Nardo “el Brocense” y el asno de Quevedo

Nardo “el Brocense” y el asno de Quevedo

Nardo “El Brocense” , vecino del barrio de San Pedro de la Fuente, ha ido a ver cómo ponen las abejas y otros  insectos la querocha, la cresa, semilla de la reina de las abejas. Al pasar por el cementerio,  ha divisado una lápida parecida al bajo relieve de Julia pasando sobre el cadáver de su padre, y dice para sus adentros: “ Quien todo lo quiere, todo lo pierde”; “quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can”.

Atravesando el Paseo de la Quinta, se divisa la Cartuja de Miraflores”. “Esto sí que es quesadilla de querubes”, le dice a Gerineldo, su amigo del alma. Gerineldo vive en las quimbámbaras de Madrid al pedo.

Antes de entrar, se sientan en un banco de piedra, y Gerineldo le enseña un libro de  asnífluos sonetos de Quevedo. Le dice a Nardo que, el pícaro Asno de Quevedo, quijarudo, que tiene las quijadas grandes y abultadas, y quijeras, cada uno de los dos ramales de la cabezada que van desde la frontalera a la muserola,  hacía quesos en la Montaña, territorio de la provincia de Santander, llamado también Montañas de Burgos, en un ji y en ja. En bucle y rizo de sonetos. Que sabía, como ningún otro poeta, del calentamiento global del culo. Que adivinó, antes que alguien, que las armas de destrucción masiva de Saddam no eran más que bombas fétidas.

Entran al interior de la Cartuja, y ante el sepulcro de los reyes D. Juan II y doña Isabel de Portugal (cincelado en alabastro), abre una página del libro con los asnífluos sonetos de Quevedo, y recita los primeros cuatro versos:

Túmulo  ( Tú, mulo; jeje)
La mayor puta de las dos Castillas
Yace en este sepulcro, y, bien mirado,
Es justo que en capilla esté enterrado
Cuerpo que fue sepulcro de capillas.

Quevedo, continúa,  usaba el queso, ¿sabes?, especie de tabla que usan los sastres para planchar y sentar las costuras, para escribir sus poemas. Era un quiebracaguete que hacía con el verso un quiebro, con un corte de manga a la plebe, “quier de un modo, quier de otro”.

– ¿Dónde está ahora el Asno de Quevedo?, pregunta Nardo

– Está en el “quiete”, responde Gerineldo. Quiete, hora o tiempo de recreo después de comer en el pesebre, ya sabes.

A la salida, se encuentran con un amigo del “15-M”. Se sientan, y Gerineldo les lee el soneto “Al mosquito de la trompetilla”, vivo ejemplo, para él, de lo que acontece por estas tierras por quien quiere imitar a Malesherbes, ministro de Luis XV y Luis XVI de Francia, varias veces en favor y varias veces en desgracia, las más, por la falsa rectitud e ignorante independencia de sus ideas, pereciendo en el cadalso con toda su familia por defender al maldiciente Luis XVI:

Ministril de las ronchas y picadas,
Mosquito postillón, mosca barbero,
Hecho me tienes el testuz harnero,
Y deshecha la cara a manotadas.

Se levantan y marchan camino a la playa artificial, entre plantas de la familia de la tuna.

– Dinos  de ti algo, Nardo, le pide Gerineldo.

– Os lo digo yo, exclama el nuevo contertulio:

 “Nardo es humanista, ateo y republicano. Hace sus cacas en bolsas de plástico de basura, que deja en papeleras y  contenedores de plásticos. Es de Las Brozas, lugar de Extremadura. Dice que su familia proviene de unas bastardas entre  Carlos III y Carlos IV.

Que Isabel Sánchez Coello pintó a sus abuelos. Que en su familia hay una mujer señalada como puta del guerrillero extremeño Julián Sánchez, que se señaló mucho en la guerra de la Independencia; y otra que tuvo amores con Frascuelo, torero. Que por eso le viene la afición a los toros, llegando a ser un día maletilla, toreando en muchos pueblos. Toreó en las plazas de Sanchidrián, en la provincia de Avila; en Sanchón de la Sagrada, en Salamanca, y en Sanchonuño, en Segovia. Que dejó de torear y poder llegar a ser un torero de primera, por culpa de unas banderillas, que una tarde de toros en las fiestas patronales de Sanchonuño, un banderillero de su cuadrilla, al ir a banderillear, por miedo echó a correr con las banderillas en las manos, clavándoselas a él, que había salido al quite, tiñendo de sangre la arena y los carros que hacían y rodeaban la plaza”.

– En esos tiempos, replica Nardo,  no había ni sanidad urbana ni sanidad pública, como dicen los politiqueros que pasará hoy. Gracias a una especie de refresco de vino, agua, azúcar y algún otro ingrediente, conseguí sanar.

– “Viva el vino y las mujeres”, cantó Gerineldo.

– O como canta el Asno de Quevedo en sus Letrillas:

“Sabed, vecinas,
Que mujeres y gallinas
Todas ponemos:
Unas cuernos y otras huevos”

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