¿Qué pasó el 18 de julio de 1936 en Los Molinos?
Adolfo Rodríguez Gil. LQSomos. Agosto 2015
El 18 de julio de 1936 se reunió en sesión ordinaria la Comisión Gestora Municipal de Los Molinos, que, desde el 12 de marzo de ese año y tras la victoria del Frente Popular en las elecciones a Cortes de febrero, tenía como Alcalde Presidente a Santiago Andrés Andrés (1), tras la destitución por el Gobernador Civil del anterior Ayuntamiento de Los Molinos, presidido por Benito de Lucas.
En el acta manuscrita de esa sesión, que no se llegó a mecanografiar por razones imaginables, el Presidente y el resto de miembros de la Corporación, Victoriano Domínguez Torrejón, Anastasio Aparicio Ortega, Gregorio Alonso Martín y el Teniente de Alcalde Mariano López Piñuela, se dedicaron a revisar asuntos de rutina como aprobar la factura de Emiliano Morales, que se acepta con un voto en contra y algunas condiciones, ver la instancia de Jesús García, conceder a la Sociedad Obrera una extensión de 18 x 7 metros, conceder un plazo de tres meses a doña Rosario Ramírez de Cartageno (supongo que para presentar una documentación), dejar pendiente la instancia de Miguel Gorriz hasta ver el terreno, aprobar la petición de Javier Laso de la Vega, por 25 pesetas, hablar del cortafuegos del Pinar hecho por los ganaderos, etc. Pero con toda seguridad, lo más importante y solemne fue el acuerdo para construir “cuatro escuelas”, dos de niños y dos de niñas, con la subvención del Estado, en el sitio denominado Pradillo de la Sra. Marquesa de Salinas e hijas, autorizando al aparejador para hacer los planos… La sesión terminó a las nueve.
Esa misma tarde las milicias de Guadarrama y Villalba (sus ferroviarios fundamentalmente), subieron al Alto del León por si llegaban tropas rebeldes. Como todo estaba tranquilo bajaron a dormir a sus casas. El 22 de julio, sin embargo, comenzaba la batalla del Alto del León, que fue la primera en campo abierto de la guerra.
Leyendo el Acta (más bien un borrador escrito en un cuaderno de rayas, porque nunca llegó a ser aprobada) todo lo que en ella se refleja es lo normal en un pequeño pueblo serrano y en su Ayuntamiento, encabezado por primera vez en su historia por trabajadores miembros de organizaciones de izquierda y centrado en la toma de grandes y pequeñas decisiones. Me imagino que la de iniciar la construcción de las escuelas debió ser un momento emotivo, que vendría siendo comentado y debatido por los vecinos, pues era una necesidad y también una consigna de la República: educación y cultura. Nada en el Acta deja siquiera entrever lo que ese día, más bien desde el anterior, estaba pasando en nuestro país. Parece que no se hubiera producido el alzamiento militar-fascista que iba a cambiar la vida de todos al abrir camino a una guerra que duraría casi tres años y a una dictadura que duraría casi cuarenta años y que en muchos aspectos todavía hoy sigue limitando espacios democráticos en nuestro país.
Unos días antes, el 11 de julio, el Ayuntamiento había denegado al bar de Zacarías el permiso para dar “funciones de varietés en la terraza que hay delante de su establecimiento”, comunicado a Abraham Jimeno, dueño de la peluquería, que le habían puesto una denuncia por tenerla abierta en sábado después de las 12 de la noche, a la vez que notificaba a Francisco Hernández que se le había concedido, por unanimidad, autorización para abrir una puerta en su casa de la Calle Comercio, 15, “siempre que cuente con la autorización de la Jefatura de Obras Públicas”, se acordaba sacar a subasta la limpieza de las caceras de Villa, Matalascabras, Matalaguna y Molino de la Cruz, se aceptaba que varios comerciantes pudieran abrir los domingos de ocho a doce, durante la temporada de veraneo, para venta de productos de primera necesidad, se acuerda reparar varias fuentes públicas, solicitar al vecino Carlos Hurtado de Amezaga la cesión gratuita del Cercón de la Calleja del Molino para poder edificar unas nuevas escuelas, por ser insuficientes las existentes, y otros asuntos, incluida la solicitud del propio Santiago Andrés Andrés de elevar su casa y abrir un balcón a la Plaza de la República, para lo cual éste se retira del salón de Plenos y asume la presidencia de la Comisión Gestora el primer Teniente de Alcalde…. La obra solicitada por el Alcalde para su casa no se haría, como tampoco las escuelas.
