Safo en clausura (II Parte)

Safo en clausura (II Parte)

Safo en clausura (I Parte)

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Continuando con el tópico de los cautiverios femeninos (Marcela Lagarde dixit) que comencé en la Primera Parte, en esta Segunda Parte, me apresto a saltar desde los siglos pasados hasta aterrizar en la actualidad.

En primer lugar, debo matizar los párrafos que describían en la I Parte varios pormenores anatómicos del amor que Diderot atribuyó a la religieuse Suzanne y a su primera Superiora –elle vint à mon déshabiller… et ses baisers se répandaient sur mon cou, etc. Por cuestiones de espacio, quizá abundé demasiado en ellos fiándome del lugar común de que un ligero porno atrae la atención del lector apresurado pero ahora es la ocasión de subrayar que, seguramente, “la reducción de la experiencia lesbiana al ámbito de la sexualidad ha puesto en una relación de control a gays sobre lesbianas y ha ridiculizado la importancia del feminismo en la historia de estas mujeres y plantea también que la llamada liberación lesbiana reducida a este mismo ámbito ha abundado en la reafirmación del poder masculino en el mundo” (cf. Patrícia-Victòria Martínez i Àlvarez. 2008. “Decir el amor como política lesbiana: reinvenciones de lo religioso en textos de mujeres (Europa y América, siglos xii-xvii.” En Debate feminista, ISSN 0188-9478, Nº. 38)

Aquella I Parte era meramente informativa con unas pocas gotas de reflexión. En esta, espero que sea al revés: más doctrina –ajena y propia- que la siempre necesaria información factual. Pero la (relativa) novedad del tópico no es documentalmente prolífica. Por ello, no he encontrado apenas datos de qué ocurre con fenómenos colaterales de considerable interés. Por ejemplo, la suerte de las hipotéticas reliquias de las monjas lesbianas, los robos que hayan sufrido o, en general, hasta dónde las alcanzó el fetichismo consustancial al cristianismo. Sin embargo, al contrario, pululan las resbaladizas interpretaciones psicologizantes o seudo-históricas como en las que se especializó el doctor Marañón, un omnipresente mandarín y un peligro público, quien llegó a describir la época en la que comenzó a apuntar un proto-feminismo como aquella en la que “se produce una progresiva conversión de un error espiritual en un desenfreno carnal”. A mi leal saber y entender, ni lo uno ni lo otro: no hay error espiritual en reconocerse en el propio espíritu y tampoco hay desenfreno carnal en el amor sáfico –qué más quisiéramos. En realidad, Marañón pensaba en el Siglo de Oro del que pero lo extrapolaba a su tiempo republicano-prefranquista. Aun así, popularizó algún dato curioso del que no sabemos con absoluta certeza que incluya a las monjas lesbianas. Por ejemplo, en su obra Los misterios de San Plácido sobre el escándalo de 1628 protagonizado por los curas y 26 monjas ‘endemoniadas’ del benedictino convento homónimo, sito en el madrileño barrio de Malasaña, divulgó que el fantasmal Peregrino Raro (el Demonio) poseía a las monjas por detrás –more ferarum, a tergo-, si se presentaba gruñendo como un cerdo. Y por delante -¿en la postura del misionero?- si se presentaba ante ellas con apariencia de frailes o de jóvenes que las besaban santamente.

SJC, niña

Juana Inés Ramírez de Asbaje (1648-1695)

