“Unir en un solo movimiento a los indígenas y a los criollos mestizos…”

“Unir en un solo movimiento a los indígenas y a los criollos mestizos…”

Por Daniel Alberto Chiarenza

10 de febrero de 1781: la proclama de Sebastián Pagador fortaleció la revolución de febrero de ese año en el Alto Perú (Oruro)

“Las ciudades españolas del Nuevo Mundo, nacidas como ofrendas a Dios y al rey, tienen un vasto corazón de tierra apisonada. En la Plaza Mayor están el cadalso y la casa de gobierno, la catedral y la cárcel, el tribunal y el mercado. Deambula el gentío alrededor de la horca y de la fuente de agua; en la Plaza Mayor, plaza fuerte, plaza de armas, se cruzan el caballero y el mendigo, el jinete de espuelas de plata y el esclavo descalzo, las beatas que llevan el alma a la misa y los indios que traen la chicha en barrigonas vasijas de barro”. Eduardo Galeano: Memoria del fuego. II. Las caras y las máscaras, Argentina, Siglo veintiuno, 1988.

Sebastián Pagador nació en la Villa Real de San Felipe de Austria de la entonces Real Audiencia de Charcas, también conocida como Villa de Oruro, a principios del año de 1733, hijo de Domingo Pagador y de Cayetana de Miranda.

La proclama de Sebastián Pagador, realizada la noche del 9 de febrero de 1781, le sirvió a este patriota para ser reconocido como el máximo héroe de la Revolución del 10 del mismo mes, cuando fue depuesta la representación administrativa y política de la corona española.

“Amigos, paisanos y compañeros: estad ciertos que se intenta la más aleve traición contra nosotros por los chapetones, esta noticia acaba de comunicarse por mi hija”, sostiene la primera parte de la arenga del sargento Sebastián Pagador, luego de que su hija Lita llegó al cuartel para contarle todos los acontecimientos en la ciudad y los rumores de que los españoles tramaban la muerte de criollos y mestizos alistados en las milicias.

“En ninguna ocasión mejor podemos dar pruebas evidentes de nuestro amor a la patria, sino en ésta”, señaló Pagador, quien pretendía alentar con esa frase a las personas para que se unan a la rebelión contra los españoles.

Es que no había mejor momento para enfrentarse a las fuerzas realistas que aquel 10 de febrero. Aun sin tener armas de fuego, aunque si consiguieron armas blancas, los criollos y mestizos resistieron ante la avanzada de los chapetones.

“No estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas, gustosos, en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humanidad y rendimiento, que hemos tenido con los españoles europeos, en ira y furor y acabemos de una vez con esta maldita raza”.

Quedaba claro que el sacrificio era la misma muerte para lograr ese bien inmaterial tan ansiado por los hombres, la libertad, porque los criollos y mestizos se dieron cuenta que no tenían opciones para ser autoridades, mientras los españoles seguían siendo dueños del poder político.

La mezquindad de los peninsulares al no compartir el poder político con los hijos de españoles y la prole de españoles casados con naturales del Alto Perú, generó un resentimiento de los mandados contra quienes usufructuaban del poder.

Por la Proclama del sargento Sebastián Pagador, muchas personas tomaron la decisión de participar en la rebelión. En la mañana del 10 de Febrero de 1781 la mayoría de los soldados abandonaron el cuartel.

Mientras, el corregidor Urrutia trataba en vano de desmentir los rumores acerca de la intención de sacrificar a criollos y mestizos.

Ángel Torres Sejas, en su obra Oruro en su Historia, dice que el 10 de febrero hubo tensión en la Real Villa de San Felipe de Austria.

Torres asegura que el centro de operaciones de la conspiración era la casa de Jacinto Rodríguez.
“Al anochecer se inició el ingreso de los sublevados, con apoyo de indígenas que llegaron a la Villa para sumarse a la rebelión”.

Señala Torres que se generaron tumultos y los alzados llegaron a la Plaza del Regocijo, donde los revolucionarios no hallaron resistencia alguna, pues el corregidor Urrutia había fugado a Cochabamba.

“Muy pronto la Villa de San Felipe de Austria fue presa de las tropelías en las que participaron los sublevados, por lo que el Vicario Patricio Menéndez pidió a Jacinto Rodríguez ejerza influencia sobre el pueblo para que se calmen los ánimos, después Jacinto Rodríguez fue nombrado Corregidor y Justicia Mayor”.

Jacinto Rodríguez pidió respeto por la vida de los hispanos sobrevivientes a la revuelta, sin embargo, se aclaró que no era posible perdonar al español Francisco de Santelices, acusado de traidor.

Luego, los sublevados sería reprimidos por las tropas chapetonas al mando de Sebastián de Segurola, quien se ocupó de detener a quienes desafiaron al poder de España.

El historiador boliviano Luis Peñaloza escribe: “Muñecas representa al bajo clero nacional, empobrecido y postergado. Relativamente ilustrada, tiene esta clase de caudillos algunos puntos de contacto con los líderes de la revolución agrarista mexicana: Morelos, Hidalgo. Su situación con respecto al indio le da gran ascendiente con respecto a éste y poseen un concepto más amplio de las luchas revolucionarias. Pretenden unir en un solo movimiento a los indígenas y a los criollos mestizos, como pretendiera hacerlo en 1781 Sebastián Pagador […]”.

“Pinedo demuestra la mayor capacidad militar evidenciada por cualquier otro caudillo revolucionario del Alto Perú: tiene concepciones de lucha en escala continental, como único de ganar la guerra, y es posible que si su carrera no hubiese sido cortada tan bruscamente por las muy próximas y ya organizadas tropas españolas del Bajo Perú, habría podido organizar un buen ejército”. Luis Peñaloza: Historia económica de Bolivia, T. I, La Paz, Editorial Juventud, 1947.


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One thought on ““Unir en un solo movimiento a los indígenas y a los criollos mestizos…”

  1. «Chapetones», así llamaban y llamas a los europeos, concretamente españoles, porque por la altitud solían salirles coloretes en las mejillas. Oruro (Bolivia) está a 4.000 metros sobre el nivel del mar

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