Cecilia, recordando a un espíritu libre y feminista

Cecilia, recordando a un espíritu libre y feminista

Por Mariano Muniesa

No fue una rockera en el sentido convencional, pero sí estaba en el ámbito de mujeres como Carole King, Joni Mitchell o Melanie. Una compositora, guitarrista y cantante que murió a comienzos de agosto de 1976, una víctima más en la música de la carretera a la emblemática edad de 27 años. Mujer independiente, valiente y empoderada, aún dentro de los estrechos márgenes del franquismo rompió tabúes e incluso llego a estar procesada por el tribunal de orden público. Una historia que terminó demasiado pronto…

Cecilia, una voz y un corazón que se adelantó a su tiempo

Por desgracia, la historia es en gran parte conocida. En la madrugada del 1 al 2 de agosto de 1976, pronto hará 50 años, Evangelina Sobredo Galanes, más conocida para todo el mundo de la música en España como Cecilia, murió en un trágico accidente de automóvil mientras regresaba con su grupo desde Galicia, donde había estado haciendo una actuación esa misma noche hacia Madrid. Tristemente, ninguna como ella -salvo quizá Luz Casal, Aurora Beltrán o Mercedes Ferrer- ha vuelto a surgir en el panorama musical español cinco décadas después.

Es muy posible que a muchos o muchas de ustedes les extrañe que dedique este espacio hoy a una cantautora que además durante sus años de éxito en la primera década de los 70 estuvo más asociada a la llamada “canción ligera” en aquella época. Desde luego, si nos atenemos al sonido, la producción y la orquestación de sus discos, sin duda poco tienen que ver con lo que se estaba haciendo en Madrid por parte de Asfalto o Coz, en Sevilla con Smash o Storm o en Barcelona con el rock layetano, Máquina o Lone Star. Ahora bien, si comparamos los discos y canciones de Cecilia con lo que en los años 60 habían hecho tanto Bob Dylan como Simon & Garfunkel, Joni Mitchell, Melanie o incluso Joan Baez, Cecilia entra plenamente en los mismos parámetros, tanto en lo musical como en lo vivencial. Folk Rock con trabajados arreglos, secciones de viento y una sonoridad del más puro estilo Waldo de los Ríos o Juan Carlos Calderón, pero que supo transmitir y comunicar un mensaje que tanto desde la ironía como desde la inteligente crítica social a la España en la que vivió sus años como artista, fue una artista auténticamente revolucionaria y una de las pioneras del feminismo en nuestro país. Algo que solo se le reconoció a posteriori, pero que así fue.

Evangelina nació el 11 de octubre de 1948 en El Pardo, Madrid, en el seno de una familia acomodada cuyo padre, José Ramón Sobredo, era un oficial del ejército que siempre desempeñó sus funciones en el cuerpo diplomático, motivo por el cual ella pasó gran parte de su infancia y adolescencia viviendo en diferentes países, como Portugal, Egipto, Jordania, Argelia y sobre todo, Inglaterra y Estados Unidos, motivo por el cual de niña aprendió a hablar en inglés antes incluso que en castellano.

Cuando volvió a España a finales de los años 60, había conocido todo lo que fue la explosión del fenómeno de la contracultura, el movimiento hippie, el folk rock y el West Coast Rock, por lo que no le fue difícil, a pesar de su juventud formar un primer grupo de folk rock que se llamó Expresión, de efímera vida en el que estuvo junto a Nacho Sáez de Tejada, perteneciente más tarde a una de las formaciones pioneras en los 70 del folk estatal: Nuestro Pequeño Mundo. Expresión llegó a grabar un single con dos canciones en inglés que lograron cierto éxito, “Try Catch The Sun” y “Have You Ever Had A Blue Day?” pero Evangelina pronto dejó el grupo, convencida de sus posibilidades para lanzarse como artista en solitario.