El caso de esta monja de cuna no demasiado alta, necesariamente nos retrotrae a la circunstancia aristocrática mencionada en la Primera Parte sólo que ahora no entran en juego monjas de la nobleza europea sino nobles coloniales igualmente eurocéntricas. Una prueba: sor Juana Inés de la Cruz (en adelante, SJC) vivió casi siempre en Santa Paula de las Jerónimas (México DF), convento donde las monjas vivían en apartamentos individuales, de dos plantas, con su propia cocina y baño de piedra en la planta inferior, y el dormitorio y la sala en la superior. Entre tanto lujo, no es absolutamente excepcional que encontrara a la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga (1649-1729), condesa de Paredes de Nava, ni tampoco que se enamoraran mutuamente durante quince años, hasta que la Sor murió a los 43 años. Es sobradamente conocido que SJC escribió muchos poemas a Mi Divina Lysi –la Virreina- de los cuales sólo reproduzco aquel que Expresa su respeto amoroso: dice el sentido en que llama suya a la señora virreina marquesa de la Laguna:

Así, cuando yo mía te llamo / no pretendo que juzguen que eres mía / sino que ser tuya quiero.

La monja y la Virreina

Pero no es tan conocido que, al final de su corta vida, SJC protagonizó un interesante intercambio con sus correligionarias –en el doble sentido de monjas y de rebeldes- portuguesas. Sucedió que la Virreina regresó a Castilla y publicó en 1689 unas primeras ‘obras completas’ de SJC que gozaron de un gran éxito. Tanto que las religiosas profesas de la lisboeta Casa del Placer pidieron a la ex virreina –quizá a través de su prima la duquesa de Aveiro, María de Guadalupe de Lencastre (Lancaster) y Cárdenas Manrique (1630-1715)- que escribiera algo para ellas. SJC escribió buena parte de una veintena de adivinanzas que dio en titular Enigmas ofrecidos a la discreta inteligencia de la Soberana Assemblea de la Casa del Plazer por su más rendida y fiel aficionada Sóror Juana Inés de la Cruz (precedida por Ignimas varios de Soror ]oana lgnes da Crus Freira de Mixico, Jeitos em Redondilhas. Tem Dedicatoria e varios versos afavor da autora, licenças, tudo em berso), Lisboa 1695, edición privada, publicada por primera vez en Madrid 1968 por Enrique Martínez López (la edición crítica de los Enigmas, publicada por el Colegio de México, está disponible eformato pdf en https://repositorio.colmex.mx/concern/books/gm80hw243?locale=es)

José Luis Calzada, Octavio y Sor Juana (1990), técnica mixta sobre papel

Dos de las monjas portuguesas hicieron en prosa las Censuras del contenido del libro, autorizando su publicación como si fueran jueces eclesiásticos, y otras tres redactaron en verso las Licencias de impresión, una por lo que toca a la fe, otra por lo que pertenece a las buenas costumbres, y otra por lo que compete a la jurisdicción real. Otras tres escribieron poemas en homenaje a SJC quien, por su parte, escribió la Dedicatoria y el Prólogo, en diálogo con la ex virreina que la contestó con un romance amoroso. Es probable que SJC hubiera escrito también el Pretexto y quizá el núcleo del libro entero, es decir, los veinte Enigmas en redondillas. Incluso es plausible que añadiera al final un misterioso Índice de los sacrificios, con las claves para descifrar las oscuridades de los veinte Enigmas que, claramente, son veinte modos de Amor -por ende, la respuesta a los acertijos es Amor.

Sobra decir que nada de esto es admitido por el Vaticano. Cuando escriben sobre SJC, los curas y frailes contribuyen a una manipulación plurisecular, perversa e in-significante. Ejemplo, en 1995, un fraile ORA (benedictino) define a SJC como “poetisa de delicados sentimientos y escritora de curiosidad universal.”

Un libro rompedor

Edición española de Seix Barral, 1985

Circa 1985, hubo un terremoto en el estudio del lesbianismo conventual: se publicó “Lesbian Nuns: Breaking Silence”, Nueva York, 1985-1986 (edición española Monjas lesbianas: se rompe el silencio, 1985), una coletánea de testimonios de religiosas y ex religiosas lesbianas compilada por las ex monjas Rosemary Keefe Curb (1940-2012) y Nancy Manahan (n. 1947) Una muestra del exitazo que representó este libro es que resulta imposible comprarlo por menos de 150 US$., aunque sea de segunda mano, en inglés o en castellano y frecuentemente en dudoso estado de conservación. En inglés, puede leerse pero no archivarse en https://archive.org/details/lesbiannunsbreak00curb/page/n9/mode/2up. En España, se puede consultar sólo en tres bibliotecas. En el repositorio zlib.org está accesible la versión castellana pero sólo en formato MOBI.

