“A mí me daría vergüenza ser española”*
“El que no sabe es un imbécil; el que sabe y calla, es un criminal” B. Brecht
Están ahí, en la Plaza de la Feria, al pie de la Delegación del Gobierno, ese colosal edificio al que, en estos momentos, solo le falta la “gallina” y el yugo y las flechas. Llevan ahí acampados más de 36 días, -por no extenderme aquí hablando de los 35 años que llevan resistiendo en los campos de refugiados-. La gente se les acerca y les da ánimos.
Con sus plásticos contra la lluvia y sus alfombras; con su bandeja y sus vasos para ofrecernos un te cuando nos acercamos para conversar con ellos; con su bandera de la República Saharaui Democrática y reivindicando al Frente Polisario; con su actitud, aquí y en los campamentos, están dándonos al mundo una lección de tenaz resistencia, de dignidad, precisamente en estos días en que “se dispara” el amor fraterno y la solidaridad en el mundo cristiano, “son readmitidos” todos los despedidos en el último año y “encuentran casa” todos aquellos que carecían de ella.
Los veo ahí, mientras nosotros nos preocupamos por escoger el libro más adecuado, la prenda que sabemos que a el o a ella más le van a gustar, el CD que va a escuchar y que le hará feliz, hasta en el coche, en los tediosos minutos de espera ante el semáforo en rojo, en estos días en que casi todo el planeta se transforma en un inmenso y “entrañable” belén y donde por no faltar no faltarán ni siquiera las siempre “cálidas”, “edificantes” y “sabias” palabras del Rey nuestro Señor, y no puedo por menos que pensar en aquellos republicanos que, una vez concluida la última batalla, tuvieron que tomar a pie los nevados pasos hacia Francia, perseguidos así y todo por la metralla de la aviación franquista, mientras en tantos y tantos hogares del orbe cristiano y en tantos templos resonaban los villancicos y las “providenciales” palabras del Papa o las del rey. Veo a estas nobles gentes y no puedo dejar de pensar en aquel pueblo nuestro, abandonado a su suerte hasta por la Sociedad de Naciones, mientras Hítler y Mussolini enviaban aviones, ametralladoras, tropas, todo lo que fuera preciso para ganar aquella guerra, todo cuanto fuera necesario para someter a las ciudades y a sus hombres y mujeres: Madrid, Almería, Málaga, Bilbao, Guernica, Badajoz, Sevilla, Barcelona, Teruel, Valencia, Lérida… Aquella lejana tragedia española, cuando los poetas de la tierra escribían poderosos y demoledores poemas contra el fascismo y contra los tiranos, versos que doblaban como campanas en las conciencias de los pueblos, en vez de dedicarse a escribir nutricios bestsellers para enriquecerse. Cómo serían las Navidades de los pueblos ocupados por las fuerzas nazis, en los ya lejanos días de la II Guerra Mundial: Polonia, Checoslovaquia, Rusia, Italia, Francia.
Cuando realmente demuestran su inutilidad los organismos internacionales es cuando un pueblo, expropiadas sus tierras y ocupadas éstas militarmente por el país vecino, se ve abandonado a su suerte por eso que se ha dado en llamar la “comunidad internacional”. Y lo peor: en esta ocasión somos nosotros, España, los que le vendemos armas al déspota, tirano, opresor de turno. El que asesina, tortura, hace desaparecer a los opositores, quema, encarcela, ignora los más elementales derechos humanos. Este es el buen talante de que ha venido haciendo gala nuestro Gobierno desde que ganara las elecciones del ¡NO A LA GUERRA! Ahora, y para mayor vergüenza de los pueblos del Estado Español, es el HECHO EN ESPAÑA el dato de origen de las armas que aplastan a los que se rebelan contra la tiranía de Mohamed VI. Ahora son empresarios españoles los que invierten y engordan con las inversiones en Marruecos.
Se acabó la inocencia: un solo voto para la formación PSOE supone la represión, el crimen organizado en torno a una corona; la complicidad en el asesinato, el silencio ante las torturas y los numerosos desaparecidos y recluidos en la Carcel Negra de El Aaiún.
De ser un pueblo oprimido por un tirano, hemos pasado a ser los silenciosos cómplices, encubridores, coautores, compinches del déspota alauita. Esto bien aguanta lo de “terrorismo de estado” que tantas veces hemos denunciado en las calles. Aquí no se salva nadie: “se trata de un asunto de Estado”. Y punto. Lo cual deja muy poco margen para los escrúpulos y para la ética, y sobre todo en tiempos de crisis. ¿De dónde saldrían si no los sueldos de nuestro monarca, los de los señores parlamentarios, los del Presidente del Gobierno de España y los del resto de gobiernos autónomos, el de la señora De la Vega, la señora Aguirre, Pajín, Barberá; la pensión del señor Puyol, de los señores González, Martín Villa, del director general de la Guardia Civil, el juez de la Audiencia Nacional, la pensión del general jefe de la región militar que, o está jubilado o a punto de pasar a la reserva, sin otra fuente de ingresos quizás que la “humilde” pensión estatal? ¿De dónde para los aviones y los coches, las comidas oficiales; los desfiles y las maniobras militares, las celebraciones en la Puerta del Sol el 2 de Mayo? ¿Qué será de esa ciudad sin los tradicionales fuegos artificiales? ¿Quién si no pagará las campañas de tal o cual partido, los sueldos de esos futbolistas que pasean por el mundo el “sagrado” nombre de España; los de los grandes cargos de TVE, los sueldos y comisiones de todos esos periodistas, escritores, tertulianos, domesticados y apesebrados, ganadores de premios, recibidos de vez en cuando en Zarzuela o en Moncloa? ¿De dónde saldrán los dineros para los toros del pueblo y para las Fallas de este año?
¿Qué habéis hecho de aquella España? para la que el insobornable socialista Max Aub un día escribiera:
“Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Éstos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides.”
¿Dónde quedó el buen nombre que heredamos de aquellos hombres que tomaron París, que combatieron en Narvik, en los frentes soviéticos, que penetraron por los Pirineos para intentar derrocar a Franco?
Algunos todavía creemos que, por el solo hecho de votar al PP, ser juancarlista, automáticamente, un obrero se convierte en un auténtico cretino. Pero, votar al actual PSOE, te convierte en un criminal.
Hermoso edificio ese de la Naciones Unidas en Nueva York. ¿A cuánto ascenderá la factura del teléfono en esa casa? Lastima que, al menos en este caso, sirva para tan poca cosa.
* Catherine Deneuve, en el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, durante la guerra de Irak -en la que España estaba involucrada-.