Reforma criminal. Dictadura de la mayoría absoluta

Reforma criminal. Dictadura de la mayoría absoluta

La democracia es el método de organizarnos, Estado mediante, menos malo; no es ni mucho menos la panacea, ya que puede convertirse en una trampa mortal cuando entran en juego las mayorías absolutas.

Cuando el juego político de las negociaciones y concesiones no es aritméticamente necesario y los ciudadanos que no han votado la opción hegemónica pierden el poder verse representado, la cosa se agrava. Mucho más si quien accede al premio gordo de la democracia es un partido fascista. Sólo hay que recordar lo que pasó en el 32 en Alemania: por la puerta de la democracia entró el nacionalsocialismo, que en el 33 instauró su dictadura. Los crímenes que vinieron después de años de permisividad e incluso connivencia de los que pensaron que la situación estaba controlada y que el perro servía fiel, no vamos a relatarlos por harto sabidos. Ahora Heil Rajoy tiene mayoría absoluta y después de su triunfo nos sobrevino la catástrofe de la aplicación de todo aquello que negó y, como guinda de pastel envenenado, todo aquello que prometió y ahora nos viene con el trágala.

Como un tsunami devastador ha llegado la reforma criminal que, como folletín malo y de terror, ha ido haciéndose por entregas. Las últimas semanas han sido un desfilar de ministros cargados de malas nuevas, desde la que no entendía su letra, al vendedor de bombas, el servidor de los mercados y el de la mala educación con la puntilla Soraya. Desfile decapitador del estado del bienestar, de derecho y de derechos que sus sádicas bocas, como un Bécquer agorero, nos dicen se van para no volver. Nos retrotraen a las cavernas que dieron paso tras siglos de oscuridad al nacimiento de los movimientos obreros, sólo que ahora, de este apagón, no sabemos si nacerá algo o morirá lo poco que quedaba. Una sociedad sin conciencia de clase, de grupo, de pertenencia más que a asociaciones de recreo consumista donde el individualismo es hegemónico, no comprende el significado de lo que se les ha venido encima, y el que tiene luces para verlo prefiere no saber que el que va desnudo no es el rey sino él y sus allegados.

Dijo el parte de guerra: “cautivo y desarmado el ejército rojo” pero aún así lo que quedó sin aniquilar de aquellos que fueron Frente Popular contra el fascismo intentaron seguir plantando cara a quien les robó la emancipación para tenerlos bajo su yugo. Después vino la Transición que no leyó parte alguno, pero que off the record gritó: hoy cautivo y desarmado el movimiento popular de trabajadores, asociaciones, estudiantes y vecinos ha conseguido sus últimos objetivos la monarquía constitucional con su democracia de baja intensidad y el bipartidismo bajo el brazo. Hoy tú, mañana nosotros, el pueblo al margen y con el paso de los años la pérdida de derechos adquiridos a sudor y sangre cada vez con menos oposición y resistencia, exceptuando flores que todavía no han hecho primavera.

Hoy pasamos por el tubo, por mucho que lo estrechen, con la vaselina del "no hay otro camino". Como ciegas ovejas adeptas a una nueva religión, cuyas tablas entregadas por los mercados al profeta de turno, nos obligan a una travesía del desierto donde la tierra prometida será para los amos esclavistas, amén. Ignoremos el sufrimiento narcotizándonos. Religión multiteísta con un dios supremo y otros inferiores como en la vieja Roma de pan y circo para desfogue de las masas: fútbol, caspa televisiva y otros. Tristemente, esta secta ha llegado hasta las puertas del activismo. Un compañero me comentaba el otro día que las reuniones de su colectivo no podían coincidir con día de partido, fútbol y sin pan, sentenciaba. Otro compañero se refería a la situación actual diciendo que la gente está en shock y no ha reaccionado todavía aunque puede que estuvieran catatónicos antes de perder derechos laborales, sanitarios, educativos, económicos, éticos, humanos y civiles con la satisfacción de una Iglesia que se relame ante la idea de volverse a hacer con los niños y niñas para moldear sus tiernas mentes a su imagen y semejanza, y puede que otras cosas. Los jóvenes pierden, las mujeres pierden, los ancianos y ancianas pierden, los trabajadores y trabajadoras pierden, los estudiantes pierden, las minorías discriminadas pierden, los enfermos y enfermas pierden, los ciudadanos y ciudadanas pierden… Ganan los súbditos contentos del reino del liberalismo salvaje, la patronal y los maltratadores de todo tipo. Recortes que demuestran que bajo el escudo de la crisis se esconde algo más oscuro, porque muchas de las medidas no suponen ahorro alguno.

La muerte súbita nos llegó con la reforma laboral, la vuelta al esclavismo, el derecho de pernada universal, la indecencia hecha ley. Llegó la libertad de horario, salario, localización y despido, sin convenio que te ampare, pues la mayoría del tejido laboral de este estado lo conforman empresas de menos de 50 trabajadores. Si la salud no te acompaña serás un paria despedido pidiendo limosna en una esquina. Para muestra de los nuevos tiempos y la voluntad del patrón, la CEOE de Ciudad Real ha dado puerta casi a la mitad de la plantilla y ha rebajado el sueldo el 50 por ciento a los que se quedan.

Traen estos lodos la muerte anunciada de ciertos sindicatos, porque de un plumazo les han atado las manos, o más bien se las dejaron atar, pensando que no iban a apretar tanto las cuerdas. Han sido expulsados del Olimpo de las fotos de los que toman decisiones, donde eran simplemente una cuestión ornamental, el poder les abdujo y les sedujo hasta hacerles creer que lo suyo era defender a la patronal, a las empresas, por aquello de la responsabilidad, como oposición leal ¿con quién? La última huelga general fue para soltar lastre de los pecados “socialistas” y así hacernos ver que los perros se diferenciaban en algo más que en sus collares. Con su síndrome de Estocolmo y en un estado de confusión propio del que parece inocente por desconocimiento, aturdidos en su fuera de juego, tienen miedo de haber perdido todo poder de convocatoria para una huelga general. Ellos, que ayer aletargaron las conciencias de los trabajadores, no tuvieron en cuenta que un día necesitarían que despertaran del sueño de desmovilización en que los sumieron. Socavaron su propio poder por sembrar desafección y por funcionar como una administración, no como una central sindical de clase. Han pasado de las risas en la cena con Rosell a que solo se ría este último y aún dicen, defendiendo un pleito que no es el nuestro, que toda la patronal no ha recibido bien la reforma, que hubieran preferido dinero. Vaya, nosotros también.

Estas reformas no han sido medidas contra la crisis, ni soluciones para crear trabajo, es un golpe de Estado a nuestros derechos para convertirnos en disciplinados peones que mover a su antojo a coste cero. Y esto no ha acabado. Así que el día 19, día del señor Capital de 2012, saldré a la calle no porque me lo pidan quienes han desoído durante más de un año los gritos pidiendo la huelga general. Lo haré porque patalearé mi indignación y lucharé porque se multipliquen las acciones de rebelión contra la tiranía de los mercados y sus serviles y aprovechados lacayos.

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