Las autoras

Es interesante leer lo que una activista escribe sobre este libro: empieza con un título que lo dice todo y, tras analizarlo con cierto detalle, termina con un rotundo alegato: “Existen las monjas que tienen deseo sexual, anhelan saciarlo y no se privan de ello. Existen las que han mandado a la mierda a la Iglesia y las que deciden quedarse para lesbianizarla. Que siempre está bien. Tranquila, hermana, puedes ser lesbiana.” (cf. Andrea Liba. 2020. “La ‘monjitud’ como refugio contra la heteronorma”, en Píkara 11/03)

Otras ex monjas que tuvieron un papel relevante en ese libro y en el activismo posterior fueron Barbara Grier -fallecida en 2011 con 78 años- y Jean O’Leary –fallecida en 2005 con 57 años. Dicho de otro modo, salvo Manahan, apenas quedan supervivientes de aquella generación feminista y erudita. Especialmente conocida fue Grier, editora de la primera publicación lésbica distribuida a nivel nacional en Estados Unidos, The Ladder, editada por las ‘Hijas de Bilitis’ (Daughters of Bilitis, primera asociación defensora de los derechos de las lesbianas del país). Pero Grier se hizo conocida sobre todo gracias a la fundación, en 1973, de una de las editoriales de temática lésbica más exitosas, Naiad Press, que publicó más de 500 títulos y que dirigió durante 30 años junto a su mujer, Donna McBride. En cuanto a O’Leary primero fue rockera y luego monja durante cinco años. Cuando, en los años 1960’s, informó a sus superioras de que era lesbiana, éstas se limitaron a decirle que se esforzara en mantener el celibato. En aquella revolucionaria década, el lesbianismo conventual no tenía excesiva importancia –en los EEUU. O´Leary se fue a Nueva York donde el lesbianismo radical rechazaba en las manifestaciones del Orgullo Gay a las drag queens pues las veían como una construcción machista, una caricaturización de la mujer como puro objeto comercial -años después, confesó sentirse abochornada por aquellas actitudes tan “radicales”. Hábil política, O’Leary influyó decisivamente para que el partido demócrata tuviese delegados homosexuales en sus convenciones. Cuando falleció, Jean O’Leary vivía con su pareja Lisa Phelps y con su hija.

A partir de la década de los 1980’s, el movimiento sáfico alcanzó una fuerza que no ha perdido en la actualidad. Ejemplos: en el Chile de 1983-1984, un grupo de mujeres no religiosas conformaron la primera agrupación lésbica: Ayuquelén (= sentirse bien, en lengua mapuche o mapudungún) Asimismo en Chile, estalló el caso de Sandra Pavez; cuando salió del armario en 2007, su obispo la revocó su certificado de idoneidad como maestra de religión y tuvo que irse al desempleo crónico. Sus ‘diálogos’ con la jerarquía eclesiástica no tienen desperdicio. Al confesar su ‘pecado’, un vicario la propone una solución: me dijo -Lo que pueden hacer es que se visiten los fines de semana, pero ante el barrio donde usted vive, ante la gente, que no la vean que vive con esa mujer dentro de la casa. -Pero, ¿y si yo necesito estar íntimamente con ella?, le pregunté. -No importa, después va y se confiesa, fue la respuesta vicarial. El obispo fue más rotundo. Primero la ordenó -Usted se tiene que quedar callada y esto no se tiene que saber. No haga escándalo. Si una profesora de religión, que más encima fue religiosa, dice que es lesbiana se nos viene el mundo encima. Esto es obra de Satán. Pero después la hirió en lo más profundo -Usted no se va a encontrar nunca con su madre en el cielo, por ser lesbiana.

