Trump levanta las sanciones a Siria y tira los dados en Medio Oriente

Trump levanta las sanciones a Siria y tira los dados en Medio Oriente

Por Santiago Montag*

Donald Trump sorprendió al mundo otra vez en Riad. El martes 13 de mayo, anunció que levantaría las sanciones económicas impuestas a Siria. Al día siguiente, se reunió con Ahmad al-Shara de Siria y el príncipe Muhamad Bin Salman de Arabia Saudita en el palacio Real en una foto que pasará a la historia. El momento determinó el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Siria luego de 25 años abriendo un nuevo capítulo entre los dos países.

La noticia llega tras 14 años de devastación por la guerra en el país. Siria se vio especialmente agravada por los paquetes de sanciones aplicados por los países occidentales al antiguo régimen de Asad y a sus aliados empresariales, pero que afectaron principalmente a la población pobre y trabajadora.

Aunque todavía no hay un plan claro sobre cómo se levantarán ni cuánto tiempo tomará, las celebraciones se extendieron por toda Siria, renovando las esperanzas de la población. En las calles se volvieron a repetir las canciones de la revolución: “Uno, uno, uno, el pueblo sirio es uno”.

El nuevo gobierno sirio dominado por el Hayat Tahir al-Sham (HTS), que exige el levantamiento de las sanciones como uno de los pilares para la reconstrucción del país tras 5 décadas de régimen de Al Assad. Mientras la transición política avanza lentamente, la economía continúa hundiéndose bajo el peso de las sanciones extranjeras.

¿Por qué es tan importante para los sirios? La situación actual es desoladora: en Damasco, los residentes solo tienen unas pocas horas de electricidad al día, mientras que en otras zonas las condiciones son aún peores. El precio del pan se ha multiplicado por ocho desde diciembre, condenando a la gente a sentir el hambre. Mientras muchos hacen cola durante horas en los cajeros automáticos, desesperados por retirar los pocos billetes que les quedan antes de que se acabe el dinero.

Los precios de las divisas y los combustibles oscilan al ritmo de la inestabilidad, e incluso se apreciaron repentinamente tras el anuncio de Trump. Si bien el flujo de importaciones está aumentando, la escasez de efectivo físico y la falta de opciones de pago digitales implican que pocos sirios pueden permitirse comprar nuevos bienes. Esto ocurre en un contexto en el que el 69 % de la población ( 14 millones de personas) vive por debajo del umbral de la pobreza. El optimismo inicial tras la caída de Al-Assad se ha desvanecido rápidamente debido a la falta de empleos y la destrucción generalizada del país, que empaña la imagen del nuevo gobierno. Si bien gran parte de estas dificultades económicas son resultado de décadas de dictadura, guerra civil y meses de inestabilidad posterior al régimen, las sanciones de Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE) siguieron siendo una de las principales causas.

Sanciones destructivas

Desde 2011 el gobierno de Asad fue castigado con un paquete de sanciones económicas en respuesta a la violenta represión contra civiles que protestaban contra la crisis y el régimen. Estados Unidos y la Unión Europea las utilizaron para forzar a Asad a cambiar sus políticas, y lo lograron: lo aislaron económicamente, redujeron su capacidad militar y provocaron la condena mundial por el uso de armas químicas y una hambruna destructiva.

Pero tuvieron un “efecto colateral”: derrumbaron la economía siria, se desarrolló del mercado negro y aumentó la especulación económica durante la guerra. Fátima Sayd, ingeniera agrónoma de 32 años, explica que «muchas de las empresas pertenecen a la familia Assad o a sus allegados se beneficiaron con las sanciones».

La ingeniera añadió: «Todos estos negocios desencadenaron un círculo vicioso bajo las sanciones». Por otro lado, propiciaron el surgimiento de una oligarquía vinculada al régimen que se impuso al resto del sector privado, a la vez que abrió la puerta a la ayuda militar de Rusia e Irán. En otras palabras, las sanciones fortalecieron políticamente al régimen y a sus aliados, a la vez que afectaron a la ciudadanía.

La marginación convirtió a los sirios en parias. «Las sanciones afectan a todos los sectores, no somos un país independiente», dice Fátima. Empujó a la población trabajadora a una vida de precariedad laboral y, a menudo, a la dependencia del clientelismo. De hecho, durante la última década, el Producto Interno Bruto (PIB) del país se ha reducido en un 53 por ciento junto con un colapso del 84 por ciento en la actividad económica en los mismos años. Esto supone una caída brutal en el nivel de vida: más del 90 por ciento de los sirios ahora viven por debajo del umbral de la pobreza y más de la mitad de la fuerza laboral está desempleada. Zaid Samad, un taxista de 45 años, explica que «las sanciones destruyeron nuestra industria. Aquí no hay capacidad para producir necesidades básicas». Continúa planteando que el problema: «no podemos importar [necesidades básicas] y muchas personas han perdido sus trabajos».

