identidad palestina es «una herramienta política para tratar de forzar la tierra lejos de Israel». Propone que cualquier Estado palestino se cree fuera de Israel, en países vecinos como Egipto, Siria o Jordania. Descarta la solución de los dos Estados por «irracional e inviable».

«Creo en las Escrituras. Génesis 12: Los que bendigan a Israel serán bendecidos; los que maldigan a Israel serán maldecidos. Quiero estar en el lado de la bendición, no en el de la maldición», dice Huckabee.

John Ratcliffe, nombrado por Trump para dirigir la Agencia Central de Inteligencia, aboga por ayudar a Israel en lo que describió como su enfoque de «pisar el acelerador» contra Irán.

El secretario de Defensa de Trump, Pete Hegseth -que sostiene que «el sionismo y el estadounidismo son las primeras líneas de la civilización occidental y la libertad en nuestro mundo actual»- vende el absurdo habitual de que la Biblia hebrea, escrita hace 4.000 años, puede utilizarse para trazar las fronteras nacionales contemporáneas.

El pasado noviembre declaró a Fox News: «Abran su Biblia. Dios concedió a Abraham esta tierra. Las doce tribus de Israel establecieron una monarquía constitucional en el año 1000 antes de Cristo. El rey David fue su segundo rey y estableció Jerusalén como capital. Los judíos lucharon contra ocupantes extranjeros durante siglos, hasta que finalmente mantuvieron su presencia allí. Y ahora mismo, mientras hablamos, palestinos, árabes, musulmanes, intentan borrar los lazos judíos con Jerusalén. He estado allí muchas veces. Están tratando de hacer que parezca que los judíos nunca estuvieron allí. El aspecto más importante de todo esto es que la comunidad internacional concedió la soberanía a los judíos, al Estado judío, después de la Segunda Guerra Mundial, e Israel ha tenido que librar guerra defensiva tras guerra defensiva, con todos los países viniendo a aplastarlo, desde entonces sólo para existir».

La televangelista Paula White-Cain, sionista cristiana militante, que dice que desafiar a Trump es como «luchar contra la mano de Dios», es asesora principal en la recién creada Oficina de la Fe de la Casa Blanca.

Las universidades de Estados Unidos fueron calumniadas por los sionistas como aliadas de Hamás inmediatamente después de la incursión del 7 de octubre en Israel, semanas antes de que hubiera protestas en los campus. Estas universidades, en respuesta a las críticas y a la creación de campamentos estudiantiles, prohibieron las protestas y cerraron el paso a la libertad de expresión. Han sancionado, suspendido o expulsado a estudiantes activistas. También han despedido o puesto en libertad condicional a profesores y administradores que se pronunciaron contra el genocidio.

La caza de brujas hizo que los presidentes de la Universidad de Harvard, la Universidad de Pensilvania y el MIT sufrieran una inquisición macartista en las audiencias del Congreso encabezadas por la congresista republicana Elise Stefanik. Los presidentes de Harvard y de la Universidad de Pensilvania, por no haberse rebajado lo suficiente, se vieron obligados a dimitir. Stefanik, que se alegró de los despidos de los presidentes de la Ivy League, emitió un comunicado en el que prometía «seguir avanzando para sacar a la luz la podredumbre de nuestras instituciones de educación superior más ‘prestigiosas’ y exigir responsabilidades al pueblo estadounidense».

Stefanik es la candidata de Trump para ser embajadora ante las Naciones Unidas. Ella cree que «Israel tiene un derecho bíblico sobre toda Cisjordania».

La Universidad de Columbia, cuatro meses antes de que se estableciera el campamento de protesta en el campus, prohibió las secciones de la escuela de Estudiantes por la Justicia en Palestina y Voces Judías por la Paz. Una vez establecido el campamento en el centro de la universidad, autorizó tres redadas policiales con más de 100 detenciones de estudiantes. La semana pasada expulsó a cuatro estudiantes, tres de Barnard College y uno de Columbia. Ha forzado la salida de profesores y administradores.

La administración Trump, a pesar de las medidas draconianas impuestas por los administradores de Columbia, canceló aproximadamente 400 millones de dólares en subvenciones federales a la universidad debido a lo que llama la «inacción continua frente al acoso persistente a los estudiantes judíos».

La campaña montada contra las universidades no tiene nada que ver con la lucha contra el antisemitismo. Columbia y otras universidades nunca podrán aplacar a sus críticos. La campaña consiste en criminalizar la disidencia y obligar a las instituciones educativas a adherirse a los dictados ideológicos de la extrema derecha y de los fascistas cristianos. El antisemitismo es la excusa.

Los fascistas cristianos distorsionan el cristianismo para sacralizar la supremacía blanca, el imperio estadounidense y el capitalismo, además de demonizar como satánicos a quienes se les oponen. Estos herejes – hablo como graduado de la School of Divinity- deforman los Evangelios de la misma manera que los fascistas judíos deforman la Torá. De hecho, según la escatología de los fascistas cristianos, los judíos de Israel en el «Fin de los Tiempos» se convertirán al cristianismo o serán exterminados, lo que expone sus profundas raíces antisemitas y su abierto abrazo a teóricos nazis como Carl Schmidt y simpatizantes como Rousas John Rushdoony.