Otra de las monjas que hicieron que Chile temblase, fue la irlandesa Bridget Coll (1934-2016) En Estados Unidos se opuso a las doctrinas de la Iglesia sobre el control de la natalidad y conoció a otra monja de la cual se enamoró, Chris Morrisey. Juntas, se opusieron a Pinochet hasta que, en 1989, la pareja renunció conjuntamente a su congregación y se trasladaron a Canadá, donde también hicieron historia cuando desafiaron la ley de inmigración canadiense que solo reconocía a las parejas casadas heterosexuales. Finalmente, este brillante ejemplo de la diáspora irlandesa sexo diversa (prefiero esta expresión a la pitagórica LGTBQ+) y de solidaridad contra las dictaduras, lograron residir en Canadá donde vivieron unidas el resto de sus vidas en paz y armonía –creo que Morrisey vive todavía.

El caso irlandés

Y ya que estamos bordeando Irlanda, un país ex exportador de monjas manifiestamente en guerra dizque religiosa contra los protestantes ingleses –en realidad, una guerra contra la potencia invasora-, quizá sea oportuno citar que la ex monja irlandesa Elizabeth Butler Cullingford termina su poliédrico ensayo (cf. infra, ficha bibliográfica) resumiendo que “la política y la economía confluyeron con la teología, produciendo en Irlanda un medio ambiente en el que muchas mujeres se vieron forzadas a huir. Las que quedaron –en la primera mitad del siglo XX- devinieron en cómplices del poder institucional masculino y algunos llegaron a los abusos sádicos pero otras encontraron su verdadera casa en los conventos, con un trabajo que satisfacía su interés por la comunidad e incluso encontrando a una ‘amiga particular’”. Y aporta un dato: en los 1960’s, 700 novicias entraban anualmente en algún convento mientras que, en 2004, esa cifra descendió a doce postulantas –las monjas remanentes eran mayores de 60 años.

Cullingford aduce que el feminismo irlandés está frecuentemente alineado con el concepto de modernidad. Muchas feministas adversas al catolicismo patriarcal ven a las monjas como cómplices del sistema que las ha aherrojado y devaluado entendiéndolas como una variante católica del ideal de la mujer victoriana. Pero, asimismo, cita esta autora el ensayo The Transforming Power of the Nuns (1998), donde Mary Magray define el convento irlandés no solo como un refugio económico para las mujeres sobrantes (surplus females) sino como un espacio privilegiado donde las mujeres pueden rechazar el matrimonio y el paritorio escogiendo vivir, trabajar y amar en una comunidad tradicional que las ofrece más poder cultural, autodeterminación y, en ocasiones, más satisfacción sensual que en sus casas.

Otrosí, los editores del Journal of Women’s History, sostienen que “si comienzan en algún sitio las voces de la historia de las irlandesas y de su solidaridad, será desde dentro de las fraternidades femeninas religiosas”. Sin embargo, modera este pronóstico admitiendo que las monjas lesbianas y sus Madres Superioras dominatrix han sido y son un cliché pornográfico según el cual su (supuesta) inaccesibilidad virginal acrecienta el placer de su desfloración.

Entre las obras cinematográficas y literarias que Cullingford analiza, me interesa The Monk (El monje, novela gótica escrita en 1796 por un jovencísimo M.G. Lewis) porque está ambientada en las ergástulas de la Inquisición española. Lewis evita a las monjas lesbianas pero se explaya en narrar el incesto, el sexo, la tortura y los asesinatos que propician los monasterios –y, de propina, se queja de lo injusta que es esa creencia popular que da por santos a los que visten hábitos religiosos. Pero, citando a Mary Raftery, también subraya que el gótico no es tanto un género de ficción como la pura realidad irlandesa.

