Siria debe poner fin, y rápido, a las incursiones de Israel

Siria debe poner fin, y rápido, a las incursiones de Israel
Fuerzas militares israelíes conducen en la zona tampón con Siria, cerca de la aldea drusa de Majdal Shams, en los Altos del Golán ocupados, el 11 de diciembre de 2024 (Jalaa Marey/AFP).

Por David Hearst*

Durante tres meses, el nuevo régimen de Damasco ha aprovechado cualquier oportunidad para decir que no quiere enfrentarse a Israel. Lo ha hecho en mensajes privados, a través de apoderados y en múltiples entrevistas.

El gobernador de Damasco, Maher Marwan, declaró a la emisora estadounidense National Public Radio: «No tenemos ningún temor hacia Israel, y nuestro problema no es con Israel. Existe un pueblo que quiere la coexistencia, que quiere la paz, no quiere disputas».

El mensaje ha sido reforzado por el nuevo líder de Siria, Ahmed al-Sharaa. Declaró a The Times of London: «No queremos ningún conflicto, ni con Israel ni con nadie, y no permitiremos que Siria se utilice como plataforma de lanzamiento de atentados. El pueblo sirio necesita un respiro, y los ataques deben terminar e Israel tiene que retroceder a sus posiciones anteriores».

Dos días después de su nombramiento como presidente, Sharaa elogió al presidente estadounidense Donald Trump en una entrevista con The Economist. Sobre Israel, caminó en la cuerda floja entre su nueva política de pacificador y la historia de su propio padre, que llegó a Damasco tras convertirse en refugiado de los Altos del Golán, que Israel ocupó en 1967.

«Queremos la paz con todas las partes», dijo Sharaa, pero indicó que, a la luz de la continua ocupación israelí del Golán, sería prematuro considerar cualquier acuerdo para normalizar las relaciones.

Israel, por su parte, interpretó estas múltiples ofertas de paz como un signo de debilidad, lo que estimuló una acción cada vez más audaz y beligerante.

Zona de influencia

Israel, frustrado su plan original de dividir Siria en tercios manteniendo al antiguo dictador del país, Bashar al-Asad, al mando de un Estado basura financiado por los EAU debido al inesperado colapso del ejército sirio, cambió rápidamente al Plan B cuando quedó claro que nadie podía impedir que Hayat Tahrir al-Sham (HTS) llegara al poder. Declaró unilateralmente una misión para apoyar a dos minorías sirias, los drusos en el sur y los kurdos en el norte.

Sin pausa, los aviones israelíes destruyeron entonces la armada siria y su armamento pesado en una serie de devastadores ataques aéreos, que continúan hasta hoy. El pasado martes, aviones israelíes atacaron instalaciones militares en Kiswah, al sur de Damasco, y en la provincia meridional de Daraa.

¿Con qué derecho trata Israel de moldear el futuro y limitar la soberanía del país árabe más importante de su zona fronteriza inmediata?

Tras apoderarse del monte Hermón y de una zona mayor que Gaza, el ministro de Defensa, Israel Katz, declaró que las fuerzas militares israelíes se estaban preparando para una larga estancia.

En un principio, los responsables de seguridad citados por los medios de comunicación israelíes hablaron de establecer en Siria una zona desmilitarizada de 15 kilómetros y una «zona de influencia» de 60 kilómetros donde vigilar posibles amenazas. Una fuente dijo a Ynet antes de la toma de posesión de Trump en enero: «Estamos construyendo un concepto operativo para esta nueva realidad».

Ese concepto operativo pronto se convirtió en una doctrina militar en toda regla. Pero los israelíes seguían siendo evasivos sobre sus ambiciones territoriales, que se extendían mucho más allá de su frontera.

El domingo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, exigió descaradamente la «desmilitarización completa» del sur de Siria a las fuerzas del régimen de Damasco.

Netanyahu afirmó que las fuerzas israelíes permanecerían en la zona del monte Hermón y en la zona tampón del Golán «indefinidamente», y añadió: «No permitiremos que fuerzas de la organización HTS o del nuevo ejército sirio entren en la zona al sur de Damasco».

