MARXimizando en femenino

MARXimizando en femenino

Tania Pasca Parrilla*. LQS. Febrero 2021
Ilustraciones de J. Kalvellido

¡Proletarios del mundo, uníos! Esta expresión que aparece en el Manifiesto Comunista (1848) de Marx y Engels (en el que también colabora activamente Jenny von Westphalen), en realidad pertenece a Flora Tristán (1803-1844), la autora feminista de La emancipación de la mujer cuyas obras también son estudiadas y reconocidas por Marx, y que tan brillante proclama incorpora en El Manifiesto Comunista.

La hegemonía del pensamiento político y social es masculina. También lo son la hegemonía de la cultura en todas sus vertientes, el cine y el deporte. A nosotras nos dejan algunos espacios a veces tan ínfimos que son prácticamente invisibles.

Vivimos en un sistema de valores monocolor, reduccionista y excluyente donde parece que el pensamiento humano, la moral, las políticas, las costumbres y tradiciones humanas que tienen validez y fiabilidad y hasta sello de garantía son aquellas escritas y habladas preferentemente en inglés. Es en el idioma y cultura anglosajones donde se establecen las escalas de valores de prestigio que rigen el mundo, de sus acontecimientos políticos y culturales. Este prestigio se multiplica si procede de un hombre blanco occidental, con recursos económicos, y por supuesto heterosexual. En cualquier caso, siempre un hombre. En este orden mundial homogéneo prevalece; inglés sobre castellano, castellano sobre catalán, blanco sobre negro, rico sobre pobre… hombre sobre mujer.

Las mujeres que hemos tenido la oportunidad de emerger a la vida política desde la militancia de base o desde la participación en colectivos, asociaciones o cualquier ámbito organizativo que implique cooperación entre miembros, lo hemos hecho tras haber concluido o simultaneado las tareas y responsabilidades que tradicionalmente “nos son propias”, como lo son el trabajo reproductivo y el trabajo de cuidados, pero también el trabajo productivo. Hablo de las mujeres de barrio o del entorno rural, las de abajo, naturalmente. Aquellas que no pasamos de la noche a la mañana, precisamente, a formar parte de un colectivo en lucha, si no que surge de la necesidad de reclamar derechos sociales, pero no para alcanzar las mismas cuotas de miseria de nuestros compañeros, sino la emancipación como clase trabajadora de ambos sexos.

En este sentido reclamo pues a Rosa Parks como icono de resistencia y dignidad. El revolucionario análisis de Kollontai, sobre el concepto de familia y de liberación sexual de la mujer, o especialmente reclamo a Vânia Bambirra quien desarrolló en su Teoría de la dependencia un análisis marxista sobre la necesidad de liberación de los pueblos originarios de América. Y a Josefina Samper, porque no es posible concebir la lucha sindical sin su imprescindible cooperación.

Sin embargo, es triste ver que a raíz de la implosión del 8M ha venido ocurriendo un fenómeno paradigmático con la pintora Frida Kalho, a quien se la conoce mundialmente a través de su imagen estampada en miles de productos comerciales asociados a un feminismo de mercado, y no por su condición de artista y comunista, como si el feminismo se tratase de una moda pasajera y no de un movimiento político y social.

Las mujeres y hombres situad@s a la izquierda de la socialdemocracia, si alguna victoria hemos conseguido, es la de adelantarnos a los tiempos para tratar de corregir las desigualdades que sufren l@s oprimid@s. Pero dentro de los aparatos políticos aún queda mucho por hacer en materia de igualdad. No vale solamente con identificar al hombre blanco heterosexual de habla inglesa, que hegemoniza la cultura occidental aplastando todo lo demás, sino que desde dentro hay que seguir necesariamente habilitando espacios feministas, para doblarle el brazo al orden de primacía establecido. Eso sería lo más revolucionario.
– Cronología con todos los relatos: MARXimizando
Aquí puedes descargarte las ilustraciones de J. Kalvellido

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