Israel viola sistemáticamente las normas diplomáticas y éticas. Ignora el derecho humanitario y el derecho internacional, llevando a cabo un genocidio que viola la Convención sobre el Genocidio de las Naciones Unidas de 1948. Se burla del concepto de sociedad abierta y democrática, creando ciudadanos de segunda clase y un sistema de apartheid dominado por los de ascendencia predominantemente europea. Emplea la fuerza letal indiscriminada para «limpiar» su sociedad de quienes tacha de «contaminantes» humanos, de «animales humanos».

La supremacía judía, como la supremacía de los fascistas cristianos, está, afirman estos fanáticos, santificada por Dios. La matanza de los palestinos, que Benjamin Netanyahu comparó con los amalecitas bíblicos, son la encarnación del mal y merecen ser masacrados. Los euroamericanos de las colonias americanas utilizaron el mismo pasaje bíblico para justificar el genocidio de los nativos americanos. La violencia y la amenaza de la violencia son las únicas formas de comunicación de las que hablan los que están dentro del círculo mágico del nacionalismo judío o del nacionalismo cristiano.

El fascismo judío es lo que pretenden emular los fascistas cristianos. Ellos también anhelan «limpiar» la sociedad estadounidense de sus «contaminantes» humanos del mismo modo que Israel se está limpiando étnicamente de los palestinos. La Ley Fundamental de Israel: El Estado-nación del pueblo judío, aprobada por la Knesset en 2018, declara que el derecho a la autodeterminación en Israel es «exclusivo del pueblo judío». Esta discriminación legal es la que los fascistas estadounidenses planean emular en nombre de los cristianos blancos. Los enemigos familiares del fascismo – periodistas, defensores de los derechos humanos, personas de color, trabajadores indocumentados, musulmanes, intelectuales, artistas, feministas, liberales, la izquierda, pacifistas y pobres- serán, como en Israel, objetivos.

El poder judicial será una herramienta para reprimir a los disidentes y proteger a los ricos. El debate público se marchitará. La sociedad civil y el Estado de derecho dejarán de existir. Se perseguirá a quienes sean tachados de «desleales», como demuestra la iniciativa del Departamento de Estado «Atrapar y revocar», impulsada por la IA, para «cancelar los visados de los extranjeros que parezcan apoyar a Hamás o a otros grupos terroristas designados».

El 8 de marzo, las autoridades federales de inmigración detuvieron al activista de la Universidad de Columbia Mahmoud Khalil, de ascendencia palestina, aunque es residente legal permanente. Una portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, Tricia McLaughlin, dijo que Khalil había sido detenido «en apoyo de las órdenes ejecutivas del presidente Trump que prohíben el antisemitismo».

La incautación y posible deportación de alguien que es residente legal permanente es un hecho ominoso.

El fascismo tiene diferentes iteraciones, pero sus atributos centrales son los mismos. Por eso los fascistas cristianos trabajan con tanta energía en favor de Israel. El fascismo se nutre de un sentimiento de agravio. La redención mesiánica tendrá lugar en Israel una vez que los palestinos, condenados como encarnación del mal, sean expulsados. La redención mesiánica tendrá lugar una vez que Estados Unidos devuelva el poder absoluto a un Estado etnonacionalista blanco y cristianizado, que haga retroceder la legislación sobre derechos civiles -la Ley del Derecho al Voto de 1965 ya ha sido destripada por el Tribunal Supremo- y recorte los servicios sociales que «miman» a los pobres, especialmente a los pobres de color.

Las corrientes están en nuestra contra. Las viejas alianzas están dando paso al autoritarismo mundial, ya sea en la Rusia de Vladimir Putin, la China de Xi Jinping, la India de Narendra Modi o la Hungría de Viktor Orbán, todas las cuales utilizan leyes y policía militarizada para silenciar a disidentes, periodistas, estudiantes y profesores, incluso en sus universidades más elitistas, como la Universidad Jawaharlal Nehru de la India. La extrema derecha está en auge en toda Europa, especialmente en Francia y Alemania. La izquierda radical y el movimiento obrero se han resquebrajado. Tenemos pocas defensas. No nos protegerá un Partido Demócrata corporativista y supino ni instituciones liberales como la Universidad de Columbia. El fascismo sólo puede ser derrotado con una militancia rival -una militancia que los comunistas, anarquistas y socialistas exhibieron en los años 30- que ofrezca una visión alternativa y no transija con el poder despótico. Esta militancia rival acepta la inevitabilidad de la brutal represión estatal y la necesidad del sacrificio personal. No busca el acomodo ni el apaciguamiento. Resucitaremos esta militancia y contraatacaremos mediante actos sostenidos de desobediencia civil -incluidas huelgas- contra estas fuerzas despóticas o seremos reducidos al vasallaje.

Nota original: Trump’s Christian Fascists and the War on Palestine.
– Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
* Chris Hedges
es un escritor y periodista ganador del Premio Pulitzer. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times.

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