El mismo Ayuntamiento, en sesión del 27 de junio, presidida por Santiago Andrés Andrés, acordó que la Sra. Marquesa de Zugasti abonara 50 pesetas por el terreno municipal ocupado por una terraza construida y le comunicaba “que se abstenga, en lo sucesivo de ejecutar ninguna clase de obras sin autorización del Ayuntamiento”. Un trabajador, haciendo uso de la autoridad que le confería la República, multaba y advertía a una marquesa. Algo antes nunca visto en Los Molinos, donde la sumisión a los veraneantes poderosos era la tónica, incluso entre los que se preciaban de ser caciques en su pueblo.
Anteriormente, Santiago Andrés Andrés, había remitido un escrito, de fecha 22 de junio, al Delegado de Hacienda de la Provincia de Madrid, en el que, entre otras cosas, indicaba que “encontró la administración del Municipio (que había estado en manos de la CEDA) en tal estado de abandono que consideró indispensable se levantara un acta Notarial, como así se hizo por el Notario de S. Lorenzo del Escorial D. Mariano Somalo y en la cual consta entre otros extremos que no se rendían cuentas desde hace más de diez años, ni se llevaban libros de contabilidad desde el año 1934 encontrándose posteriormente numerosas irregularidades por las cuales se instruye sumario por el Juzgado de Instrucción del Partido de S. Lorenzo. Por lo anteriormente expuesto podrá deducir V.E. el lastimoso estado en que se encontraba este Municipio, no existiendo Presupuesto ni siquiera proyecto formalizado para el presente año, defectos que la Corporación actual con todo su esfuerzo está tratando de subsanar, y por tanto se está confeccionando dicho Presupuesto y cree esta Alcaldía podrá ser enviado a la Delegación en la primera quincena del mes próximo.” Tampoco ese juicio tuvo lugar.
Todo tan lejano y tan cercano. Expedientes de obras, solicitudes de vecinos, documentación que no aparece, ilegalidades, presupuestos sin formalizar… La rutina de un Ayuntamiento de entonces y de ahora…
Pero también estaban pasando cosas nuevas, incluso insólitas, en Los Molinos.
Dos meses antes, concretamente el 8 de mayo de 1936, había quedado constituida legalmente la Agrupación Socialista de Los Molinos, domiciliada en el número 11 de la Calle Taberna y el 9 de mayo la Sociedad de Oficios Varios de Los Molinos pedía al Alcalde (que no era ajeno al asunto, pues era un trabajador agrícola y había sido elegido un año y medio antes Vicepresidente de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra de Los Molinos, de la UGT), que comunicara “a todos los Patrones e industriales que residen en esta localidad, que si en el término de ocho días no están afiliados los obreros que tengan, a este centro, y siguen atropellando la legislación vigente, como varios de ellos lo vienen haciendo, iremos a la Huelga General el día dieciocho del corriente mes. No dudando solucione tan importante conflicto en el plazo arriba indicado…”.
El trabajador y sindicalista, ahora Alcalde, remitía inmediatamente un escrito al Gobernador Civil comunicándole la convocatoria de la huelga para el 18 de mayo y pidiéndole instrucciones sobre la “actitud que tengo que adoptar”.
El despertar de la conciencia de los trabajadores se había asentado en lo que era visto por los visitantes como un lejano y pintoresco rincón de la Sierra de Guadarrama.
Pero todo iba a cambiar bruscamente.
El 16 de agosto, sólo un mes después de la última Sesión de la Comisión Gestora del Ayuntamiento que comento al inicio de este artículo, la población civil de Los Molinos ya había sido evacuada para protegerla de los bombardeos del ejército franquista que causaron varias muertes, entre ellas la de un chaval de apellido Pérez, hermano de un vecino que aún vive, y la destrucción de numerosas casas (31 aparecen relacionadas en documentos entre agosto de 1939 y febrero de 1940, en los que los propietarios piden reducir su tributación catastral, pero seguramente fueron más las casas destruídas o gravemente dañadas). Los Molinos, como Guadarrama, eran municipios que quedaban enfilados por la artillería de los sublevados, que disparaba desde el Alto del León, Cerro Piñonero y Cerro de la Sevillana, a diferencia de otros pueblos como Cercedilla o El Escorial de Sierra (como entonces pasó a llamarse San Lorenzo de El Escorial), que quedaban más desenfilados, aunque ninguno lo estaba de los bombardeos aéreos.
