Abdicación, segunda transición, mangas y capirotes
Mientras afuera observamos una vez más el chantaje criminal de los mercados a los pueblos italiano y español presionando al alza la prima de riesgo porque su hombre-marioneta, el tecnócrata Mario Monti, ha sido derrotado y humillado en las urnas, en el Ruedo Ibérico sigue el putiferio.
No hay Dios que se aclare. Todos están a la greña. El Partido Popular tiene atravesado el caso Bárcenas; el PSOE anda a tortas fratricidas con el PSC a costa del derecho a decidir; CCOO reelige a Toxo nuevo secretario general en un congreso sin rival con una infumable mayoría a la rumana de casi el 80%; Cayo Lara y su politburó acarician el sueño imposible de un nuevo sorpasso mientras tragan quina con el gobierno de los ERES en Andalucia; y, en fin, Zarzuela y su extraña familia utilizan todas sus capacidades para zafarse de Urdangarín, García Revenga, Corinna y lo que le cuelga. ¡Un Cristo!
Por eso la prensa vuelve por su fueros y reeditan los modos y maneras que durante la primera transición permitieron anestesiar a la ciudadanía para hacerla comulgar con ruedas de molino. Con parte del poder económico y financiero dividido entre seguir apostando por el Rey Juan Carlos o mover ficha en dirección del Príncipe Felipe como caballo ganador, otra vez es el “cuarto poder” el encargado de preparar la escena para intentar abordar con éxito una segunda transición de aquella manera. En los años setenta, el franquismo se recompuso con las células madre de “los Borbones”, criados bajo el palio de la dictadura, porque logró meter el miedo en el cuerpo a los españoles de a pie fomentando simbólicamente la estrategia de la tensión. En dos etapas. De un lado, con la súbita aparición de “los incontrolados”, las camadas negras y su violencia teledirigida en las calles de España. Y de otro, gracias a la sobreactuación de diarios y revistas que cada dos por tres descubrían tramas negras. Todo para concluir que solo “la unidad de los demócratas” (más tarde se diría el “patriotismo constitucional”) podría evitar la “vuelta a las andadas”. Así cocinado, se sancionó la autoamnistía para los servidores del antiguo régimen; se aprobó una Constitución que llevaba de matute la aceptación de la Monarquía del 18 de Julio; se encarceló a la UMD para evitar otra “revolución de los claveles” y se entregó al pueblo saharaui a sus enemigos tradicionales, los regímenes-talión de Marruecos y Mauritania. Borrado pues del campo político el pueblo, los líderes ungidos por las cancillerías occidentales pudieron hacer y deshacer a su antojo. Atado y bien atado.
Ahora está ocurriendo algo que apunta aquellas maneras. Eso sí, con una notable diferencia para disgusto de algunos poderes fácticos. La violencia no termina de prender en la narrativa de la única oposición que realmente se opone, el movimiento de los indignados y todas sus mareas colaterales. Por más que se registren intentos de fabricar bombistas de fin de semana. Y es que con la retirada de ETA a sus cuarteles de invierno se ha transformado radicalmente el ranking de prioridades del ciudadano medio, y la doctrina del shock no funciona como en la anterior encrucijada histórica. De ahí que los medios de comunicación de masas entren de nuevo en liza para, con una unanimidad que no entiende de ideologías, proyectar en el imaginario social las condiciones que hagan posible la salida “refundadora” que el duopolio dinástico hegemónico no es capaz de oficiar sumido como está en sus propios estertores. En este sentido, el “caso Bárcenas”, aireado al alimón por los diarios El Mundo y El País, con ayuda de ala más neoliberal del PP de Esperanza Aguirre, y el igualmente deleznable “asunto Emilio Hellín”, forman parte del mismo registro. Hay una derecha muy mala, peligrosa y siniestra, con fachas de armas tomar en su nómina, y si no nos ponemos de acuerdo en un gran pacto nacional todos saldremos perdiendo. Así funcionó entonces el trampantojo y así desearían que sucediera ahora.
