Primero el bipartidismo, luego la Constitución

Primero el bipartidismo, luego la Constitución

El bipartidismo está muerto. Kapputt. La fórmula férrea de carril que ha conducido a este país por el despeñaperros del postfranqusmo está agotada. Nos ha llevado a un estancamiento político y social innegable y peligroso. Pero el día 25 de Mayo de 2.014 ha supuesto un cataclismo para la comodidad parlamentaria de lo previsto, además de una cierta zozobra para el recalcitrante centralismo borbónico. No obstante, el heredero de la dictadura., sigue pilotando la nave con el viento en su favor. Al menos por el momento. Avisos como el 23-F pusieron las cosas claras cuando hubo alguna tentación de sacar los pies del cesto constitucional. Esta es una democracia sin democracia y este es un país donde el rey y la casta política extraen los privilegios del botín de guerra conseguido en el año 1.939. Y para ello se valen de una coartada principal: la Constitución de 1.978.

Aunque, incluso en la atemorizada España del administrativo “café para todos”, las contradicciones están sujetas a la ley física de la gravedad newtoniana y a los imperativos límitadores del tiempo. Algún día tenía que caer la breva. Y cayó el 25-M, sacudida por la insospechada jornada electoral europea. Las urnas, obedientes al hartazgo de la gente inconformista, han sacudido la modorra oficial, enquistada en la mitificada Transición. Una Carta Magna cuyo trazo fue impuesto por los intransigentes poderes fácticos del Régimen; y acatados por una supuesta izquierda muerta de miedo o ansiosa de figurar. Y pactaron la España impresentable que padecemos treinta y dos años más tarde. A la criatura que nació muerta no le quedaba otra salida que corromperse. Así ha sido, desde la misma Casa Real hasta una letanía de variopintos concejales de la “mordida”.

Lo cierto es que este es un país que desayuna habitualmente ruedas de molino y siembra paradojas a diario como si fueran lechugas. La propia Constitución, elevada al rango de auto sacramental, y por tanto intocable, se anula a sí misma por falta manifiesta de legitimidad democrática. No solamente por sus tarados orígenes, sino por el tenaz incumplimiento de su articulado, por parte de las devaluadas élites que mandan en este latifundio insolente. La acatada normalidad de las apariencias, no consigue ocultar el aberrante despropósito de un ordenamiento jurídico nacido para sustraer. Si, después de dinamitar el bipartidismo, se quiere abrir la sandía de la democracia, abolir la Constitución de 1978 es un requisito fundamental e insoslayable.

La Constitución concierne a todos menos al rey, expresamente señalado como “jurídicamente irresponsable”. Al igual que desfilaba el general Franco bajo palio de obispos, el monarca Borbón es rey “por la gracia de Dios”. Y no puede ser juzgado. Haga lo que haga. Paradoja: el rey no ha jurado el preceptivo acatamiento constitucional. No puede hacerlo sin incurrir en delito, pues en su día juró solemnemente defender los franquistas Principios Fundamentales del Movimiento.

El clero fáctico de la Cruzada golpista cobra muy caros estos y otros similares servicios. Los Presupuestos Generales del ·Estado tienen consignada una impertinente subvención de 10.500 millones de euros para el sostenimiento de la iglesia católica. Otra paradoja: la Constitución dictamina que España “es oficialmente un Estado aconfesional”. También garantiza vivienda y empleo dignos, etcétera. Pero España va a la cabeza en desempleo y desahucios, sin que nadie de la casta dimita. Los jueces del Tribunal Constitucional, como su propio nombre indica, no están ni cobran para defender estos pormenores.

Todo el mundo sabe que por aquí se mezcla sin mayor problema lo civil con lo sagrado, lo laico con lo confesional, en un constante “totum revolutum” de lo terrenal con el absoluto. Y así, la Iglesia viene surtiendo de ministros y generales del Opus Dei a los estamentos de la nación. Aunque, por algún degenerativo factor de la eminencia, calidad cerebral vaya ostensiblemente mermando.
La casta dirigente, con su profundo entramado de variopintos personajes e intereses,es una secta con sus códigos de corte mafioso y reglas no escritas pero sabidas y acatadas; con premios a la fidelidad y castigo a la desobediencia o discordancia con la jerarquía y aparatos. El jefe tiene razón. El jefe siempre tiene razón.

La digestiva anestesia del consumo llamó a engaño a los españoles años atrás. Como buenos católícos de resignación, se sabe que estos feligreses rehuyen la bíblica lectura del Antiguo Testamento. Jehová había advertido a los israelitas de la llegada posterior de una época de vacas flacas. Pero engañados por la veloz tecnología y el índice Nasdaq, tanto hidalgos como huestes no se creyeron el diluvio bursátil. Insensibles a esta realidad de bancarrota programada, continuaron su ostentoso tren de vida y endeudamiento. Pero la crisis era y es real como la vida misma. En definitiva, alguien nos tenía que llamara al orden por arriba. FrauMerkel y sus contables alemanes lo hicieron a rajatabla. Los enanos de Rajoy entraron en el sector público como un elefante en una cacharrería. Había que malvender el país para pagar las deudas y nutrir de parné fresco a la Banca del neoliberalismo.

Entretanto las macrocifras, la casta política abandonó el desodorante de la probidad disuasoria y se tiró de bruces (cabeza no tienen y alma menos) a la piscina del pillaje y del lodo revitalizante. Muchos descubrieron que incluso se follaba en esos mentideros, y que las presentadoras de televisión eran de carne y no simples hologramas digitales. En los casos más extremos, las sábanas de los hoteles de lujo eran testigos del insólito hecho: diputados autonómicos básicos, fornicando gracias a la política; cuando en su lugar de procedencia ligaban menos que los gases nobles.

Aticos, chalets, jamones, pasta en los paraísos fiscales…Todo eso se sabía y se sufría con queja sorda y resentida. Desahucios, recortes de muerte, leyes represivas….Trágalas por doquier. El insulto de la casta bipartidista era clamoroso y constante. El paisaje resultante es una maloliente ciénaga de corrupción. Incluso, tal era el nivel de impunidad y humillación, que el Gran Tamerlán del Trile, revestido de estadista apañador de euros, llegó a sugerir incluso la convergencia de las dos fuerzas hegemónicas del bipartidismo. Eso sí, “si el país lo necesitara”. Pero eso era antes del recuento electoral del 25-M. Ahora tienen mucho que recapacitar y recomponer.

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