Los glaciares, testigos frágiles del cambio climático

Los glaciares, testigos frágiles del cambio climático
Glaciar de Monte Perdido. Foto: swisseduc.ch

Por Agnès Bardon*

Los glaciares se derriten a un ritmo alarmante. Esto no es una buena noticia para el planeta. El volumen de agua procedente de los glaciares está alterando el ciclo hídrico y elevando el nivel del mar, lo que constituye una amenaza para las regiones costeras. El Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, proclamado por las Naciones Unidas para 2025, representa una oportunidad para analizar las consecuencias de este fenómeno, que sólo podrá detenerse de manera eficaz con una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero

De los cerca de 1.400 glaciares suizos que existen hoy, ¿cuántos sobrevivirán en el futuro? La pregunta, que podía parecer descabellada hace sólo unas décadas, ya no lo es. Un estudio de la Academia Suiza de Ciencias Naturales publicado en septiembre de 2023 se muestra pesimista al respecto. Lo que alarma a los científicos no solo es el deshielo, sino también la “drástica aceleración” del fenómeno. Las cifras son vertiginosas. Según los expertos, los glaciares suizos se han derretido más en los dos últimos años que entre 1960 y 1990, y las altas temperaturas y escasas nevadas han reducido su volumen un 10% entre 2022 y 2023.

Suiza no es un caso aislado. Desde hace varios decenios, la criosfera -el conjunto de masas de hielo, nieve y suelo helado, tanto permafrost (suelo permanentemente congelado), como hielo marino, glaciares terrestres, casquetes polares (Groenlandia y la Antártida), nieve estacional o hielo lacustre y fluvial- está amenazada.

Los glaciares terrestres, enormes masas de hielo que se desplazan lentamente y cubren alrededor del 10% de la superficie del planeta, están retrocediendo en todo el mundo. En los Andes tropicales, entre el 78% y el 97% de su volumen podría desaparecer de aquí a 2100, según datos de la UNESCO. La Corona, el último glaciar de Venezuela, ya no es más que un recuerdo. En Asia Central, los glaciares de Tian-Shan y Pamir, las dos principales cadenas montañosas de la región, han perdido hasta el 30% de su volumen en los últimos 60 años, según un estudio del Banco Euroasiático de Desarrollo. En cuanto a los últimos glaciares de África, sobre todo el de Kilimanjaro, se calcula que habrán desaparecido de aquí a 2050.

Estado de urgencia

El deshielo acelerado de los glaciares es un ejemplo dramático de las repercusiones del cambio climático. Demuestra la necesidad de intensificar la acción climática lo antes posible para preservar los medios de subsistencia de las poblaciones y los ecosistemas, y atraer la atención del gran público y de los responsables de la toma de decisiones acerca de este hecho. Este es el cometido fundamental del Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, proclamado por las Naciones Unidas para 2025 y coordinado por la UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Esta iniciativa será la ocasión de recordar que la acción más efectiva para frenar el deshielo de los glaciares es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de forma que se pueda limitar el incremento de la temperatura del planeta a 1,5 tal y como proclaman los compromisos contraídos en 2015 por los Estados signatarios del Acuerdo de París.

Glaciar de Kargil. India

Para integrar mejor el complejo fenómeno del deshielo e intentar limitar sus efectos, primero hay que entenderlo. La observación sobre el terreno, combinada con técnicas como la captación de imágenes por satélite o la fotografía aérea, ha permitido acopiar gran cantidad de datos en todo el mundo, pero el monitoreo de los glaciares sigue siendo complicado, entre otras cosas porque están en zonas de difícil acceso. Aunque los científicos llevan casi 130 años estudiándolos, aún queda mucho por descubrir sobre estos colosos de hielo y de las consecuencias que el aumento de las temperaturas puede tener en su evolución y en las comunidades y ecosistemas que dependen de ellos.

La amenaza a la biodiversidad de las cumbres es la primera consecuencia directa, inmediata y bien documentada. Muchas especies vegetales – musgos, líquenes, etc. – y animales – incluido el emblemático oso polar – ya están padeciendo los cambios de su entorno. Pero los efectos no se limitan solo a los ecosistemas glaciares propiamente dichos.

