Autoinculpación

Autoinculpación

Por Pedro López López*

Estos días me plantearé si debo tirar mi caja de herramientas, limpiar solo con agua y jabón, no volver a pisar Ikea… en fin, todo lo que con una alegre inconsciencia podría incriminarme y hacerme sospechoso ante tan concienzudas autoridades de un sistema que está para velar por nuestra seguridad…

Resulta que estoy tranquilamente en casa el pasado domingo 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla durante la Revolución Francesa… aclaro que no estaba siguiendo el partido final de la Eurocopa… igual que a Brassens nunca le supo levantar la música militar, lo que comparto con él, tampoco a mí me supo nunca levantar el fútbol del asiento ni de la cama, aunque confieso que me llega a conmover que algún equipo tenga gestos como, por ejemplo, el caso del equipo inglés que se enfunda una camiseta con los colores de la bandera republicana para homenajear a la Segunda República española y a los brigadistas que vinieron a defenderla del fascismo patrio.

En estas estaba ese domingo cuando me llega al correo una actualización de noticias del diario Público en la que se informa de El caso de Nahuel: cuando al Estado le sale barato confundir a anarquistas con terroristas y tenerlos 16 meses en la cárcel. Según iba leyendo la noticia se me iba erizando el vello. Quizás haya que aclarar que yo no sigo mucho las innovaciones jurídicas que van introduciendo los jueces, sin duda creativas y que se nos escapan al común. Eso sí, con la ayuda de los eficaces informes policiales, que en este caso eran alarmantes: «La Policía entró de madrugada en su casa y encontró tornillos y herramientas del montaje de una cama de Ikea, varias bebidas con gas, col lombarda y videojuegos como Red Dead Redemption, ambientado en el oeste americano». No solo eso, sino que además parece que había algún producto de limpieza, que, por supuesto, podría servir para fabricar explosivos.

Aquí no queda la cosa: por lo visto, el tal Nahuel y sus cinco compinches lanzaban mensajes “de ideología anarquista revolucionaria” en las redes, con vídeos como Muerte al capital o Capitalismo asesino. Y más: el escrito de acusación hacía constar que los acusados vendían en el Rastro camisetas con mensajes como “La resistencia no es violencia, es autodefensa”. ¡Incluso citaban en sus materiales a Marcuse!

El kit estaba completo… no completo, sino rebosante de elementos que incriminan, según nuestro eficaz sistema de justicia y de defensa del orden. Así que tanto la jueza como la policía consideraron que Nahuel y su grupo eran “presuntamente” miembros de una organización terrorista (¿lógico, no?). Total, que no hubo más remedios que encausarlos, aunque, gracias a los buenos oficios de la jueza, muy benevolentemente el juicio solo fue por enaltecimiento del terrorismo.

Nahuel pasó 16 meses en prisión provisional, desde noviembre de 2015 a marzo de 2017, con aislamiento debido a ser clasificado preso en primer grado y en régimen FIES (para terroristas, especialmente). El juicio se celebró en julio de 2018 con el resultado de que todo el grupo fue absuelto.

¿Se trata de un error? Sí, pero pensemos: ¿a quién no se le hubiera ocurrido que tal cantidad de elementos altamente sospechosos no conformaran un caso de terrorismo, o al menos de enaltecimiento del terrorismo? Ya hemos visto otros casos: los titiriteros, el caso de Extinction Rebellion, que arrojó nada menos que zumo de remolacha a las paredes del Congreso de los Diputados… todo puede ser terrorismo con los ajustes convenientes de un buen profesional de la justicia y del orden.

Quizás no es necesario que nos alarmemos. Igual que para conducir o para realizar nuestro trabajo debemos estar atentos y no descuidar elementos importantes que pudieran dar ocasión a graves descuidos, debemos también vigilar materiales que tenemos en casa, webs o blogs que visitamos inconscientemente etc. etc. En mi caso, estos días me plantearé si debo tirar mi caja de herramientas, limpiar solo con agua y jabón, no volver a pisar Ikea… en fin, todo lo que con una alegre inconsciencia podría incriminarme y hacerme sospechoso ante tan concienzudas autoridades de un sistema que está para velar por nuestra seguridad. ¿Que hay en nuestro país veintitantos mil desahucios al año, o seiscientos y pico mil accidentes laborales, o unas treinta mil personas sin hogar? Bueno, no hay que ponerse tiquismiquis y llevar eso al extremo pensando que esas cosas tienen que ver con nuestra seguridad personal. Cuidado con los abusos de la libertad de expresión, que se empieza diciendo que este sistema es una injusticia, que el capitalismo mata, o cualquier otra barbaridad, y se termina poniendo bombas. Yo confieso que he sido descuidado y he dicho (y escrito) barbaridades de nuestro sistema (capitalista). Vigilaré mis tentaciones, aunque necesitaría entrenamiento hasta para manejar un tirachinas. Y, como decía Napoleón, de lo sublime a lo ridículo hay solo un paso.

* Profesor (jubilado) de la Universidad Complutense. Activista por los Derechos Humanos.
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