Mezquita y Santa Sofía: dos símbolos sagrados y las guerras culturales que desmienten su compleja historia

Mezquita y Santa Sofía: dos símbolos sagrados y las guerras culturales que desmienten su compleja historia

Por Kenan Malik*. LQSomos.
Traducido para LoQueSomos por Selodi Gasan Adie.

Las historias de la mezquita-catedral de Córdoba y de Santa Sofía demuestran que los edificios han desempeñado durante mucho tiempo un papel simbólico en la reconstrucción del presente y del pasado

La mezquita-catedral de Córdoba es uno de los edificios más gloriosos de Europa. Estuve allí por última vez hace 30 años, pero el recuerdo sigue vivo en mi memoria. Recuerdo que pasé por el Patio de los Naranjos. Entonces, casi como si hubieran cambiado de forma por arte de magia, las hileras de naranjos dan paso a un bosque de columnas de arcos rojos y blancos que marcan la mezquita.

La transición es impresionante, al igual que la mezquita, cuya belleza, espaciosa y apacible, es casi imposible transmitir con palabras más que con la experiencia. Y entonces, al atravesarla, llega otra transición: a una catedral renacentista que se agazapa en su interior como un extraño familiar. Sería difícil decir que la catedral es bella, pero tiene algo bastante extraordinario.

La mezquita-catedral de Córdoba es una expresión arquitectónica de la compleja e intrincada historia de Europa. Y ése es, para algunos, el problema. La Iglesia católica ha llevado a cabo una larga campaña para restar importancia a la herencia islámica del edificio y considerarlo principalmente un monumento cristiano.

La semana pasada se produjo el último movimiento de esta campaña al filtrarse al diario El País un nuevo informe del obispo de Córdoba, Demetrio Fernández González. El informe pide “rediseñar todo el espacio” de la zona de las mezquitas para que Córdoba no sea vista “como una ciudad musulmana”. Denuncia el “reduccionismo cultural” que, a juicio del obispo, ha contribuido a “eclipsar el brillante pasado visigodo, romano y cristiano”. El informe, en palabras de El País, mantiene “la ofensiva contra la indiscutible y evidente influencia islámica de todo el conjunto monumental”.

Los primeros ejércitos musulmanes llegaron a Iberia en la segunda década del siglo VIII. Córdoba, la capital de al-Andalus, o España musulmana, se había convertido, en el siglo X, quizá en la ciudad más importante de Europa. El corazón de la ciudad era la mezquita.

Era un notable híbrido arquitectónico que fusionaba los valores artísticos de oriente y occidente, adoptaba técnicas romanas y visigodas e incluía elementos hasta entonces desconocidos en la arquitectura religiosa islámica, como el uso de arcos dobles para sostener el tejado y la mezcla de piedra con ladrillo. No era sólo una casa religiosa, era también la universidad de Córdoba, uno de los grandes centros de enseñanza del mundo.

La Mezquita era tan apreciada incluso por los cristianos que, cuando Fernando III reconquistó Córdoba en 1236, su ejército no la destruyó, como habría hecho normalmente. Tres siglos más tarde, Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y rey de Castilla y Aragón, dio permiso a las autoridades eclesiásticas para construir una catedral dentro de la Mezquita. Pero cuando visitó la catedral en 1526, se dice que se escandalizó por los daños causados en la mezquita, exclamando: “Habéis construido aquí lo que vosotros o cualquiera podría haber construido en cualquier otro lugar, pero habéis destruido lo que era único en el mundo”.

A mil quinientos kilómetros de distancia, en el otro extremo de Europa, se alza otro de los grandes edificios europeos, Santa Sofía en Estambul, ciudad que antaño ocupó en la cristiandad oriental un papel similar al de Córdoba en el imperio islámico occidental. Santa Sofía fue para Estambul lo que la Mezquita fue para Córdoba. Y en Estambul se ha producido un debate similar sobre su destino, un debate que es el reflejo del de Córdoba.

Santa Sofía fue mandada construir por el emperador Justiniano, el último gobernante de habla latina de lo que entonces era el Imperio Romano de Oriente, y se terminó en 537. Con su estupenda cúpula central, la Mezquita de Santa Sofía es una de las obras más importantes de Estambul. Con su estupenda cúpula central que, en palabras del historiador contemporáneo Procopio, parece “no estar cimentada sobre mampostería sólida, sino suspendida del cielo”, la primera obra maestra de la arquitectura bizantina ha proyectado una sombra perdurable sobre los mundos oriental ortodoxo, católico y musulmán, influyendo en el desarrollo tanto de la arquitectura como de las formas de culto.

Santa Sofía se convirtió en la sede del patriarca ortodoxo de Constantinopla y el corazón espiritual del imperio bizantino. En 1453, los otomanos de Mehmed II tomaron la ciudad. Constantinopla pasó a llamarse Estambul, Santa Sofía se islamizó como Ayasofya y la catedral se convirtió en la primera mezquita imperial de la ciudad, llegando a tener cuatro minaretes.

Tras la caída del imperio otomano después de la Primera Guerra Mundial, Mustafa Kemal Atatürk instauró Turquía como república laica. La mezquita catedral se convirtió en un museo en el que estaba prohibido el culto, símbolo del nuevo Estado laico de Atatürk.

Casi un siglo después, en 2020, Santa Sofía volvió a convertirse en mezquita, culminación de una larga campaña impulsada por musulmanes conservadores y respaldada por el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan. Restaurar su condición de mezquita ayuda a reforzar para el partido islamista AK, en el poder, el sentido de los cimientos musulmanes de la Turquía moderna.

Desde la conversión, los mosaicos cristianos de Jesús, María, los apóstoles y de los gobernantes bizantinos se cubren con cortinas durante la oración musulmana. Irónicamente, cuando Mehmed II tomó Constantinopla, no sólo no cubrió los mosaicos, sino que se quedó admirado de su gloria, como Carlos V de la belleza de la mezquita de Córdoba. Los guerreros de la cultura de hoy, al parecer, tienen a menudo mentes más cerradas que los verdaderos guerreros de ayer.

En estos dos notables edificios situados en extremos opuestos de Europa, en sus piedras y pizarras y mármol y oro, en sus pilares y arcos y ventanas y mosaicos, pueden vislumbrarse las complejidades de la historia europea, de la tradición cristiana y de la historia del Islam. En muchos de los debates que rodean a estos edificios se oyen los intentos de reescribir esa historia, de limpiar los relatos de sus complejidades, de construir mitos que imponer a nuestras vidas.

Por supuesto, esto no es nada nuevo. Las historias de la mezquita-catedral de Córdoba y de Santa Sofía demuestran que los edificios han desempeñado durante mucho tiempo un papel simbólico en la reconstrucción del presente y del pasado. Y hoy en día, desde las controversias sobre las estatuas hasta las luchas sectarias por la propiedad de los lugares religiosos, los edificios y monumentos se han convertido en el centro de las batallas por la memoria histórica. Si optamos por escuchar las historias encarnadas en los propios edificios o los mitos que se les imponen, no sólo colorearemos el pasado, sino que puede que también demos forma a nuestro futuro.

Traducido para LoQueSomos por Selodi Gasan Adie
* Nota original: Mezquita and Hagia Sophia: two sacred symbols and the culture wars that belie their complex history

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