Item más, sobre La Religieuse, tantas veces citada, filmada y grabada, opina que la condena moral (y física) que Diderot impone a la lujuriosa Priora se complica (compromised) por el voyeurismo de su descripción de los orgasmos lésbicos. Asimismo, su construcción de la mujer ‘natural’ ajustada a la reproducción heterosexual sustituye la coerción católica del Medioevo por la moderna coerción del matrimonio protestante. Por ello, visto que Diderot descarta la posibilidad de que las monjas elijan ser célibes, repite lo expresado anteriormente: que es dudosa la alternativa de que así escapen “del matrimonio y del paritorio”. Y concluye que Diderot estaba ‘horrorizado y fascinado’ por la disyuntiva de que un espacio social inserto en una sociedad femenina deviniera en una sexualidad queer (ver Elizabeth Butler Cullingford. 2007. “‘Our Nuns are not a Nation’: Politicizing the Convent in Irish Literature and Film”, en W. Balzano et al. (eds.), Irish Postmodernisms and Popular Culture, Palgrave Macmillan)

Monjas lesbianas indígenas

En “¿Dónde estamos las mujeres indígenas lesbianas?” (Píkara, 12.X.2017) se publicó una entrevista a Fátima Gamboa, indígena maya y lesbiana, abogada, fundadora del Colectivo Ma’alob Kuxtal, Coordinadora de Equis Justicia para las Mujeres e integrante de la Red de Abogadas Indígenas de México. Al año siguiente, se publicó por la ONU Mujeres y firmada por Ray Brown una extensa referencia a Silene Salazar, cofundadora en Bolivia de la Red Nacional de Mujeres Indígenas y Bisexuales. Menciono estas figuras porque sólo son dos más entre los (por fortuna) abundantes ejemplos de mujeres indígenas integradas en el mundillo profesional. Pero las cito sólo de pasada porque Gamboa y Salazar no son monjas y, por ende, están fuera de este ensayo.

Cogité que esta nota no podría tener mejor colofón que estudiar a este tipo de religiosas indígenas y lesbianas. Pero, después de consultar el Annuario Pontificio 2022 y el Annuarium Statisticum Ecclesiae 2020, no he encontrado datos fehacientes que me permitan abundar en este tópico. No sólo porque, amén de que no especifican las etnias en particular, en general estos Anuarios, definitivamente no son fidedignos. Item más, mi conocimiento personal de estos hipotéticos casos, es nulo. He conocido a algunas monjas indígenas durante años y/o en breves encuentros individuales y, en ninguno de los dos casos he conseguido llegar a ninguna observación válida.

Por tanto, me limitaré a unas generalidades que sólo cito a beneficio de inventario: En 2020, los católicos bautizados en el mundo ascendieron a 1.360 millones sobre un total de 7.667 millones de humanos terrícolas. Nº de monjas: 753.400 en 2006 y 659.445 en 2016. Siguió cayendo su número de modo que, en 2020, se contabilizaron sólo 619.546. El número de monjas aumentó en continentes como África (+3,2%) y Asia (+0,2%), y disminuyó en otros como Europa (-4,1%), América (-2,8%) y Oceanía (-5,7%)

Lo más aproximado –y lo es muy poco porque hasta dudo de su pertinencia en estas notas-, que podemos citar en este parágrafo es un caso andaluz del siglo XVII protagonizado por una Superiora y una mulata: Ana de Jesús (1545-1621, Ana de Lobera Torres en el mundo), amiga preferida de la santa Teresa de Cepeda y carmelita sevillana-bruselense que llegó a Madre Superiora, relata en su autobiografía que padeció a una sirviente mulata lesbiana ¿esclava o novicia? que intentó seducirla… hasta que la delató ‘religiosamente’ y “la mulata fue encarcelada porque había engañado a más de 50 señoritas y arruinado a más de 30.” (ver Vida de la Venerable Ana de Jesús escrita por ella misma; Biblioteca Nacional, Madrid. Ms. 13.493 y, para comprobar la censura absoluta sobre estos cortejos pues oculta el episodio homoerótico, Alejandro de la Madre de Dios. 1707. La pobre sevillana. Vida de la fiel sierva de Cristo y Venerable Madre Ana de Jesús. Madrid)