Falta de control

Netanyahu va más lejos en el sur de Siria que el statu quo que Israel intenta establecer en el sur del Líbano. Al menos en el Líbano, Israel reconoce la legitimidad del ejército libanés, aunque de forma muy limitada e interesada.

En Siria, va un paso más allá al negarse a reconocer a las fuerzas militares de un gobierno que ha arrebatado el poder a una brutal dictadura con un enorme respaldo popular.

Incluso las últimas palabras de Netanyahu podrían quedarse cortas.

El verdadero alcance del aventurerismo militar de Israel podría ser la creación de un Estado en forma de C invertida que recorriera toda la frontera de los Altos del Golán, a lo largo del sur de Siria, y luego hasta el noreste controlado por los kurdos.

Incluso sin un Estado tampón controlado por Israel, es posible que Sharaa, que está a punto de anunciar un gobierno provisional, no controle gran parte de su país.

Los kurdos no sólo controlan un tercio del territorio sirio, sino también sus mejores yacimientos de petróleo, tierras de cultivo y una presa que suministra gran parte de la electricidad del este.

Según informes, la economía siria se redujo a la mitad entre 2010 y 2021, mientras que más del 90% de la población siria, de 23 millones de personas, vive por debajo del umbral de la pobreza. A principios de 2017, alrededor de un tercio de las viviendas de Siria habían sido dañadas o destruidas, junto con la mitad de las instalaciones médicas y educativas del país.

Siria está en bancarrota. El gobierno ni siquiera pudo pagar los salarios de los trabajadores públicos en enero.

La ayuda no va poder llegar de inmediato.

Arabia Saudí tiene un déficit por cuenta corriente, y los días en que Riad repartía dinero «como si fuera arroz», como dijo una vez con tanta delicadeza el presidente egipcio Abdel Fatah al-Sisi, han quedado atrás.

Quedan los EAU, que estaban en proceso de comprar a Asad a condición de que expulsara a los iraníes y a Hizbolá.

Doha está retrasando una inyección de fondos muy necesaria debido a la incertidumbre sobre las sanciones estadounidenses, y sin que Siria pueda unirse al sistema de transferencias bancarias Swift, los miles de millones de dólares necesarios no podrán llegar.

Retos de la transición

Israel, por supuesto, está haciendo todo lo posible por mantener las sanciones internacionales. El ministro de Asuntos Exteriores, Gideon Saar, tuvo la temeridad de sermonear a sus 20 homólogos de la UE en una reunión reciente sobre por qué Europa no debería depositar su confianza en el nuevo gobierno de Siria.

«Oigo hablar de transición en Siria», dijo Saar. «Esto es ridículo. El nuevo gobierno es un grupo terrorista islamista yihadista de Idlib».

Dijo que una Siria estable sólo podría ser federal. Lo mismo, por supuesto, podría decirse de su propio país, Israel.

Pero ¿quién es un ministro israelí para dictar cómo debe gobernarse un país vecino? ¿Con qué derecho pretende Israel configurar el futuro y limitar la soberanía del país árabe más importante de su zona fronteriza inmediata?

¿Es por la reivindicación bíblica de una zona que se extiende desde Damasco hasta el Éufrates y el Nilo, o simplemente porque ahora cree que puede hacerlo? Me imagino que esto no tiene nada que ver con la Biblia y todo con la fuerza bruta.

Pero cuando Sharaa mira a su alrededor, lo que más le falta a su Estado es un ejército funcional. Cuenta con unos 30.000 combatientes repartidos por todo el país, curtidos en mil batallas, pero carecen de cualquier equipo de un ejército moderno. El armamento pesado, los tanques, la artillería, la aviación, los misiles y los radares de Siria han quedado fuera de combate.

La vulnerabilidad de Siria es bien conocida. La necesidad de reconstruir sus fuerzas armadas ocupó un lugar destacado en la lista de prioridades de la conferencia del Diálogo Nacional Sirio.

El único vecino que puede proporcionar a Siria la capacidad de defenderse es Turquía.

Visión desde Ankara

Sharaa y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan han hablado de un pacto de defensa, pero los avances son dolorosamente lentos si se comparan con la velocidad a la que Israel está estableciendo hechos sobre el terreno en territorio sirio.

