Parasitos y profetas

Parasitos y profetas

Sirva este anuncio de un encuentro ya pasado,  como inciso para ingerir en la conversación o discurso como el que acaba de definirse en el título.

Que los parásitos (conclaves, cabildos, ministerios, diputaciones, cabildos insulares, etc.),  y los profetas (se refiere a políticos), viven directa o indirectamente del trabajo de los demás,  y son dos fuerzas paralelas igualmente intensas que actúan en sentidos contrarios en los extremos de una línea rígida incluida en la masa de un cuerpo sólido como es la plebe, no hay duda. Por un parejo, son de la misma escuadría, pues para ellos la vida se basa en los proverbios o refranes. Por ejemplo dicen:

“Se come para cagar”; “el ir para allá es estar para acá”; “me casaré para la pascua, cuando está el horno para bollos”; “para este viaje se necesitan estas alforjas de exhortación y amonestación”; “aguas que corren, ramaje que se mueve”.

Ellos se encuentran como en el paraíso o gallinero del teatro de la vida, con su paráclito o consolador en remedo de amor  burlesco o mal hecho, como cuerpo engendrado por la democracia de una parábola sobre su eje como en paral, madero ensebado por el cual resbala la quilla del barco al ser botado al agua con la venia o tenia (lombriz solitaria) de sus señorías, en saludo que se hace con la cabeza.

En este conjunto de funciones y circunstancias de la existencia parasitaria, y en esta tena, tinada o cobertizo, todos ellos de figura de tenaza, distinguidos sólo por el pelo, o la depilación, han de ligarse las arterias en los tres días de una semana, que son miércoles, viernes y sábado, poniendo en velas una cuerda, la tuerca de un tornillo, las riendas del país. Tenantes del escudo heráldico, parástados, pilastras colocados junto a columnas y detrás de ellas para ayudar a sostener el peso de la domesticación y el capital,  oímos a uno, buen político mata pan, que dice:

– Señoría, pelo pon eso.

 Y a otro, que es gran cánon, peticano y misal, fanfarrón, presuntuoso,  que siempre da dos golpes a una puesta o parada, antes de hablar:

– Señoría, parpar es gritar el pato.

 Hay otro, cuajado, que se ha quedado dormido, y que sueña con Paraselene, imagen de la luna abortando en alguna nube.

Jugadores de la Parida como son, juego que consiste en apretarse unos contra otros hasta expulsar a uno de ellos de la hilera en que están formados, al pueblo le tienen pegado un parche enganchándole con promesas terrenales y embustes místicos, y sacándole dinero u otra cosa con el propósito de no devolvérselo.

Si miramos hacia arriba, donde ayer hubo agujero de bala, hoy tapado, en un listel o filete arquitectónico leemos:

Cierto pájaro cantor

                             De paño basto de color
                             Se aplicaba a una uva
                             Y sacaba vino de ella
                             Cagándose en la madre
                             Que bien le parió,
 

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