Al final de la luz siempre está el túnel
Último libro de Manuel Blanco Chivite en Ediciones El Garaje.
El título ya da pistas sobre de qué va este nuevo libro de Manuel Blanco Chivite y Ediciones El Garaje. Darle la vuelta a las convenciones establecidas y recurrentes, en general de pretensiones balsámicas y euforizantes. Conviene enfrentar la vida, y vivirla, sin engañarnos demasiado. Por eso el título de la portada se complementa con un grafiti que aparece reproducido en la contraportada y que el autor, al fotografiarlo, hace suyo: “Al cosmos le das igual”.
Este es un libro antidiscursos. Manuel Blanco aborrece los discursos. Bien porque son una manifestación de egolatría y pedantería de sus autores que se creen señalados por algún poder misterioso para ser más expresivos, trascendentes, bellos, exactos y penetrantes que nadie en cuanto dicen o escriben, o que el mundo espera anhelante su palabra, cuando no ocurre ni lo uno ni lo otro.
O bien, y esto no excluye lo anterior, se trata de discursos subvencionados por el poder (todos los poderes, no hace falta enumerarlos) para contagiar al común de la gente una tonta euforia, una ilusoria ilusión, un vicioso consumismo y una sumisión confortable disfrazada de personalidad original y única.
Este es un libro que quiere desengañar. Pero no en el sentido de frustrar o decepcionar, sino en el de invitar al esfuerzo de mirar la realidad tal cual es. Científicamente; esto es, en términos de probabilidad y riesgo, de incertidumbre y responsabilidad, de acierto y equivocación, como hombres libres. Lo contrario a la fe, lo contrario a los sistemas religiosos y filosóficos, con sus catecismos cerrados, absolutos y absolutistas, que hay que comerse enteros como hostias consagradas.
Vivimos en medio de una fábrica de mentiras global. Nunca hubo tal capacidad de producir y comercializar mentiras. Nunca fue tan aparentemente diversa y tan sustancialmente idéntica la oferta de mentiras. Nunca lo personalizado fue tan impersonal. Nunca la población en general tuvo tanta capacidad de metabolizar y asumir la contaminación camelística. Atención, no sólo hablamos de mentiras exógenas, fabricadas e impuestas desde el exterior, hablamos de autoengaños. ¿Quién no se ha refugiado alguna vez en un autoengaño reconfortante? Y no está mal, salvo si el recurso ocasional se convierte en pauta general y constante de conducta. Es decir, si nos hacemos adictos. Fácil, porque esto engancha mucho.
Junto esta invitación a relativizar y objetivar las cosas, lo personal, lo social, lo político, lo teórico, junto a las verdades que sólo tienen una cierta probabilidad de ser verdades, están, como telón de fondo que recorre todo este libro, lo que podríamos llamar “las verdades implacables”: el paso del tiempo y la muerte. No hablaremos aquí de esto, mejor leer el libro.
Otra constante (si no, no sería obra de Manuel Blanco Chivite) es la rebeldía, la originalidad crítica, en lo teórico y en lo político, en sus observaciones sobre las relaciones interpersonales, sobre la literatura y sobre “lo que pasa todos los días”…
El libro tiene un formato que es muy querido por Blanco Chivite: lo fragmentario. Como reza incluso el subtítulo de la obra: Sobrantes de un cuaderno de notas. Los fragmentos van desde el relato breve a la sentencia cortísima y restallante, pasando por bloques de apenas una decena de renglones que desarrollan pensamientos más complejos. En este último caso las frases son largas, discursivas, articuladas, y obligan a una lectura lenta y reflexiva. En el caso de las sentencias son como latigazos a veces líricos, a veces sarcásticos, siempre sorprendentes, que se leen como un estallido, en una fracción de segundo.
Blanco Chivite no se mueve en los parámetros de optimismo y pesimismo, sino en los de la observación realista y no ilusoria. Pero el libro, en resumen, es una invitación a vivir con libertad, cada uno desde lo que es, puesto que no hay otra opción, una invitación a “hacer” cada día hasta el último día. Y así termina:
LO ÚLTIMO QUE HAGA EN LA VIDA
No sé si tendré tiempo de hacer lo último que haga en la vida.
No creo. Seguramente, no.
@LQSomos