Por siempre paulovianos
Los perros, ya se sabe, no razonan; reaccionan ante los estímulos y responden a una mezcla de instinto y aprendizaje o acondicionamiento de la conducta. Ivan Paulov, el descubridor ruso de los reflejos condicionados , emitía un sonido y seguidamente suministraba comida a los perros de su laboratorio. Estos salivaban ante la comida. Luego de las oportunas repeticiones, observó que también salivaban con oír solamente el sonido sin más, puesto que para ellos era la esperanza de la ansiada pitanza. Aunque no hubiera nada que comer.
Más adelante el científico conductual profundizó aún más en sus perrunos experimentos fisiológicos. Premiaba a los individuos caninos que eran obedientes; se les recompensaba con comida cuando eran sumisos. Por el contrario, se les aplicaba la picana eléctrica si los perros no se comportaban como se esperaba de ellos. Si se mostraban indiferentes o rebeldes.
Las enseñanzas del Nobel Paulov fueron socio-políticamente muy bien aprovechados en el universo soviético y por el fascismo; y, en general, lo son crecientemente en todos aquellos sistemas políticos y religiosos (lo que viene a ser lo mismo a efectos de dominación) que aspiran a pastorear rebaños o acondicionar feligresías amedrentadas. Luego de los consiguientes insistentes ensayos, en este teatro del maniqueísmo zoológico, llega a un punto de comportamiento correcto en que ya no hay necesidad de recompensas ni castigo. Tan sólo suena la campanilla y los perros obedecen ciegamente al estímulo. Ya han aprehendido lo que tienen que hacer. Ya llevan tatuada en el cerebro la voluntad del amo. Y el calambre del palo o la ansiada felicidad de la pitanza que llena la panza.
Lo que demostró Paulov, dicho en roman paladino, es que el animal perro no duda ni atiende a rebeldes filosofías. El amo es dios y él hace lo que dios manda. No importa qué, cómo, cuándo, cuánto, por qué, ni para qué. El hombre lo ha moldeado para eso. Cuando era nómada y salvaje no era así de utilizable. Tan sólo obedecía a sus instintos de supervivencia en su relación con la naturaleza silvestre.
Y ese experimento general de sometimiento pauloviano es precisamente lo que se está pretendiendo a escala humana, ya que esa es la versión más barata de la Economía. Las elites dominantes han preferido un modelo de mundo. La publicidad de los estímulos se encarga de reconducir los deseos de place de las masas; básicamente comida y sexo. Y también muestra la cara de la cruda realidad; compuesta por las innumerables facetas e inconvenientes del malestar que lleva incorporada la desobediencia.
En definitiva, la propaganda nos hace creer que podemos elegir libremente qué pensar y qué hacer con nuestra programada vida. Visto lo visto, lo cierto es que cada vez se ven más perros verticales por este perro mundo. Y los amos del territorio los tratan como a perros y los azuzan para preservar su propiedad. Para muestra basta un cercano botón. No hay más que asomarse a España.
Alguno de estos días de frustrados ensueños, algún padre distraído, o harto consecuente con el panorama circundante, no bautizará a su hijo Manuel sino “Sultán”.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"