Siria: escenario de la nueva guerra fría

Siria: escenario de la nueva guerra fría

Las declaraciones de García-Margallo, ministro español de Asuntos Exteriores, tras la reunión de ministros de exteriores de la UE sobre la imposibilidad de una salida militar a la crisis siria, ilustran el cambio sustancial que se ha operado sobre el terreno en este complejo conflicto.

Cada vez queda más claro el diseño de la operación de cambio de régimen aplicada en Siria y enmarcada en las llamadas “revoluciones árabes”, que aprovechando movilizaciones de protesta legítimas, se infiltran, arman y dirigen para desembocar en una aparente guerra civil. Forma de ocultar la injerencia del suministro de armas, la irrupción de mercenarios y la implementación de mandos tácticos sobre el terreno como correa de transmisión de las decisiones estratégicas tomadas por los diversos actores foráneos.

El patrón utilizado aplica elementos de la doctrina de la guerra humanitaria, que tan buenos resultados dio en Irak (1991) o en Yugoslavia (1999). Comienza con una fase de shock a través de matanzas horripilantes que, amplificadas por los medios de comunicación y canalizadas por oenegés pantalla, impactan en la opinión pública, legitiman a la insurgencia (nacional y/o mercenaria) y consiguen la aceptación para imponer una zona de exclusión aérea, auténtica llave maestra para sortear de manera digerible el principio de no intervención. Cuestión que ya tratamos en un artículo anterior y que Mari Kaldor describe claramente en sus trabajos de asesoramiento de la OTAN.

En la tragedia Siria, estos elementos salen a flote al primer vistazo; la matanza de Houla, realizada por elementos salafistas, pero vendida como matanza del régimen, o el uso de un generador de propaganda, y única fuente informativa, a través del denominado Observatorio Sirio de Derechos Humanos con sede en Londres y al que pronto se le descubrieron vínculos con el Departamento de Estado de Hillary Clinton.

Pero lo que en Libia fue una jugada maestra, en Siria se ha truncado debido a diferentes factores como la imposibilidad de dotar de superioridad táctica a la insurgencia por medio de la exclusión aérea, la brutalidad y el uso del terrorismo por parte de los elementos salafistas que ha cohesionado a una parte de la población en torno al ejército nacional, la adhesión patriótica de antiguos opositores ante la amenaza externa o la autonomía otorgada a los kurdos del Partido de la Unión Democrática.

Ante estos reveses, se intenta la variante Turca, con un Erdogan que se ve como líder regional frente a Irán y que, reiteradamente ha intentado su particular “incidente del Golfo de Tonkin” [1] en base a peligrosas provocaciones.

Las reiteradas violaciones del espacio aéreo sirio que culminaron con el derribo de un Phantom F-4 turco, la cesión de territorio fronterizo como retaguardia segura de mercenarios, la utilización de ataques de mortero para aplicar una mini zona de exclusión de 10 km en territorio sirio o la piratería aérea que obliga a aterrizar aviones civiles a partir de un unilateral embargo aéreo, son prueba evidente de la utilización de Turquía como pieza avanzada en la estrategia de la desestabilización regional.

Lo sorprendente de esta situación, que nos enseña que la realidad es más compleja de lo que nos venden los grandes medios de comunicación, es que a la vez que el enfrentamiento en este caso, Rusia y Turquía mantienen fuertes lazos en materia energética como evidencia el futuro gaseoducto ruso que de camino a Europa pasará por territorio turco.

Queda claro que Siria es un escenario que Rusia no puede descuidar, ni por su estratégica base naval de Tartus, única salida militar al Mediterráneo, ni porque supondría permitir el jaque mate a Irán, uno de sus socios de zona para contrapesar tanto a Israel como a las monarquías del Golfo, auténticos peones de la política estadounidense.

Siria constituye pues, el talón de Aquiles de una alianza rusa-turca que no es vista con buenos ojos por Washington en un momento en el que se está arrinconando a Rusia con la expansión de la OTAN y la implantación del llamado escudo antimisiles, que no deja de ser un intento de inclinar la balanza misilística a través de una nueva carrera de armamentos como la que desangró a la Unión Soviética.

A la guerra económica de los poderes financieros globales contra los Estado Nación y sus poblaciones, se suma la volatilidad estratégica, agravada por la presión a lo que creen el eslabón más débil. Se cerca a Rusia pero se apunta a China.

La reanudación en 2007 de los patrullajes regulares de la fuerza aérea estratégica rusa, el despliegue de misiles Iskander-M en Kaliningrado, la reorientación de los ICBM Topol y RS-24 contra Rota y los complejos del escudo antimisiles o las maniobras de junio de este año que incluyeron simulacros de ataque a la base estadounidense de Fuerte Greely y a la red de oleoductos de Alaska combinados con la no detectada presencia, durante al menos un mes, de submarinos nucleares de la clase Akula-I en el Golfo de México capaces de atacar hasta 28 objetivos en territorio continental estadounidense, muestran que nos encontramos en el medio de una nueva guerra fría.

Queda claro que los que se presentan como palomas no son sino halcones con disfraz y que en el tablero del mundo todo está interconectado y camuflado para que, confundidos, nos indignemos con las obras escenificadas en el teatro de las nuevas guerras humanitarias.

[1] Incidente inventado del que se valió EEUU para declarar la guerra a Vietnam del Norte en agosto de 1964.

* Hablando República

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