Alberto Garzón vs Cayo Lara

Alberto Garzón vs Cayo Lara

Alberto-Garzón-Cayo-Lara-LQSomos(también se puede invertir el orden)

Ángel Escarpa Sanz. LQSomos. Febrero 2016

Cuando se van a cumplir 30 años de aquellas marchas y de todo el entusiasmo que generó Izquierda Unida en mil novecientos ochentaiseis, todo aquel fervor anti-OTAN; aquellos 23 parlamentarios del Partido Comunista de España entrando en el Congreso de los Diputados (y no pistola en mano, precisamente), tan solo siete años antes, uno no puede por menos de preguntarse si un genio maligno, en lugar de levadura no puso vidrio molido, en esa organización.

En esta especie de indignación-cólera-desengaño que nos pone al borde de la extinción, esta cruel ceremonia donde Sísifo gira su cara para contemplarnos con estupor desde lo alto de la montaña, con su roca a la espalda, no podemos por menos que preguntarnos si fue estéril toda aquella sangre derramada en el pasado, desde la caída de los dos capitanes republicanos de Jaca -para no remontarnos a Viriato- hasta aquellos que lo hicieron a lo largo de aquella lejana guerra, la cacería que siguió a ésta y, ya fallecido el “extinto”, los que cayeron en los días de aquella Transición.

No deja de ser paradójico que, cuando ya celebrábamos el anhelado fin del bipartidismo, estemos asistiendo, quizás, a las exequias de IU.

No dudo de la buena voluntad de ninguna de las dos facciones enfrentadas, ni tampoco creo que estas torpes líneas aquí escritas sirvan de gran cosa, en estos duros momentos en que parece que la organización de organizaciones obreras por excelencia parece extinguirse, con esos dos parlamentarios apenas rascados en las últimas elecciones, pero algo muy grave tiene que estar pasando en el movimiento obrero cuando unos “recién llegados” a esto, como son las cúpulas de Podemos, son capaces de poner contra las cuerdas al partido de “Pasionaria”, Pepe Díaz y tantos y tantos poetas caídos en el pasado. Porque, si algo es evidente, es que el hundimiento de IU representa el fin del PCE, con todo su glorioso historial, con todos sus congresos, todos sus gloriosos nombres; todas sus grandezas y miserias.

Bien quisiera uno en su ignorancia encontrar una sola palabra que iluminase a las gentes trabajadoras que en estos momentos tienen que escoger entre si más PCE o más Pablo Iglesias; si más República o más ese ambiguo discurso entre lo asambleario y la intransigencia de Pablo Iglesias a un pacto con IU para sumar voluntades y no excluir. Yo por mi parte, con ese millón de hombres y mujeres, tampoco transijo: no votaré a ninguna opción política que no ponga la bandera de aquella hermosa República por delante de las cosas, por numerosas y urgentes que éstas sean; lo diga Santiago Carrillo q.p.e.d. o lo diga el “sursum corda”. Pueden derrotarnos tantas veces como nos levantemos del polvo, pero no claudicaremos; ni más ni menos que como aquel amado poeta nuestro que, aún enfermo de muerte en una celda, se negó a salvar su vida a costa de colaborar con su firma con los vencedores, en la revista Redención.

Es verdad que mi situación no es de auténtica precariedad, pero invito a mi gente a reflexionar sobre la foto de aquel anciano implorante que toma un pan de las manos de los vencedores, recién entrados éstos en un Madrid ya derrotado. Os invito a que nos concentremos en esa imagen del coronel Casado, Miaja, Besteiro y Carrillo dirigiéndose al pueblo por radio, tras su golpe de Estado contra la República, mientras el presidente del Gobierno, Juan Negrín, repetía aquello de: “Resistir es vencer”.

Los verdaderos luchadores no siempre se caracterizaron por su valor ante las balas enemigas, tanto como por su lealtad a una causa que es la causa de esa fracción del pueblo trabajador que no cree en eso de la reconciliación de las clases sociales.

Me niego a tomar partido “a priori” por ninguna de las opciones, porque creo que no hay salida para IU sin el concurso de todos y cada uno de los que nos comprometemos a diario, aquí o en los tajos, en la calle o en la escuela; pero vaya por delante aquí mi apoyo más firme para los que, sin olvidar nuestro pasado inmediato, ponen los intereses de clase por encima de los privilegios, las recomendaciones y todo ese entramado de favores del Partido Popular.

Por último, me quedo con esas viejas fotografías de hace ochenta años de aquel pueblo que entregó toda su fe y su confianza al Frente Popular. No demos prioridad nunca a las cosas sobre nuestra ideología, porque es posible que aquellos que hoy nos votan por las cosas logradas, o a lograr, lo hagan mañana al partido contrario para no perderlas. A la santa hora de depositar nuestra papeleta, en cualquiera de las consultas, recordemos aquellas imágenes, a aquellas gentes de la peli Novecento. Salud y República.

¿Ganará este “round” Pepe Stalin o lo hará José Saramago?

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