La multinacional CBS, que se acababa de establecer en España y que buscaba artistas locales que pudieran seguir la línea de Bob Dylan y de Simon & Garfunkel, se fijó muy pronto en ella y en 1971 le ofreció su primer contrato discográfico, fruto del cual fue su primer larga duración, ‘Cecilia’, editado en 1972. Evangelina escogió como nombre artístico Cecilia por la famosa canción de Simon & Garfunkel, a cuyo famoso clásico “The Boxer” quiso hacer homenaje en la portada de aquel disco, apareciendo en la fotografía del arte final con un guante de boxeo en la mano derecha.

Aquel disco, en el cual había unas maravillosas canciones en inglés que bien podían recordar tanto a The Byrds como a The Flying Burrito Brothers, caso de “Portraits And Pictures” o “Mama Don´t You Cry”, ya mostraba a esa Cecilia personalísima, rebelde y creativa, que se rebelaba contra el machismo en las relaciones amorosas en “Fui” (“¿Qué soy yo? / ¿soy igual que las demás? / una palabra, una noche fingida / una despedida”), decía su letra, o como en “Llora”, donde expresaba la amargura y la tristeza de esas generaciones enteras de mujeres condenadas a la invisibilidad (“Llora / una mujer tan cansada / con las paredes frías habla / de su vida seca”), sin dejar de criticar la hipocresía de las mujeres de la alta burguesía en “Doña Estefaldina” o en “Dama, Dama” (“Dama, Dama / de alta cuna, de baja cama / esposa de su señor / amante de un vividor”).

En sus dos siguientes discos, ‘Cecilia 2’ y ‘Un ramito de violetas’ siguió apostando, dentro de una originalidad enorme envuelta en una canciones llenas de una musicalidad y un atractivo muy grandes, por tocar temas que hasta entonces habían sido tabú, como la guerra civil, (“Ahora vivo a costa / de un millón de cuerpos / de un millón de tumbas / de un millón de sueños”) lo que le costó pasar por los juzgados de orden público y muy especialmente “Mi querida España”, canción a raíz de la cual tuvo otro grave enfrentamiento con la censura franquista en 1975, ya en los últimos coletazos del régimen. No abandonó nunca su relato feminista, si cabe cargado de una muy inteligente ironía (“Mi madre prepara mi boda / con un caballero de whisky con soda / y quiero ser equilibrista / Paloma la Pluma, reina de la pista”), criticó la hipocresía religiosa en “La primera comunión” o “Don Roque” (“Don Roque / piedra de toque / de aquella iglesia española / fue buen catador del vino de su tierra / jugador de mus y dominó en la taberna/ y al calor del casino charla con sus amigos / sobre la guerra y los tiempos perdidos”), pero también desnudó muchos de sus recuerdos más íntimos con una ternura y una sinceridad emocionantes, como en “Mi pobre piano”, “Tu retrato” o “Andar”, que recientemente ha sido versionada por una joven y excelente nueva cantante de rock en su álbum debut homónimo, Cas de Rojas, de quien espero pronto hablar más en profundidad en estas páginas también.

En el verano de 1976 Cecilia había alcanzado el éxito a gran nivel -incluso había representado a España en el Festival de la OTI de 1975-, actuaba por todo el país y tenía sonando en todas las radios su último hit-single, una preciosa y emotiva canción llamada “Tu y yo”. Pero aquella noche, tras finalizar una actuación en la sala Nova Olimpia de Vigo, ella y todo su equipo salieron rápidamente hacia Madrid, pues Cecilia tenía que hacer unas grabaciones de estudio aquella misma mañana para partir por la tarde hacia Andalucía, donde tenía contratada otra actuación. En una calle del casco urbano de la población zamorana de Colinas de Trasmonte con muy deficiente iluminación, el coche, que parece ser iba a mucha velocidad para llegar pronto a Madrid, chocó contra un carro transportado por bueyes. A consecuencia del accidente, Cecilia, que iba dormida en el asiento trasero, perdió la vida.

Una mujer tierna y sensible, luchadora y guerrera, inteligente y culta, abnegada y trabajadora… un espíritu libre y luminoso que como tantos otros, nos dejó con tan solo 27 años. Como Brian Jones, Jim Morrison o Janis Joplin.

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