Torear es una droga

Torear es una droga

¡Que mata al toro!

Declaraciones del matarife (léase torero) conocido como El Cid:

"… No puedo estar más tiempo sin torear, es como una droga que la necesitas para vivir, así que ya estamos de nuevo aquí metidos. Entrenando, matando toros, haciendo tentaderos y poniendo la vista en la próxima temporada".

Matar toros es para él una droga sin que la que no puede vivir -así lo reconoce-, y habría que añadir que su drogadicción, que no es una enfermedad sino una perversión, responde al nombre de asesinato (legal, como los de los circos romanos), el drogadicto al de asesino (legal, como los verdugos de la Inquisición) y que en vez de meterse sustancias en sus venas lo que hace es derramar la sangre que circula por las de aquellos con cuya vida acaba después de un rato de tortura (legalmente, como lo hicieron los fascistas en las ejecuciones junto a las tapias de los cementerios).

Se droga en público y se droga a puerta cerrada. Todos podemos calcular, a la vista de las salvajadas que ocurren en la arena de una plaza con espectadores, las atrocidades aún peores que tendrán lugar cuando no hay testigos. O puede que no, que seamos incapaces de imaginarlo, porque la cobardía de un criminal acostumbrado a cebarse con la inferioridad (legal y real) de su víctima, se transforma en saña inconcebible cuando sabe que nadie puede observarle.

Siempre se ha utilizado como ejemplo de depravación la expresión "vender droga en la puerta de un colegio". Estos camellos del sufrimiento, estos narcotraficantes de vidas, se meten directamente en las aulas para repartirla entre los alumnos.

Y nuestros políticos, no todos, es cierto, son los capos de una mafia que alimenta ese negocio sangriento convirtiendo a España en un nido de sicarios criminales disfrazados de empresarios y artistas.

@JortegaFr

* Delegado de LIBERA!

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