Represión sin mordaza

Represión sin mordaza

diana348Juan Gabalaui*. LQSomos. Diciembre 2015

Parece que no pasa nada pero pasa. El electoralismo ha alejado las miradas de la calle y las ha trasladado a las televisiones pero la calle sigue viva y el movimiento tendente a acallar las voces antagonistas al sistema en plena forma. Ya no vemos imágenes de la represión de las protestas porque, de alguna manera, la dinámica actual es la de participar en otros espacios. Algunos de los que se dedicaban a captar imágenes de las manifestaciones, desahucios y la consiguiente actuación policial miran hacia Europa y el drama de los refugiados, Grecia u otros conflictos, ante la inactividad aparente en la que se han instalado aquellos que protestaban ante la sede del Partido Popular o al lado del Congreso de los Diputados. Sigue habiendo manifestaciones pero sin el componente necesario de desobediencia del periodo quincemayista y, por supuesto, siguen existiendo desahucios pero sin la visibilización anterior.

Lo que se mantiene pase lo que pase, con o sin manifestaciones, con mayor o menor desobediencia, es la represión. Ahora más invisibilizada porque la atención mediática está puesta en la política espectáculo. Podríamos hablar de la ley mordaza que ha ampliado legalmente la capacidad de maniobra del estado para acallar las voces discordantes pero la represión forma parte, antes y ahora, del repertorio instrumental del poder. Los activistas que hasta hace poco eran testigos directos de la represión policial, ahora vuelven a leer sobre ella en los medios, encubierta como acción policial contra antisistemas y terroristas. Una realidad muy similar a la que se vivía antes del 15M. Las operaciones policiales contra anarquistas es un ejemplo de ello. Se les acusa de colocar artefactos explosivos y de pertenecer a grupos creados para delinquir. Acusaciones que conectan con el imaginario colectivo, gracias a la propaganda, por lo que apenas aparecen muestras de solidaridad. Se tiende a creer y a no cuestionar la versión policial aunque esta resulte poco creíble e inconsistente y cuyos procedimientos generan más que dudas. Los prejuicios y el desconocimiento del movimiento anarquista y del anarquismo forman parte de las creencias de cualquier policía. Difícilmente se encontrará a un policía que no asocie el anarquismo a delincuencia, violencia y terrorismo. Y esto pasa en la sociedad en general. Estos prejuicios favorecen la represión de un movimiento contestatario y antagonista con el sistema, que aporta otra mirada de la sociedad y una manera radicalmente diferente de relacionarnos, tanto como para amenazar las bases mismas del sistema. No solo es el chivo expiatorio propicio sino también una amenaza real. La represión acompaña a los anarquistas pero duele el silencio de la sociedad y la permisividad ante estos ataques.

El sistema judicial, en más ocasiones de las saludables para un estado que aspira a la democracia, se une a la sanción de los activistas, sin pruebas concluyentes más allá de la versión policial. Como instrumento preventivo, apoyado en leyes restrictivas y en un código penal excesivamente duro, aplica sanciones penales, económicas y administrativas desproporcionadas e injustas. Está muy reciente la condena a Sergio y Victor a seis meses de prisión y 1500€ de multa, en virtud exclusivamente de la versión policial, sin que las pruebas aportadas que la desmontaban fueran relevantes para el juez y con el añadido de que se insta a abrir diligencias contra dos testigos por falso testimonio. Es más fácil para el sistema judicial condenar a una persona que lucha activa y pacíficamente por el derecho a la vivienda o participa en una manifestación que a un policía que haya cometido una agresión o haya falseado sus declaraciones para incriminar a los detenidos. Un caso paradigmático de criminalización de las protestas es el de Alfon, condenado a cuatro años de prisión por un delito de tenencia de sustancias explosivas gracias a la consideración de verdad absoluta de los atestados policiales. No son los únicos ni desgraciadamente los últimos. Ni lo que se vive hoy son hechos singulares. La represión es una herramienta habitual, de ahora y de siempre, ejercida contra aquellos que defienden otra sociedad, otra economía, otro sistema de relaciones humanas. El capitalismo necesita tu silencio para seguir colonizando cada uno de los rincones de tu vida y los antagonistas mejor en el rincón oscuro o en las prisiones.

* El Kaleidoskopio
– Ilustración de J. Kalvellido

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