Mujeres cuidadoras: un rol complejo

Mujeres cuidadoras: un rol complejo
Hace unos días escuchaba un anuncio en la radio que más o menos decía “gracias a CCC ya puedo aprender a cuidar”. Evidentemente la voz era de una mujer, digo naturalmente porque cuidar de las personas sigue siendo cosa de mujeres, ya sea a nivel profesional o familiar: siempre que hablamos de cuidados hablamos de mujeres.
 
Sé que más de una persona al leer esto dirá que ella conoce a hombres que cuidan, que su marido, su hermano, su vecino se ocupa del cuidado de personas dependientes, entendiendo dependiente en sentido amplio. Pero aún admitiendo que vamos avanzando, que algunos hombres se van comprometiendo con las tareas de cuidado, la realidad es que son las mujeres quienes en su mayoría realizan esta tarea.
 
 Marcela Lagarde en su artículo dice: “Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción”, “Las transformaciones del siglo XX reforzaron para millones de mujeres en el mundo un sincretismo de género: cuidar a los otros a la manera tradicional y, a la vez, lograr su desarrollo individual para formar parte del mundo moderno, a través del éxito y la competencia. El resultado son millones de mujeres tradicionales-modernas a la vez. Mujeres Atrapadas en una relación inequitativa entre cuidar y desarrollarse”.
 
Esto es válido para aquellas mujeres que cuidan de la familia, son muchas las que se ven abocadas a compatibilizar su trabajo remunerado con el cuidado de personas mayores, madre, padre; de nietas o nietos, de hijas e hijos. La cultura patriarcal impuso y sigue imponiendo esta obligación a las mujeres, tanto a nivel real como simbólico. Porque es cierto que hoy día, en teoría, esta obligación debe compartirse, que las mujeres tienen la necesidad y el deseo de un empleo remunerado, pero ¿realmente esta obligación se comparte entre los miembros de la familia o se comparte entre las mujeres de la familia?
 
No vamos a negar que cuidar de las personas mayores, de niñas y niños es gratificante, que la carga adicional que supone en el día a día tenga un componente emocional que compensa de los problemas que acarrea, pero siempre me pregunto ¿Por qué esto sólo sirve para las mujeres y un reducidísimo número de hombres? Siempre llama la atención que se tienda a grandificar el trabajo de cuidar pero al mismo tiempo no se valore el trabajo de las mujeres que como profesionales cuidan de las personas.
 
 
En este punto cabe preguntarse: si para la cultura patriarcal las mujeres son el sexo débil ¿Cómo se entiende que sean ellas quienes se ocupen del cuidado de personas que necesitan ayuda, que a veces implica fuerza física y siempre emocional? Además deben ocuparse de dar un afecto y apoyo emocional que a menudo a ellas les falta. ¿Quién se ocupa de ayudarles a revolver las contradicciones que afrontan cada día, los roces e inevitables enfrentamientos entre la familia? Desde el momento en que no se quiere aceptar que cuidar conlleva una carga y que implica dejar de lado parte de tu vida, no se visibiliza la realidad del trabajo de las mujeres que cuidan de dependientes.
 
Vuelvo al anuncio que comentaba al principio: mientras en el imaginario colectivo sean las mujeres las obligadas de cuidar, difícilmente pueden ellas solas liberarse de esa carga, sí, una carga, a pesar de que pueda ser también gratificante y emocionalmente a veces compense
 

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