Tanto Ankara como Damasco se muestran cautelosos. En un principio, el ministro turco de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, utilizó todos sus discursos para decir que Turquía buscaba una asociación entre iguales y que no utilizaría a Siria como apoderado.

En el pasado, ha mostrado la misma cautela con Israel. En el contexto de la guerra de Gaza, cuando los intentos turcos de crear un grupo de contacto más amplio se vieron socavados por Estados Unidos, Ankara dio la primacía de los intentos de conseguir un alto el fuego a los principales Estados árabes.

Lo último que necesita Ankara en este delicado momento en el que intenta poner fin a una insurgencia que ha durado décadas, es que Israel meta las narices en los asuntos kurdos.

Tuvieron que pasar unos siete meses, y unas elecciones especialmente malas para el partido gobernante en Turquía, para que Ankara impusiera serias sanciones comerciales a Israel, e incluso ahora, el petróleo de Azerbaiyán a Israel sigue fluyendo a través de sus puertos.

Los halcones israelíes identifican desde hace tiempo a Turquía como una mayor amenaza militar para Israel que Irán. Durante mucho tiempo, Turquía se mostró reacia a comprometerse. Pero a medida que la incursión militar israelí en Siria aumenta cada semana, y parece decidida a reforzar su propuesta de aliarse con los kurdos y los drusos, el tono de Ankara está cambiando.

Esta semana, Fidan lanzó una clara advertencia a Israel, afirmando que la integridad territorial de Siria era una línea roja para Turquía: «Cualquier intento de dividirla -ya sea mediante el control del PKK [Partido de los Trabajadores del Kurdistán] o la intervención israelí- sólo creará más inestabilidad».

Una Siria estable y soberana es, de hecho, un requisito de seguridad nacional turco. La necesidad de Damasco de recuperar el control sobre todo su territorio y la necesidad de Turquía de tener una frontera estable y una Siria estable están íntimamente ligadas.

Abdullah Öcalan, en el centro de la imagen, con una delegación del partido DEM, en la isla-prisión de Imrali, donde ha leído la histórica declaración. Es su primera imagen en años.

No es casualidad que el líder del PKK, Abdullah Ocalan, encarcelado desde 1999, haya hecho ahora su esperado llamamiento al grupo que fundó para que abandone las armas.

La declaración abrirá cierto espacio político a los partidos kurdos. El partido prokurdo Dem formó un grupo de contacto conocido como «Delegación Imrali», que ha visitado a Ocalan en dos ocasiones en la isla donde está encarcelado. Han transmitido sus mensajes a los partidos políticos turcos y a los grupos políticos kurdos de Iraq.

Lo último que necesita Ankara en este delicado momento en que intenta poner fin a una insurgencia que ha durado décadas es que Israel meta las narices en los asuntos kurdos.

Hay otras poderosas razones internas por las que la postura de Turquía ante las incursiones israelíes en Siria se endurecerá, y no es la menor de ellas ver regresar a casa a tres millones de refugiados sirios registrados.

Visión desde Damasco

Lo que resulta más curioso que la cautela con la que Turquía está recorriendo su camino como potencia regional es la reticencia del nuevo régimen de Damasco a buscar ayuda militar turca.

Hay razones históricas para que exista cierto distanciamiento entre HTS y Turquía. Las relaciones entre ambos en Idlib no siempre fueron halagüeñas, especialmente cuando HTS se enfrentó a otros grupos armados apoyados por Turquía. Turquía, por su parte, cooperó con HTS, pero no siempre como el grupo quería.

No es el único bache en el camino hacia un pacto de seguridad en toda regla. Damasco sigue siendo optimista respecto al restablecimiento de las relaciones con Arabia Saudí y los EAU.

Esto es un error, como Damasco pronto descubrirá. Hasta el último momento, Abu Dabi estuvo inmerso en el Plan A, que consistía en mantener a Asad en el poder pero comprándolo, a costa de expulsar de Siria a la Guardia Revolucionaria iraní.

