A la huelga general por derecho
Nos sacarán los ojos. Nos quitan las palabras. Nos sacarán hasta los mocos para crear cosmética. Nos obligan a comulgar con ruedas de molino. Nos descerebran. Nos sojuzgan. Nos mienten por hábito. Nos explotan. Nos desechan. Nos violan. Nos multan. Encarcelan las disidencias. Nos invaden. Nos despojan. Nos matan. Son ya 400.000 desahucios a golpes. El cinismo opusdeísta no conoce límites. Aplican su cilicio a toda la sociedad de abajo. A Rajoy se le está suicidando la mayoría silenciosa.
Comen, mean, cagan, sonríen y actúan como seres humanos, pero no lo son, más que estéticamente. Son autómatas cuyo único programa es atrapar la pasta y nunca es la suficiente. Su avaricia no rompe el saco. Han demostrado su eficacia y su frialdad de hielo. Esta sociedad es un pproducto de su atrabiliario determinismo. Sus emociones son fiebres prestadas por la costumbre: diseñados gestos maquinales. Indisimulado disimulo.
Son los misioneros de la ciénaga definitiva, aniquiladores de cualquier esperanza de liberación y justicia. Son una tupida red estúpida del inhumanismo de las cifras. Son un pulpo de tentáculos letales. Se autocreen ungidos por el destino de la propiedad; su morbo más deseable es figurar de perfil en las monedas. Son los lujosos robots de la ansiada mediocritas. Los genios y los locos son incómodos, pero los temerosos son carne de cañón preferencial. Abono de futuro.
Resistir es vencer pero no sólo es eso. Esto no es una crisis, es una estafa totalizante. Los amos del cotarro aceleran a fondo para quebrar la resistencia, porque no quieren que aparezca ni por azar un punto de inflexión. No hay respiro. Ellos llevan por ahora la batuta de esta ópera trágica. Los monjes tibetanos reivindicativos se queman a lo bonzo; aquí la desesperación se arroja por la ventana.
“Lo llaman democracia pero no lo es”: en el libreto de esta tramoya aparecen personajes de una realidad macabra. Viejos ateridos sin calefacción por no poder pagar las facturas. Desahuciados suicidas. Banqueros de la usura que ponen de rodillas a los polichinelas políticos. Compran barato y venden caro. Obispos insensibles y cómplices de la extrema necesidad. El evangelio es un rollo de papel higiénico: quitárselo a los pobres para repartírselo entre los ricos. Lo contrario de los bandidos generosos. Oligarquía brutal.
Las leyes de la explotación inmisericorde que ni siquiera sintonizan con las de los otros países europeos. En España reina un grado de degradación insoportable. En vez de un país esto es un casino donde, lo mires por donde lo mires y juegues a lo que juegues, siempre abusa de ti la banca.