Consecuencias en cadena

La nieve, el permafrost y los glaciares desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento del sistema climático y del ciclo hidrológico. Alrededor del 70% del agua dulce del planeta se halla en forma de nieve o hielo, por lo que los glaciares son esenciales para el abastecimiento de agua de millones de personas.

Casa hundida por deshielo del permafrost

El agua resultante del deshielo también aumenta el riesgo de inundaciones por desbordamiento de los lagos glaciares. Según la UNESCO, cerca de un millar de lagos glaciares de Asia Central se consideran una amenaza para la población mientras, por el contrario, algunas regiones situadas río abajo que son alimentadas por el agua de los glaciares se encuentran en situación de penuria.

La afluencia de agua procedente de los glaciares también está contribuyendo a que suba el nivel del mar, lo que agrava la erosión costera, amenaza con sumergir muchas islas y destruye medios de subsistencia de las comunidades del litoral. Desde 2006, más de la mitad del ascenso del nivel del mar fue provocado por el deshielo de los glaciares y las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia. Esta abundancia de agua dulce debilita también a la Circulación Meridional de Oscilación del Atlántico, el principal sistema de corrientes de ese océano, lo cual podría tener graves repercusiones en el clima mundial y local en el siglo XXI.

Otra consecuencia del deshielo es que podría contribuir a la liberación de elementos patógenos previamente atrapados en el hielo, lo que tendría efectos inciertos para la diversidad biológica y la salud humana. Muchas especies de virus, bacterias y pequeños organismos han conseguido detener sus constantes vitales durante largos periodos para resistir en entornos extremos. Algunas especies han sido capaces de revivir tras haber permanecido periodos muy largos, hasta de 750.000 años, en glaciares o en el permafrost. Tal es el caso de ciertos virus, y particularmente de una especie de gusano descubierta recientemente que pasó 36.000 años congelado en el permafrost siberiano.

Las lágrimas de Hinehukatere

Los glaciares, ecosistemas cruciales para el equilibrio del planeta, contienen además una dimensión cultural y espiritual para muchos pueblos indígenas y comunidades locales. En Nueva Zelanda, el glaciar Franz-Josef es conocido como Ka Roimata o Hinehukatere, [Las lágrimas de Hinehukatere], nombre de una semidiosa maorí que vivió abrumada por el dolor tras la muerte de su gran amor en una avalancha. Se dice que sus lágrimas dieron origen a este glaciar.

Señor de Qoyllurit’i, Perú

En Perú, la peregrinación al santuario del Señor de Qoyllurit’i, inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en 2011, atrae cada año a unas 90.000 personas de los alrededores de Cusco. El punto culminante del evento es una caminata nocturna hasta la cima del glaciar, que se eleva a 5.200 metros de altitud. Los ukukus [líderes espirituales], solían cortar bloques del glaciar y compartirlos con los peregrinos, ya que se suponía que el agua derretida tenía poderes curativos. Sin embargo, este ritual ya no se practica debido al rápido retroceso del gigante de hielo.

El “turismo de última oportunidad”, una práctica de moda consistente en visitar lugares condenados a desaparecer, no parece invertir esta tendencia. Más bien al contrario: la afluencia de visitantes debilita aún más unos ecosistemas que ya están en peligro.

Es particularmente la toma de conciencia de lo que está en juego y la necesidad urgente de actuar lo que nos permitirá tomar medidas para, al menos, mitigar los efectos del deshielo. En este combate, la educación tiene un papel clave que desempeñar para concienciar a las generaciones futuras. Ahora bien, todavía falta mucho por hacer en este ámbito. Según un estudio de la UNESCO elaborado en 2021, en un centenar de países, casi la mitad de los programas escolares (47%) no hacen referencia al cambio climático. El Año Internacional de la Conservación de los Glaciares podría ser la ocasión de iniciar un cambio. Es el momento.

– Publicado en “El Correo de la UNESCO”, enero 2025.

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