Es posible que publicando páginas y páginas sobre las fechorías de un golfo de la zona azul como Luis Bárcenas y sacando del sumidero de la historia a un machaca ultra de apestoso pasado logren crear cierto climax alarmante. Incluso puede que entre la gente que no vivió aquellos años esa acumulación de truculencias criminales surta el efecto deseado y algunos piensen aquello de más vale malo conocido… Pero será imposible que el fragor de esos nauseabundos casos particuarizados nos haga olvidar que uno y otro no son más que una mínima mínima de un sistema que es la corrupción misma en estado puro.
Conozco muchos “hellines” que viven de la subvención del Estado y no salen en los periódicos. Incluso sé de algún ex pistolero, con quinquenios en el innoble gremio del secuestro, el impuesto revolucionario y si se terciaba el matarile, que ocupa cargo en la alta administración del Estado. Y no me refiero a casos que fueran desactivados por aquella amnistía que dejó a los sicarios del viejo régimen con credencias de demócratas conversos. De esa cosecha también vinieron estos lodos. Sonroja el ejercicio de demagogia que entrañan esos aspavientos sobre viejos fascistas rescatados del túnel del tiempo, cuando la propia legalidad vigente que los medios bendicen permite la existencia de partidos parafascistas y xenófobos que concurren regularmente a las elecciones, ciertamente con escasa fortuna. Por no hablar de la recepción de las genocidas leyes franquistas en el corpus normativo de la democracia que permite la impudicia de considerar legales las sentencias dictadas por los tribunales políticos de la dictadura.
No, el problema no está en esos casos de auténticos bribones y ex sicarios con doble o triple identidad. La cuestión está en la propia sordidez del régimen a la hora de marcar distancias. Un estigma que lo impregna todo. El periódico El País, que está siendo estos días gran fustigador de tropelías y canallas sin cuento, no predica con el ejemplo. ¿O acaso no tienen cumplida acogida en sus páginas artículos de opinión y elogiosas referencias a sujetos que han sido condenados por gravísimos delitos, como secuestro y malversación de caudales públicos para financiar el terrorismo de Estado? Hablo de Rafael Vera y José Barrionuevo, por ejemplo, siempre tan bien recibidos en los numerosos medios del Grupo Prisa. Pero no sólo de ellos. El mismo diario global en español ha cometido la sublime indignidad de nombrar como jefe de su asesoría jurídica al que fuera titular del Tribunal de Orden Público número dos de Madrid. Hablo, si, del siniestro TOP, y de Diego Córdoba, desde la fundación del periódico y hasta su fallecimiento defendiendo la libertad de expresión en el rotativo tras haber dedicado su carrera como funcionario franquista a perseguirla con saña y arruinar la vida a cualquier luchador antifascista. La banalidad del mal.
Así que no perdamos la perspectiva. No consistamos que nos encelen con una construcción de la realidad que enseña desechos de tienta para ocultar la mano que mece la cuna. Somos antisistema porque el sistema es antinosotros. No abdiquemos de nuestras responsabilidades en este momento histórico en que juntos podemos. La soez peineta de Bárcenas tiene un antecente de tronío en aquella otra peineta real que dirigió el Jefe del Estado a un grupo de vascos críticos con sus credenciales franquistas. Y por decirlo todo y terminar, no basta con leer los titulares-anzuelo para saber dónde estamos. Hay que estudiar también la letra pequeña, eso parte contratante de la primera parte que los reportajes dejan magnánimente al margen cuando lanzan sus exclusivas. El ministerio de Interior fichó a la empresa del asesino de Yolanda González en los años 2006, 2008, 2009, 2010 y 2011. Cuando gobernaba el partido socialista y el ministro de la policía era Alfredo Pérez Rubalcaba, actual secretario general del PSOE y líder de la oposición (que nunca se opone).
¡No nos representan!