Por cierto, una vez finalizada la guerra, algunos de los propietarios de las casas destruidas, probablemente para acogerse a los beneficios que les proporcionaba el Régimen o para manifestar con una mentira su adhesión inquebrantable al mismo, declararon que sus casas habían sido destruidas por la “barbarie roja” o durante el período de dominio de las “hordas rojas”, como se nombraba oficialmente al legítimo gobierno republicano, lo que concordaba con la legislación de la dictadura, que acusaba al gobierno de la República de haber provocado la guerra, que juzgaba a los militares leales por rebelión y a los civiles por auxilio a la rebelión y concedía pensiones sólo a la viudas y mutilados que hubieran peleado en el bando franquista. Sólo los vencidos eran culpables del horror, aunque los militares hubieran dado un golpe de estado, contra un resultado electoral, y aunque los proyectiles de artillería y las bombas vinieran del lado “nacional”.
Desde la evacuación de Los Molinos, prácticamente la única documentación que se produce en nuestro pueblo es la de la 29 Brigada Mixta, 114 Batallón, que asentó en nuestro término municipal una base logística, además de los importantes centros de resistencia del Cerro de Matalafuente y del Cerro de la Peña del Cuervo y una profusa red de fortificaciones y casas refugios que se establecieron para las tropas del Ejército Popular de la República Española.
Un año después, en junio de 1937, en Los Molinos sólo vivían 17 civiles (13 hombres, dos mujeres y dos niños), que aparecen en la siguiente relación. Aunque molineros refugiados con sus familias en Collado Mediano, Cercedilla y Alpedrete, se acercaban por el pueblo a hacer algunas labores del campo y algunos jóvenes, que no estaban en edad militar, colaboraban en las tareas de suministro a las tropas leales.
Así, Santiago Andrés Andrés se convirtió en un Alcalde sin vecinos y con un pueblo donde la autoridad era militar y estaba por encima de la suya, por lo que dejó su cargo y, ya en agosto de 1936, se incorporó, como zapador, a las milicias que combatían los intentos fascistas de avanzar hacia Madrid a través del Alto del León. Desde entonces la vida de este campesino, sindicalista y militante socialista se liga a la actividad militar, luchando no sólo en nuestra Sierra, sino también, que sepamos, en la Batalla de Brunete y en Alcañiz (Teruel)… Al final de la guerra sale de Tortosa con su unidad hacia Francia, donde se reencontró con su hijo Teófilo Andrés, que había sido herido. Luego, creyendo en las promesas de reconciliación de la dictadura, regresa a Los Molinos…
Pero no fue sólo Santiago el que se sumó a la defensa militar de la República. Centenares de miles de campesinos, obreros, oficinistas, dependientes, pequeños propietarios, intelectuales, maestros, artistas y artesanos, mujeres, jóvenes… siguieron ese camino, convencidos de sólo ellos podrían parar el golpe militar, impulsado por la banca, los terratenientes, la gran industria, la iglesia católica, la Alemania nazi y la Italia fascista.
Valga este recuerdo como homenaje a esos jóvenes que en Los Molinos, Guadarrama, Cercedilla, Collado Mediano, Navacerrada, Becerril, Alpedrete, Galapagar, Torrelodones, los Escoriales, Las Rozas, Valdemorillo, Villalba, Hoyo de Manzanares, Cerceda, Alameda del Valle, Villanueva del Pardillo, Villanueva de la Cañada, Bustarviejo… y en toda España, decidieron poner en juego su vida por la causa de los trabajadores, por la libertad.
Iremos publicando las fichas de los molineros (2) que sirvieron como milicianos y miembros del Ejército Popular de la Republica Española. Fichas que, como primicia, nos ha proporcionado nuestro compañero Santiago Grande Aguilera, que lleva más de una década recopilando pacientemente, y superando obstáculos que aun hoy existen, datos sobre la memoria de los luchadores antifascistas de nuestra Sierra.
Vaya por ellos y por sus familiares.
Que los mantengan en el recuerdo y que se sientan orgullosos de ellos.
Notas:
– Los datos que se mencionan provienen en su mayoría de documentos del Archivo Histórico de Los Molinos y también del relato que Ronald E. Redpatn González – Granda, hizo sobre su bisabuelo, Santiago Andrés Andrés.
1.- Santiago Andrés Andrés, alcalde de Los Molinos
2.- Molineros en el Ejército Popular de la República Española