Más sueños e ilusiones

Los sueños, sin embargo, tienen siempre un largo recorrido y necesitan de todos los sentidos, hasta de los ojos, cuando atinan a ver a través de la memoria y son capaces de escrutar, incluso, las ausencias.
Y hasta me atreví a citar tres ejemplos: Un sueño sería la república; una ilusión sería que un bendito elefante la emprendiera a trompadas con su cazador. Un sueño sería la democracia; una ilusión sería que, por fin, nos descubrieran los extraterrestres e invadieran el planeta. Un sueño sería la independencia; una ilusión sería que en un sobre, grande y libre, no quedara un impune céntimo que robarse.
Bien, agregaré otro ejemplo: Un sueño sería que la elección de un nuevo papa supusiera la elección de un nuevo papa.
Pero ocurre que no, que los capos de familia nunca se equivocan a la hora de elegir al padrino.
La ilusión en este caso hubiera sido que Francisco, nada más asomarse al balcón vaticano y saludar a la multitud, se hubiera despojado de su túnica y, ya en pelotas y columpiándose en la barandilla, se hubiese puesto a bailar el ukelele.