Los límites del sindicalismo y el carácter perverso de las políticas laboristas

Los límites del sindicalismo y el carácter perverso de las políticas laboristas

“Todas las manifestaciones de oportunismo tienen en común la simple consecución del éxito cotidiano inmediato a toda costa”  Rosa Luxemburgo

Marx y Engels rechazaron la idea de que los trabajadores puedan mejorar, a medio y largo plazo, su posición como resultado de la "lucha de clases" a través de la acción de los sindicatos, una acción que ellos asimilaron a una guerra de guerrillas. Lenin también criticó este enfoque tipificándolo de "economicista".

Esto no quiere decir que se opusieran a los sindicatos. Los apoyaban y consideraban como centros de organización de la clase obrera con el fin de realizar una función solidaria y conquistar mejoras en el corto plazo .

Este planteamiento, que tiene en cuenta tanto las potencialidades como los límites de la acción sindical, se contrapone a la estrategia de algunas organizaciones de izquierda, que depende, en buena parte, del alimento que les proporcionan las propuestas sindicales. Se trata de una estrategia desastrosa que sólo es capaz de ver la inmediatez sin saber realmente cuál es el sendero que se quiere tomar.

También se contrapone a aquellos que proponen un sindicalismo revolucionario y afirman que este tipo de sindicalismo ahora mismo no prospera debido a que hay unos burócratas que lo impiden, lo cual no quiere decir que los burócratas no existan y que a veces no actúen de manera perjudicial. Pero el sindicalismo revolucionario de masas no prospera, ni aquí ni en ninguna parte, y eso es materialmente imposible, como ya explicó, entre otros, Antonio Gramsci. Pueden, ciertamente, haber pequeños sindicatos radicales o incluso excepcionalemente sindicatos con mucha afiliación que, en medio de una situación revolucionarias o en momentos álgidos del conflicto, modifiquen su función y pasen a desempeñar un papel de vanguardia política. Sin embargo, estos casos no descalifican, sino que avalan, nuestra concepción. Son situaciones que sólo emergen cuando estos sindicatos dejan en un lugar secundario la negociación colectiva labora o, incluso, se olvidan de ella. El problema es que la negociación colectiva es la actividad central de los sindicatos y es, justamente, lo que, bajo el régimen de explotación capitalista, los trabajadores mayoritariamente esperan que hagan con el fin de superar la debilidad que conlleva la negociación de tipo individual que tanto gusta a los capitalistas.

La lucha entre la clase capitalista y la clase trabajadora, debe observarse como un conflicto donde cada uno de los contendientes tiene claro cuál es su punto fuerte. Los sindicatos, en general, suelen actuar como pequeños destacamentos que organizan combates parciales para mejorar las condiciones laborales o para defenderse de las agresiones del adversario y lo hacen cuando consideran que cuentan con un terreno favorable. Lo que pasa es que muchas de estas conquistas se esfuman, sobre todo cuando llega una situación de crisis económica que no desemboca en un coyuntura revolucionaria. Entonces, lo que antes eran puntos fuertes se convierten en débiles y en muchos casos, incluso se produce una cierta desbandada. Además, estas situaciones adversas, no sólo se producen en momentos de crisis económicas. Esto, ya lo hemos podido observar  durante las últimas décadas. Se trata, de hecho, de lógicas que proceden de la dinámica perversa del propio funcionamiento del sistema capitalista y que, por tanto, tienen efectos muy dolorosos sobre las clases trabajadoras y que la acción sindical, por si sola, no puede evitar.

Un partido político proletario, en cambio, debe tener una visión mucho más estratégica del asunto, pensando en el largo plazo. Su objetivo debe ser unir a los trabajadores y conseguir otros apoyos sociales con el fin de impulsar un combate mucho más amplio. No hay un solo ejemplo en la historia donde un ejército haya triunfado únicamente con los combates parciales, o limitándose a aplicar tácticas de guerrilla sin organizar el asalto total.

En la lucha de clases entre capitalistas y obreros también rige esta regla. Ninguna clase revolucionaria se ha asegurado la victoria organizando únicamente ataques parciales. Ahora bien, también hay que añadir, que ninguna clase revolucionaria ha tenido éxito en lanzar un asalto total contra el enemigo, sin haber establecido previamente su propio territorio, es decir, sin organizar sus propias bases de poder. Y, además, ninguna revolución logra consolidar el poder conquistado, si después no es capaz de asegurarlo y extenderlo, garantizando su control efectivo por la clase revolucionaria y ampliando sus apoyos sociales.

Esta es una tarea muy compleja y resultaría infantil esperar que la realizaran los sindicatos, lo cual no quiere decir que los sindicatos, en ciertas condiciones no puedan participar en ella. Pero también puede ocurrir lo contrario: según como sea la coyuntura, la pueden obstaculizar.

* apuigsole.blogspot.com

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