Esta era esencialmente la agenda de Israel para neutralizar Siria dividiéndola en cantones.

La historia ha demostrado repetidamente que el hecho de que un proyecto emiratí fracase no significa que Abu Dabi se dé por vencido. Mohammed bin Zayed, presidente de los EAU, es sobre todo persistente.

La opinión pública nacional también está cambiando. El nuevo gobierno tiene que demostrar que controla su propia tierra. Sin eso, no será tomado en serio por los muchos elementos y fuerzas que aún podrían socavarlo.

Los drusos sirios no son los juguetes de Israel en los que se convirtieron los drusos palestinos después de 1948. En primer lugar, las tres provincias del sur de Siria son étnicamente mixtas. En segundo lugar, la opinión tribal importa.

La declaración de Netanyahu de que no permitiría que HTS o el nuevo ejército sirio entraran en la zona al sur de Damasco fue recibida con ira generalizada en toda Siria, especialmente en el sur.

Manifestantes drusos celebraron una manifestación en Sweida, portando pancartas que rechazaban la intrusión de Israel en su región, con una pancarta que describía la ley siria como «protectora del pueblo y garante de sus derechos».

«La idea de que no se permita al ejército sirio desplegarse al sur de Damasco es extremadamente espantosa», declaró el experto sirio Robin Yassin-Kassab a Middle East Eye. «Por supuesto, el gobierno sirio no puede aceptar eso, y les pone en una situación realmente difícil. Porque sugiere que Israel va a tratar al ejército sirio como trata a Hizbolá».

Sharaa sólo dispone de un tiempo limitado para continuar con su actual política de poner la otra mejilla.

La sombra del pasado

Existe un precedente histórico del dilema al que ahora se enfrenta Sharaa.

La revuelta árabe contra el Imperio otomano, que comenzó con apoyo británico en junio de 1916, llegó a Damasco y luego a Alepo en octubre de 1918. El objetivo de esta revolución era crear un reino árabe unificado.

Las fuerzas dirigidas por el príncipe Faisal seguían luchando por el control del puerto de Aqaba, en el Mar Rojo, cuando se enteró de la firma del acuerdo secreto Sykes-Picot por diplomáticos británicos y franceses para dividir los restos del Imperio otomano en dos esferas de influencia separadas.

El acuerdo se descubrió más de un año después, en noviembre de 1917, cuando los bolcheviques encontraron el documento en los archivos del gobierno ruso y lo publicaron en los medios de comunicación estatales.

Faisal había sido traicionado por los británicos, pero tardó tres años más en darse cuenta de que la lucha por Siria era inútil.

En 1919 se formó en Damasco el Congreso Nacional Sirio. Al año siguiente, declaró a Faisal rey del Reino Árabe de Siria. Posteriormente, la Conferencia de San Remo concedió a Francia una porción de territorio sirio aún mayor que la prevista por Sykes-Picot.

Pero Francia lanzó un ultimátum a Damasco para que se sometiera al control francés. Los nacionalistas sirios se alzaron en armas, pero sólo pudieron reunir a unos cientos de combatientes, que fueron rápidamente dispersados por los cañones franceses.

La misión de Faisal estaba condenada al fracaso, porque su utilidad para las potencias aliadas en la destrucción del Imperio otomano había terminado. No tenía ningún apoyo internacional significativo.

Pero Sharaa sí cuenta con el apoyo de Turquía, un Estado regional fuerte con un ejército potente, y debería utilizarlo.

Sharaa tiene que tomar una decisión estratégica. Israel es el mayor enemigo de una Siria unificada, soberana e independiente. Haría bien en recordar que fue la Segunda Intifada lo que le impulsó a convertirse ante todo en combatiente.

Cambiar el uniforme de faena por un traje y una corbata no debería cambiar nada en su convicción interior de que un Israel aventurero representa una amenaza mortal para Siria y para él personalmente. Israel está actuando como un supremacista, no como el pequeño país que realmente es. Hay que hacerle frente en Siria, y pronto.

* Nota original: Syria must put an end to Israel’s incursions – and fast.
– Traducido del inglés por Sinfo Fernández para Voces del Mundo
* David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas de Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.

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