Velázquez, La mulata, 1617-1618, óleo sobre lienzo 55, 9x 104,2 cm, Chicago, The Art Institute

En 1594, demostró que lo lésbico ‘de color’ no placía a la racista profesa -ella era más de la mutilar y profanar los restos de su ex Superiora. Veamos: sor Ana pasó por Alba de Tormes para orar ante el sepulcro de su maestra ¿y amiga especial? santa Teresa de Jesús y, allí mismo, agarró la sacra mojama y “le cortó algunos pedacitos de su carne que envió a sus compañeras de Madrid, y después quiso sacar olio de sus espaldas con un paño, pero en su lugar sacó el pañito teñido en sangre muy viva” (ver Ángela Atienza López, ASV. Congr. Riti, Processus, nº 4347, f. 1169)

[No insisto en este tema porque en otra ocasión publiqué una nota sobre la homosexualidad indígena –sin mencionar a las monjas lesbianas. Ver Próximamente, 20.V.2017, donde se usan los términos berdache y dos espíritus y donde, más mal que bien, se responde a la pregunta ¿qué relación tienen la diversidad sexual y la enseñanza especializada católica con John Rawls, la disputatio republicanismo vs. liberalismo y la Leyenda Negra española?]

Últimas noticias –enumeración no exhaustiva

Monjas aborígenes australianas; ¿supervivientes de la “generación robada” – Stolen generation

Septiembre 2016: “Isabel y Francisca, dos monjas lesbianas de la orden franciscana en Italia han decidido dejar su convento para casarse entre ellas, tras enamorarse cuando convivían bajo los ojos de Dios”. Se casaron –obviamente por lo civil- en Pinerolo convirtiéndose en la segunda pareja homosexual que lo hace en ese municipio desde que este tipo de matrimonio fue legalizado. La unión fue bendecida por el cura Franco Barbero, excomulgado por estar a favor del matrimonio igualitario. En esas mismas fechas, un cura de Castellón (España) también casó a dos monjas pero la Iglesia se apresuró a condenar el oficio y ese párroco tuvo que disculparse y prometer que no volvería a ocurrir.

En diciembre del año 2020, la New Ways Ministry publicó el libro Love Tenderly – Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious. Editado por Grace Surdovel, de la Congregación del Inmaculado Corazón de María, y escrito por 23 monjas coautoras que se identifican a sí mismas como lesbianas y queer. Y prologado por Jeannine Grammick, hermana Loretiana, reconocida defensora de los derechos LGBT.

Y también a finales de 2020, se estrenó el documental Nun of your business (juego de palabras entre nun= monja y none= no es asunto tuyo) Dirigido por Ivana Marinic Kragic, relata la peripecia de las croatas Fani (Fanica Feric) y Marita (Radovanovic), dos monjas lesbianas que se enamoraron, fueron denostadas por la jerarquía católica por “incapaces y pervertidas” y expulsadas de su convento –ahora viven juntas en la isla de Korcula, trabajando en turismo y en restauración (la prensa española de izquierdas recogió esta noticia con mucho retraso, en mayo 2022) Me llamó la atención que esta noticia surgiera precisamente de Croacia, el infierno que, otrora esclavizado por los ustachi –títeres hitlerianos, luego de 1945 refugiados con honores en la España franquista-, albergó durante la II Guerra Mundial el campo de exterminio de Jasenovac –700.000 asesinados- regido por unos frailes católicos que organizaban concursos nocturnos de carnicerías (ver Un franciscano, campeón en degollinas, 17.VII.2019)

Safo en clausura (I Parte)

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