1 de abril de 1971: La vengadora del Che Guevara
Daniel Fernández Abella*. LQS. Abril 2021
Ajustició al hombre que cortó las manos al Che… Monika Ertl
En Hamburgo, Alemania, eran las 10 menos 20 de la mañana del 1 de abril de 1971. Una bella y elegante mujer de profundos ojos azules entra en la oficina del cónsul de Bolivia y, espera pacientemente ser atendida.
Mientras hace antesala, mira indiferente los cuadros que adornan la oficina. Roberto Quintanilla, cónsul boliviano, vestido elegantemente de traje oscuro de lana, aparece en la oficina y saluda impactado por la belleza de esa mujer que dice ser australiana, y quien días antes le había pedido una entrevista.
Por un instante fugaz, ambos se encuentran frente a frente. La venganza aparece encarnada en un rostro femenino muy atractivo. La mujer, de belleza exuberante lo mira fijamente a los ojos y sin mediar palabras extrae un revolver y dispara tres veces. No hubo resistencia, ni forcejeo, ni lucha. Los impactos dieron en el blanco. En su huida, dejó atrás una peluca, su bolso, su Colt Cobra 38 Special, y un trozo de papel donde se leía “Victoria o muerte. ELN”.
Huida de la alemania nazi
Hans Ertl –el padre de Monika – tuvo el infortunio de ser reconocido para la historia (y su posterior desgracia), como el fotógrafo de Adolfo Hitler, a pesar de que ni pertenecía al partido nazi. Así que cuando el régimen cayó, Ertl y su familia (aunque intentaron quedarse en Alemania) migraron a Latinoamérica.
Después de una breve estancia en Chile, el 3 de marzo de 1950, los Ertl llegaron a Bolivia, a través de lo que sería conocida como la ruta de las ratas, sendero que facilitó la huida de miembros del régimen nazi hacia Sudamérica al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
En 1951 se establecieron en tierras de la Chiquitania, en una propiedad de 3.000 hectáreas llamada “La Dolorida”, donde Hans comenzaría una nueva vida acompañado de su esposa e hijas, la mayor, Mónica.
Hans realizó en Bolivia varios filmes (Paitití e Hito Hito) y trasmitió a Mónica la pasión por la fotografía, lo que le sirvió para posteriormente trabajar con el cineasta boliviano Jorge Ruiz.
Monika se crio en un círculo tan cerrado como racista, en el que brillaban tanto su padre como otro siniestro personaje al que ella se acostumbró a llamar “El tío Klaus” (seudónimo de Klaus Barbie), empresario germano y ex jefe de la Gestapo en Lyon (Francia).
Klaus Barbie cambiaría su apellido por “Altmann” antes de involucrarse con la familia Ertl y con personalidades políticas, al punto de llegarse a ganar suficiente confianza como para, se dice, llegar a asesorar dictaduras sudamericanas.
Monika se casó con otro alemán en La Paz y vivió en las minas de cobre en el norte de Chile pero, luego de diez años, su matrimonio fracasó y ella se convirtió en una política activa que apoyó causas nobles. Entre otras cosas ayudó a fundar un hogar para huérfanos en La Paz, ahora convertido en hospital.
Sin embargo, la muerte del guerrillero argentino Ernesto Che Guevara en la selva boliviana (octubre de 1967) fue para ella el empujón final para sus ideales. Monika –según su hermana Beatriz–, “adoraba al “Che” como si fuera un Dios”.
A raíz de esto, la relación padre e hija fue difícil por la combinación: ese fanatismo adherido a un espíritu subversivo; quizá factores detonantes que generaron una postura combativa, idealista, perseverante. Su padre fue el más sorprendido y, muy a su pesar, la echó de la granja.
De cineasta a “Imilla”
A finales de los sesenta, para Monika todo cambió con la muerte del Che Guevara. Rompió con sus raíces, dejó de ser aquella chica apasionada por la lente para convertirse en “Imilla la revolucionaria” refugiada en un campamento de las colinas Bolivianas. A medida que fueron desapareciendo de la faz de la tierra la mayor parte de sus integrantes, su dolor se trasformó en fuerza para reclamar justicia convirtiéndose en una clave operativa para el ELN (Ejército de Liberación Nacional de Colombia).
Durante los cuatro años que permaneció recluida en el campamento escribió a su padre, solamente una vez por año, para decir textualmente “no se preocupen por mi… estoy bien”. Lamentablemente, nunca más la volvió a ver; ni viva, ni muerta.
Así fue como el año 1971, cruza el Atlántico y vuelve a su natal Alemania, y en Hamburgo ejecuta personalmente al cónsul boliviano, el coronel Roberto Quintanilla Pereira, responsable directo del ultraje final a Guevara –la amputación de sus manos, luego de su fusilamiento en La Higuera–. Con esa profanación firmó su sentencia de muerte y, desde entonces, la fiel “Imilla” se propuso una misión de alto riesgo: juró que vengaría al Che Guevara.
Después de cumplir su objetivo comenzaría una cacería que atravesó países y mares y que solo encontró su fin cuando Monika cayó muerta el 12 de mayo de 1973, en una emboscada que según algunas fuentes fidedignas le tendió su traicionero “tío” Klaus Barbie.
Los restos del padre y la hija
Después de su muerte, Hans Erlt siguió viviendo y filmando documentales en Bolivia, donde murió a la edad de 92 años (año 2000) en su granja ahora convertida en museo gracias a la ayuda de algunas instituciones de España y Bolivia, donde permanece enterrado. Su sepulcro fue preparado por Hans mismo, quien había expresado en una entrevista concedida a la agencia Reuters: “No quiero regresar a mi país. Quiero, incluso muerto, quedar en esta mi tierra”.
En un cementerio de La Paz, se dice que descansan “simbólicamente” los restos de Mónica Ertl. En realidad nunca le fueron entregados a su padre. Sus reclamos fueron ignorados por las autoridades a partir del hecho. Estos permanecen en algún sitio desconocido del país boliviano. Yacen en una fosa común, sin una cruz, sin un nombre, sin una Bendición de su padre.
* Diario de un escritor revolucionario
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