23-F: Una vez más por estas fechas
“LA DEMOCRACIA, PARA LO ÚNICO que ha servido es para que los trabajadores dejen de actuar de una forma revolucionaria”.
Una vez más por estas fechas tan “entrañables”, esta vez con casting de lujo y guión cocinado en la Casa, habremos de sufrir ese culebrón que ya viene siendo todo un clásico por estas fechas, como en el pasado lo fueran las torrijas, la música sacra en la radio, los santos velados en los templos y las pelis de leones devorando cristianos por Semana Santa; los partidos de fútbol y las grandes concentraciones del estadio Santiago Bernabeu para que el personal no acudiera a las concentraciones no autorizadas de la Glorieta de Atocha y olvidara definitivamente que el Día de San José Obrero ya no era el Iº de Mayo del pasado: jornada de lucha y de reivindicación para el obrero, entre otras cosas porque, al fin, el Glorioso Movimiento Nacional había triunfado sobre las hordas marxistas y había desterrado la lucha de clases: ya no existían los obreros ni la explotación. De un solo plumazo, dejábamos de ser esclavos para, sin exclusión alguna, convertirnos todos en productores, por la gracia de Dios, que moraba en El Pardo, según consta en las monedas que aún circulan por ahí.
Pues eso, para que no se nos olvide la enorme deuda que estos pueblos de la Península Ibérica y sus islas tienen contraída con el Monarca, que parece como si la mercancía en sí no estuviera todavía asegurada en el mercado, nos lo vuelven a pasar, una y otra vez por la pantalla chica, como si de un producto más en promoción se tratara, entre noticias de despidos masivos, importante ascenso de la morosidad, los escandalosos casos de corrupción entre los zagales del PP, que ya no sorprenden a nadie y las camisetas comiditas de agujeros de los aguerridos mozos de Fama; la Casa anuncia una nueva superproducción que, estamos seguros, nada tendrá que envidiar a las prestigiosas producciones de Pakula (Todos los hombres del Presidente) ni a la última de Ron Howard (El desafio. Frost contra Nixon).
Creo que fue Joseph Goebbels quien afirmó “una mentira, a fuerza de ser repetida una y otra vez, puede convertirse en verdad”.
Más allá de las frases hechas, lo que sí es evidente es que, si algo hay que reconocerles a unos y a otros: a estos “machangos” de Suresnes, y a tantos otros que pudieron estar allí en aquellas jornadas tan gloriosas para el socialismo español, es que todos ellos hicieron una buena inversión: desterrando el marxismo de sus discursos y de sus análisis y aceptando la Monarquía como forma de gobierno. Y todo entre citas de don Antonio Machado y acudir (el 22 de febrero de 1979) a su tumba, aunque sea entre gritos de ¡¡viva la república!! del FRAP y sus simpatizantes, que una foto es una foto y la vida currículo es.
Es más que evidente que las imágenes que prometen los de la casa no van a comprometer el buen nombre de la Real familia. Todo quedará como si de un cumple más del Señor de la Zarzuela se tratara. Ninguna sorpresa que altere la feliz existencia de esta joven democracia: nada te altere, nada te espante.
A veces, cuando cuestionamos la monarquía como forma de gobierno, aquí, en España, se nos dice que el Rey nos salvó del famoso Golpe del 23F; que ha demostrado ser un demócrata que superó la prueba de fuego, lidiando con los montaraces militares que pusieron en peligro la Constitución de 1978 en aquellas horas; que con él hemos madurado todos los españoles democráticamente; que es un tío muy enrollado y que, total, qué más da, si el papel que juega en una democracia parlamentaria es el de viajar y representarnos en los foros internacionales y otros eventos varios.
Quizás la diferencia esté ahí, en que no lo aceptamos como mal menor. En que no aceptaremos jamás una Constitución clavada por el primero que pasaba por allí tras la muerte del extinto. Que ya fue bastante bochornoso para los antifascistas ver como la vida de aquel traidor general se extinguía en una cama, rodeado de médicos y de los más sofisticados medios de que disponíamos para prolongarle la vida que, por lo visto, no había sido lo suficiente larga como para liquidar a los sempiterno enemigos de España, que eran muchos y se reproducían como las serpientes de Laertes; sin haber comparecido ante ningún tribunal internacional que le obligase a rendir cuentas por sus numerosos crímenes. Si todo esto no fue suficientemente humillante, además teníamos que apechar con que el laureado general se permitiera el gesto de señalar a su sucesor en la persona de uno de los miembros de aquella familia que fue expulsada por indeseable un día de abril de 1931. Que muchas gracias, pero ya teníamos una Constitución: la misma que habían conculcado los generales del 36, con el apoyo económico de Alfonso XIII y las simpatías, como no podía ser de otro modo, de Juan de Borbón.