En lo inmediato, el anuncio hará que Qatar proporcione los 29 millones de dólares mensuales durante tres meses que había prometido a Siria para pagar salarios del sector público, pero está pospuso debido a las sanciones estadounidenses. Esto daría un respiro al gobierno ante el creciente descontento del sector.

Hasta ahora, las persistentes sanciones estadounidenses, que prohíben prácticamente todas las transacciones comerciales y financieras, impiden la entrada de inversiones y frenan el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas. Las sanciones de la UE se centraron en el petróleo crudo, la inversión, la banca, las telecomunicaciones y otros sectores. Como resultado, Siria está lejos de conseguir la inversión necesaria para reconstruir los 140 000 edificios, junto con 3000 escuelas y hospitales, entre otras infraestructuras, permanecen en ruinas, cuyo costo se estima entre 250 000 millones y un billón de dólares.

Voto de confianza

El cambio de tono de Donald Trump es notorio, llamó a al-Shara un “hombre duro, con un pasado difícil”, mientras que es considerado por Estados Unidos como “terrorista”. Esta es otra victoria para el gobernante sirio luego de pasear junto a Emmanuel Macron por la Torre Eiffel en París ganando credibilidad en convencer a Occidente de que construiría una nueva Siria.

Sin embargo, estos nuevos lazos no significan independencia para Siria. Los objetivos siguen siendo iguales: obligar al (nuevo) gobierno a tomar un camino en línea con los estándares occidentales, establecer grandes negocios y sobre todo rediseñar el mapa de Medio Oriente frente a Irán y Rusia.

Trump escuchó el llamado de al-Shara dando un voto de confianza de pueda restaurar la estabilidad y la unidad nacional. Pero la catastrófica situación en Latakia y Tartus donde hubo lugar a masacres contra los alauitas en marzo, y la violencia sectaria contra los drusos en Damasco y Suweyda, muestran que esos objetivos están lejos. Sin embargo, estos triunfos en materia exterior consolidan el apoyo popular interno y dan un empujón a resiliencia de la población siria que esperan resultados inmediatos.

Negocios son negocios

Aunque Trump entregó varias demandas al presidente sirio, estas no son condicionales. Entre ellas, según la asistente de prensa Karoline Levitt, expresó su deseo de que Siria se uniera a los Acuerdos de Abraham, normalizando relaciones con Israel. Aunque Siria rechazó esta instancia varias veces alegando que Israel ocupa gran parte de los Altos del Golan desde 1967 y ha bombardeado más de 600 veces el país desde la caída de Assad, al-Shara ha reconocido recientemente que mantiene conversaciones para resolver el conflicto. Sin embargo, toda la escena es un mensaje de Trump a Netanyahu de que Washington tiene otras prioridades.

El presidente norteamericano también instó al líder sirio a asumir la responsabilidad de combatir la emergencia de ISIS y de controlar los centros de detención que albergan a sus combatientes en el noreste de Siria. También exigió que deporte a los que llamó «terroristas» palestinos. Hasta el momento Estados Unidos ha dado apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por los kurdos para gestionar las cárceles del ISIS y los centros como Al Hawl. Pero este apoyo ha disminuido desde que Trump asumió el cargo buscando una rápida retirada, poniendo en peligro la precaria estabilidad de estas instalaciones.

Al-Sharaa también transmitió el interés de Siria en asociarse con empresas estadounidenses y firmar acuerdos en los sectores del petróleo y el gas, a cambio de levantar las sanciones y permitir la participación internacional en la reconstrucción de Siria. El encuentro fue un profundo gesto también a los aliados de la Casa Blanca como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, luego de firmar acuerdos de inversiones por 600 mil millones y 1,4 billones respectivamente en empresas norteamericanas.

Siria está al borde de una catástrofe económica que bloqueará cualquier posibilidad de construir un futuro para el país libre de tensión y violencia. Las nuevas relaciones con Estados Unidos no están libres de ataduras, mantendrán la misma política global Occidental hacia los países en situación de vulnerabilidad. Los objetivos de Trump en Siria y la región son claros – con o sin sanciones – el país será gobernado desde fuera por la fuerza económica al servicio de las empresas extranjeras. En última instancia lo que le importa al presidente norteamericano son los negocios.

* Periodista argentino especializado en temas internacionales. Todas la fotografías son obra de Santiago Montag
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