La mujer que reclamó ser reina del Río de la Plata

La mujer que reclamó ser reina del Río de la Plata

Por Daniel Alberto Chiarenza*

El 19 de agosto de 1808 marcó un hito en la historia de las monarquías ibéricas, cuando Carlota Joaquina y Pedro Carlos de Borbón presentaron su “Justa Reclamación” para asumir el control de los territorios americanos. Este acto fue una respuesta directa al vacío de poder en España, generando un intenso debate sobre el rol de la mujer en el gobierno y desafiando las normas patriarcales de la época.

19 de agosto de 1808: justa reclamación de Carlota Joaquina y Pedro Carlos

“Fue precisamente ante la posibilidad de asumir Carlota el gobierno provisorio de la monarquía cuando los discursos de género se mostraron más activos. Sus opositores cuestionaban la capacidad de una mujer para asumir las tareas de gobierno en una situación tan delicada como la vigente en aquel momento. Tanto en la prensa como en el recinto de las Cortes se esgrimieron argumentos en este sentido”. Una mujer que desafió a los reyes. Algunos momentos de la trayectoria de Carlota Joaquina de Borbón. Marcela Ternavasio: Dra. en Historia (UBA), Profesora titular Historia Argentina I (UNR), investigadora del CONICET.

Juan VI de Portugal y Carlota Joaquina de Borbón

Pedro Carlos de Borbón y Braganza, nieto de Carlos III, no tenía título para reclamar la sucesión española contra los derechos de Carlota Joaquina, hermana mayor de Fernando VII. Ni si se aceptaba la ley sálica, pues era preferente el vínculo de su tío Fernando IV, rey de Nápoles, hermano de Carlos IV de España, que resistía a Napoleón en Sicilia apoyado en la escuadra inglesa. Sin contar a los hermanos de Fernando –Carlos y Francisco- bajo el control de Nápoles.

“Mientras tanto a Brasil se había mudado, con ayuda de los ingleses, la entera corte de Portugal ante el irrefrenable avance de los ejércitos napoleónicos. Allí, en Río de Janeiro, estaba la hermana de Fernando VII, la princesa Carlota Joaquina, casada con el Príncipe Juan, Regente de Portugal. También estaba el primo de Carlota, el Infante don Pedro, hijo de Gabriel de Borbón, hermano de Carlos IV. Ambos, Carlota y Pedro, juzgaron que estando Fernando inhabilitado de su mando bien podían ser ellos reyes en Buenos Aires y presentaron una “Justa Reclamación” al Príncipe Regente, a quien consideraron autoridad competente e imparcial en el asunto”. Vicente Mario Di Maggio: Un rey, o una reina, para la Reina del Plata. Panamá-No todo es política, 2024.

La nota, con la firma de Carlota y Pedro Carlos, estaba dirigida al regente Juan, y de esta manera se redacta el documento básico del carlotismo. Ambos “infantes” representantes de la Casa Real de España, decían al regente de Portugal que protegiera su causa “contra la propagación del sistema usurpador de Napoleón… por ser los más inmediatos deudos del rey de España… [a fin de] asegurar sus derechos combinándose con las fuerzas inglesas, portuguesas y españolas para impedir que los franceses practiquen en América las mismas violencias y subversiones que cometieron contra casi toda Europa… interesando al almirante de Inglaterra… disponga sus fuerzas navales… proteja el río de la Plata… franqueándole recursos y avisos a los jefes, autoridades y magistrados en estos dominios”.

Pedro Carlos de Borbón

El regente acepta “la saludable combinación” de su esposa y su sobrino “en bien de los españoles que son fieles a la Corona”. Tres días después, Carlota y Pedro Carlos dan sendos Manifiestos “a los leal y fieles vasallos del Rey Católico de las Españas e Indias”.

Los “Manifiestos” fueron redactados por Coutinho y llevada a la aprobación de Sydney Smith con la “Justa Reclamación”. Aquéllos fueron traducidos al castellano por el Dr. (al menos así se titulaba) José Presas y Marull, catalán educado en Buenos Aires, fugado para eludir responsabilidades por su anglofilia cuando la ocupación de Beresford, y que Sydney Smith había puesto de secretario a Carlota.

La “Justa Reclamación”, la aceptación del regente y ambos “Manifiestos” se imprimieron en Río de Janeiro y circularon en toda América española. Fueron remitidos a los virreyes, audiencias, gobernadores, capitanes generales, intendentes, obispos, consulados, cabildos seculares y eclesiásticos y personas de representación, acompañados de cartas de Carlota. A Buenos Aires escribió la princesa a Liniers, la audiencia, consulado, ambos cabildos, fray Francisco Chambó, Juan de Almagro y Sobremonte (preso en su quinta de San Fernando).

Juan de Almagro, después asesor del virreinato en tiempo de Cisneros, era un amigo de Presas que quedó ligado en primera fila al “carlotismo”.

Los documentos estuvieron en Buenos Aires el 13 de septiembre. Fue tan extraño que papeles tan importantes llegaran con un emisario insignificante –un tal Carlos Guezzi- y distribuidos a la volanta, que muchos dudaron de su autenticidad. Estos pliegos, de dudosa procedencia, involucraron no sólo al grupo criollo que adhirió al carlotismo en la capital del Virreinato del Río de la Plata, sino también a las autoridades coloniales, a las autoridades sustitutas del rey en la Península, a la Corte de Braganza y a los gabinetes británicos.

El Manifiesto de Carlota historiaba la abdicación de Carlos IV (decía que aquella era nula), declaraba ser “una depositaria y defensora de estos derechos” para “restituirlos al legal representante de mi Augusta Familia”, y pedía a los hispanoamericanos “mantenerse en orden y lealtad hasta que mi amado primo, el Infante Don Pedro Carlos, u otra persona, llegue entre vosotros interinamente para arreglar los asuntos de gobierno”.

El de Pedro Carlos hacía la reserva de “guardar los derechos de antelación y preferencia” incluso del rey de Nápoles, “según el orden de sucesión prefijado por las leyes fundamentales de la monarquía”.

El error fundamental era basar la reclamación “en la abdicación de Carlos IV” y no en la prisión y forzada renuncia de Fernando, que hacía pensar que se quería suplantar a éste, y la contradicción –dejada de propósito por Coutinho- de sostener conjuntamente ambos su legitimidad: una por la pragmática de Carlos IV, y el otro por la ley sálica.

La Reclamación y demás documentos llegaron en mal momento: Cuando acababa de mandar su nota del 2 de septiembre que anunciaba una próxima invasión portuguesa. Lo había hecho movido por el despecho de su larga antesala en Montevideo, pero contribuía a que no se tomase como pacífico lo que venía de Río de Janeiro.

“Pero, sin el apoyo británico, las pretensiones de soberanía de ambos países no tenían sentido alguno. En ese contexto, nada sería ni volvería a ser igual. La crisis de los imperios señaló el punto de partida de los movimientos liberales en las dos naciones y en los mismos dominios americanos. Las intrigas palaciegas tenían, sin duda, su peso, pero no todos los contendientes estaban dispuestos a aceptarlas sin más. La época de las revoluciones atlánticas había llegado finalmente a ambos países ibéricos”. Carlota Joaquina, la hermana de Fernando VII que intrigó para reinar. La Vanguardia.

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