Cuánto más honesto, a la muerte de Franco digo, no hubiese sido formar un Gobierno Provisional y haber convocado unas elecciones libres. Pero esto mismo nos lleva directamente al tema de la Constitución, porque, en realidad, durante los años del franquismo habíamos vivido bajo las leyes emanadas de los golpistas del Glorioso Movimiento Nacional del 18 de julio de 1936, y lo que en justicia procedía, al extinguirse éste, era que se restableciese la legalidad republicara de 1931, que no fue impuesta por la fuerza de los tanques ni por la punta de las bayonetas. Ni más ni menos que se restableciese la legalidad salida de la voluntad de estos pueblos, libremente expresada en las urnas. A esto, señores constitucionalistas y leguleyos, se le llama educar en valores. ¿O es que la Constitución, la bandera de un país, por las que los ciudadanos trabajan, mueren, si esto es preciso, en los frentes o ante los pelotones de ejecución del ejército enemigo, sea éste interno o foráneo, no merece mayor respeto que ese ejemplar de el diario El Mundo que arrojamos al contenedor del cartón cuando alguien nos lo ofrece?
Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los que colaboran en ésta y otras Webs parecidas no votaron la actual Constitución, y si lo hizo fue por la coacción de determinados partidos. Por eso ésta, para muchos, no dejará de ser más que la Constitución del miedo. Votada bajo la coacción de los sables y los cañones de las pistolas de los carniceros de aquella otra España que no sobrevivió a la borrachera de sangre de los 4 generales de la canción.
Carecemos de datos de lo que realmente aconteció en aquellas largas horas en que los generales, como ya es tradición en estas tierras, tuvieron en sus manos los destinos del País. Lo que realmente aconteció en aquellas largas horas hasta el momento en que Juan Carlos tomó la decisión de grabar su breve discurso, vestido con el uniforme de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, es algo que se nos escapa a los ciudadanos. Una vez más hemos de aceptar la historia oficial como verdad absoluta. Tal vez no seamos más que unos mal pensados, gente de mala fe que, en el fondo, lo que nos pasa es que leemos demasiado y por el contrario vemos poca tele. O tal vez si que triunfó el Golpe y tan solo vivimos en el sueño de la libertad. Porque si no, a estas alturas ya debería haberse producido alguna enmienda en aquella Constitución.
Tras finalizar la performance, que dicen los modernos, nada que no fuera lo que tantas veces se nos ha repetido se dijo allí. Ni una sola sombra que empañase la noble imagen del joven estadista que juró fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento. Él, que prometió no abandonar a su suerte a las gentes del pueblo saharaui, como parte integrante del territorio nacional, hasta derramar la última gota de sangre española. Él, que malamente sobrevive con poco más de 500 euros mensuales, como el que esto escribe.
Quizás lo que más me duele de todo esto sea que, los pequeños núcleos a que reducen con su propaganda la resistencia republicana no son capaces de crecer en la medida de lo deseable. Que al final quedemos como pequeños focos de resistencia de románticos lamiéndonos las heridas del pasado. Porque la realidad es la que es: al grueso del personal le preocupa más la situación económica; si la Unión Deportiva saldrá del bache en el que cayó, o qué sorpresas nos deparará el Carnaval de éste año, (aunque luego te saluden como viejos conocidos, en las manis, cuando sacas tú bandera republicana) que el de dónde venimos, dónde vamos, y con quién vamos en esta batalla por la dignidad obrera y por la identidad. Que lo que son banderas no faltan. Como jíbaros, a esto redujeron nuestros ideólogos los sueños del pasado.
Al final de todo esto queda lo que Peter Weis llamó “la estética de la resistencia, la resistencia del diamante”…y las imperecederas palabras de todos los poetas leales juntos, que es un valor más sólido que la cuenta más fiable en el banco suizo.
Y es aquí, sobre todos los discursos de los falsos profetas del ya fenecido y caduco Eurocomunismo, sobre la demagogia de los hechos, donde cobran todo su actualidad y toda la dimensión las palabras de Gabriel Celaya:
Nosotros somos quiénes somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus propios muertos.
Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
De cuanto fue nos nutrimos, transformándonos crecemos,
y así somos quienes somos, golpe a golpe y muerto a muerto.
Somos bárbaros sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.
¡A la calle, que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.
Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.
Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen tiento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.
Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.
No quiero justificarte
como haría un leguleyo.
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.
¡A la calle!, que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
Sí, verdaderamente somos mucho más que toda esa multitud que a estas mismas horas desfilará en los Carnavales, ante el alcalde que se embolsó su buen chorro de millones de dinero público con la Operación de la Playa de las Teresitas.
¡¡Viva la República!!