Argentina: Oír se dejan (la culpa es de…)
Gustavo Enrique Gordillo. LQSomos. Agosto 2017
Ya empezaron.
Ya se escuchan, sesudas, fuertemente autocríticas (de otros), preclaras de virtud estratégica, de profundo y libresco peronismo doctrinario, con supuesta amargura por la derrota (de otros).
Los que apoyaron a Randazzo (llevando el sello del Partido Justicialista a sacar uno de los porcentajes más troskistas de su historia), los que apoyaron al Señor Embajada de EEUU, Sergio Massa, volviendo a acumular un porcentaje que, como cada vez, sólo sirve para fortificar la posición de la derecha liberal.
Pero la culpa es de Cristina.
El candidato del PJ, junto a los referentes de la organización de masas más cercana territorialmente a los argentinos de los barrios históricamente más perjudicados, se llevaron el 5 (CINCO) por ciento de los votos de la provincia de Buenos Aires.
Pero la culpa es de Cristina, que abogó por la unidad del campo popular hasta el último momento.
El candidato de la Embajada -también ex ministro de Cristina y acompañado por numerosos ex funcionarios del kirchnerismo- saca (en su único bastión electoral, la provincia de Buenos Aires) apenas el 15 (QUINCE) por ciento de los votos. Menos de LA MITAD que el fascista candidato de la derecha liberal. Y lo felicita por su triunfo, haciéndole el juego a la mentira y defraudación gubernamental.
Pero la culpa, claro, es de Cristina, que apenas si ganó por unas décimas esa elección.
La culpa es de Cristina, por aglutinar y dar preferencia en sus escenarios a enemigos históricos del campo popular, como radicales y ex-PC.
La culpa es de Cristina, por no ser lo suficientemente benévola con los que salieron a diferenciarse de ella y su gobierno apenas cambió la mano.
La culpa es de Cristina, por aparecer tan soberbia.
La culpa es de Cristina, por no poder convencer a ese 20 por ciento que entre los Verdaderos Cultores y Guardianes del Peronismo Verdadero, Massa y Randazzo, le escamotearon a la principal fuerza de oposición al latrocinio liberal.
La culpa es de Cristina, por no lograr convencer a esos paladines del peronismo histórico de que se unan con ella.
La culpa es de Cristina por no haberse dejado apretar por Moyano y por no contener a los líderes de la CGT (a propósito: ¿Dónde andarán esos muchachos, no?).
La culpa es de Cristina por elegir apoyarse en sectores históricamente poco confiables pero que jamás pusieron en duda su liderazgo y que le fueron leales -por convicción, por comprensión histórica, por cambio de convicciones, por conveniencia, por desesperación, lo que quieran ustedes- aun en la adversidad judicial, mediática y electoral en vez de recostarse en aquellos que le declararon un paro desde TN, que adoptaron las posturas de Clarín, o que acompañaron a Macri a Davos.
La culpa es de Cristina, por no ser lo suficientemente sagaz en la conducción política y la construcción organizativa para que NO se le fueran esos que insisten en alejarse.
La culpa es de Cristina por ser mujer y conductora, por no dejar de ser ninguna de las dos cosas, por más caudillos machitos que le hicieran frente.
La culpa es de Cristina, por insistir en emocionar a jóvenes, adultos y ancianos cada vez que les dirige la palabra, en vez de ser fría y burocrática como los dirigentes eunucos que la enfrentan.
Sí, la culpa es de Cristina. Por no ser EN SERIO Daenaerys Targaryen y contar con tres dragones que arrasen a sus enemigos. Por no ser una Divinidad todo-poderosa que convenza a los que no quieren (o les pagan para no hacerlo) dejarse convencer. Por tener modos pedantes, por desconocer los supuestos méritos de algunos militantes que jamás hubieran sido conocidos si no fuera por ella.
La culpa es de Cristina, por no lograr seducir a Urtubey o a De la Sota, por no condenar al régimen democrático de Venezuela, por no haber echado a patadas a cada personaje que fuera demonizado por Magnetto. Por poner en un lugar alejado de la lista a un reconocidísimo militante peronista (que no obstante ESTÁ en la lista y vota Unidad Ciudadana). La culpa es de Cristina por haber seguido viva, triunfando y gobernando aun después de la muerte de Néstor. La culpa es de Cristina por no haber declarado su amor incondicional al candidato que el PJ terminó por imponerle para el 2015, aunque nadie le hubiera creído tal cosa, porque mayormente NADIE lo amaba así). Por -ante esa situación- permitir que llevara de vice a uno de sus colaboradores incondicionales. Por no bendecir como candidato a quien ahora demostró ser capaz de arrastrar al 5 por ciento del electorado. La culpa es de Cristina, claramente, por no haberse dejado arrastrar a una competencia interna con un muy reciente ex ministro suyo.
Y sí: la culpa es de Cristina. Por todas estas cosas.
Porque Cristina no es perfecta, no es infalible, no es omnisapiente, no es lo-mejor-que-sea-posible-soñar-en-la-puta-vida-de-Dios, no es una Diosa del Olimpo (aunque hasta a Hera, el bueno de Zeuz la corneara en repetidas ocasiones).
No.
No es la Virgen María.
No es Perón.
No es hombre.
No es Chiche Duhalde.
No es Malena Galmarini.
No es Arturo Illia.
No es Vandor.
No es Lilita Carrió.
No es Ménem.
No es Margarita Barrientos.
¿Qué quién es, entonces, Cristina?
Ya lo sabemos. Creo recordar que, incluso, una vez se lo contestó a Parrilli.