Un surrealista gallego pasado por el jazz cubano

Un surrealista gallego pasado por el jazz cubano
Alejandro Vargas se asoma nuevamente a la vida musical cubana por un costado realmente insospechado. El joven pianista, que emergió a principios de este siglo como una de las promesas que comenzó a hacerse notar en los predios del jazz, sorprendió a los melómanos de Galicia a finales de 2012 como protagonista de un proyecto que devuelve, no solo a la cultura de esa región española sino a Iberoamérica, la imagen de una personalidad artística de singularísimos relieves, el pintor, escritor y músico Eugenio Granell.
Luego de la exitosa presentación en Santiago de Compostela y otras ciudades españolas del fonograma Miniaturas de Eugenio Granell/ Música revelada, producido por el sello Central Folgue, auspiciado por la Fundación que lleva el nombre del artista gallego, Vargas quiso que esta nueva faceta en su trabajo se diera a conocer en su patria y lo remitió a Cubadisco2013.
El comité de selección del evento más importante de la discografía insular, venturosamente abierto desde hace un trienio a las realizaciones de músicos cubanos que graban con disqueras de diversas latitudes, halló méritos excepcionales en el envío de Vargas y le otorgó un Premio Especial, distinción que comparte en esta oportunidad con obras de Omara Portuondo, el danzonero Piquete Típico Cubano, el pianista Franco Rivero y las agrupaciones tradicionales del carnaval santiaguero, según se dio a conocer en la jornada de proclamación de los materiales nominados en 43 categorías.
Los valores de las Miniaturas… saltan a la vista y el oído. Un disco de audio contiene la música con que Vargas recreó las ideas de Granell y en cuadernos adjuntos se muestran los originales del artista gallego y se ofrecen datos de su vida y del proceso de transformación de sus apuntes en piezas de notable actualidad.
Vargas fue invitado a encabezar el proyecto concebido por el historiador Ramón Pinheiro, luego de que la musicóloga española Sonsoles Hernández y el compositor Benjamín Otero pusieron en limpio los apuntes musicales de Granell.
Aunque no son pocos los que recuerdan la actividad musical de Granell (La Coruña, 1912 – Madrid, 2001), sus huellas más perdurables se sitúan en la pintura y las letras. Hoy día es considerado como uno de los pintores españoles que, con mayor audacia, reinventó los cauces del surrealismo, bajo las influencias de Miró, Picasso—su tesis doctoral en EE.UU.versó sobre el “Guernica”— y del cubano Wifredo Lam, a quien conoció  en Madrid y frecuentó en París tras la derrota de las huestes republicanas. Fue amigo de André Breton y recibió estímulos creativos de Marcel Duchamp. La estética surrealista se reflejó en el libro de cuentos El hombre verde (1944) y el poemario Isla cofre mítico (1955).
Tuvo una vida trashumante, marcada por  su militancia antifranquista y el rechazo a la dictadura trujillista en República Dominicana, país donde residió en los años 40. También habitó en Guatemala, Puerto Rico—allí cultivó la amistad de Juan Ramón Jiménez— y EE.UU., hasta que retornó a España en 1985. Profesó ideas anarquistas y trotskistas, aunque al final de su existencia confesó que para él los “ismos” eran menos importantes que los “anti”, es decir, que la medida de su actitud habría que buscarla “en las cosas a las que me he opuesto y que me seguiré oponiendo por principio”.
Curiosamente, el primer aprendizaje artístico de Granell fue la música y en determinados periodos se entregó de manera profesional a ella. Estudió violín en la capital española y en Santo Domingo ocupó el puesto de concertino en la Sinfónica. En su atelier neoyorquino siempre tuvo a mano el violín, una guitarra y cuadernos de apuntes en los que plasmaba las ideas musicales que se le ocurrían al vuelo.
Estos bocetos —más de 200— no son partituras propiamente dichas, pero anuncian un pensamiento musical en el que se entremezclan las memorias de las melodías de la tierra gallega con giros e invenciones nacidos de sus contactos con el universo caribeño e indoamericano.
La labor de rescate de ese legado, emprendido con motivo del centenario de su nacimiento, requería un completamiento y puesta al día de los materiales esbozados y fue entonces que la Fundación Granell involucró al cubano Alejandro Vargas.
Este agrupó a un colectivo de músicos españoles, el contrabajista José Manuel Díaz, el baterista Lar Legido, la cantante Mónica de Nut, Germán Díaz en la zanfona, el gaitero Edelmiro Fernández y la violista María José Pámpano, en una propuesta donde la imaginativa pujanza melódica de Granel se expresa en un lenguaje contemporáneo cercano al jazz.
A fin de cuentas, se logró mucho más que recordar al compositor que también fue Granell, en tanto la “música revelada” posee suficiente aliento como para trascender.

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