Aristocracia y delincuencia
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
“Paso, señor que ya me conozco y sé que le vienen muy grandes esas alabanzas a sujeto tan pequeño y humilde; y si entendiera que me oíades dejara mi divertimiento, porque quien habrá oído las voces célebres que hay en esta gran ciudad, habrále parecido la mía muy mal, sino que es de pechos nobles favorecer humildades y darles mayor honor que tienen méritos.” (Alonso de Castillo Solórzano. 1642. La Garduña de Sevilla y Anzuelo de las bolsas. La garduña fue una banda del submundo con intervención de la nobleza)
Aristocracia es sinónima de criminalidad. Y los aristócratas son criminales literalmente natos, no sólo por genealogía, sino también porque cultivan el delito con complicidades y por genética moral-social. Ahora bien, no se asusten: utilizamos el término ‘criminalidad’ en el sentido anglosajón porque suena más fuerte y, en este caso, más apropiado que su equivalente en castellano: delito –siempre recordando que el campo de los delitos es de amplísimo espectro, de las faltas y hurtos menores hasta violaciones y asesinatos mayores. Pese a las diarreas aristocratizantes de raíz totalitaria regurgitadas por fósiles como G. Mosca, V. Pareto y R. Michels, esta inicua casta no es la élite sino la cloaca de Occidente.
En estos días, se comenta en España que un aristócrata y un plebeyo socio y amigo suyo, han escamoteado una comisión de 6 o 7 millones de euros por un contrato que ascendía a 11 m., menos del doble de la coima apropincuada. El primero, es hijo del finado duque de Feria, encarcelado por perversión de menores y una ristra de delitos conexos y, cuando finalmente estaba en libertad, suicidado en oscuras circunstancias. Esta anécdota es, simplemente, la más reciente demostración en España –al final veremos otra-, de que delincuencia y aristocracia son sinónimas. QED como remacharemos en esta nota.
No entendemos porqué los nobles están tan preocupados por su porvenir
si saben desde hace siglos que será tan próspero como su pasado.
La buenaventura, óleo por G. De la Tour, 1632-1635
–olvidemos a la piquera de la izquierda
Mientras el delito ‘aristocrático’ se limite a la ludopatía –ver infra-, es pecado venial. Pero el prurito delincuencial de la nobleza le impulsa al asesinato en serie cual seguramente fue el caso del altísimo cortesano que nunca fue apresado aunque fuera un secreto a voces que era de sangre real.
Si ya es difícil distinguir a un noble -homicida nato- de un delincuente del montón, aún lo es más cuando se trata de delitos económicos. De hecho, hay un punto de convergencia entre ambas castas o cáfilas: los estafadores y/o ladrones ‘de guante blanco’ –de levita es expresión anticuada. No nos atenemos a la vieja máxima de que “fundar un banco es mayor delito que atracarlo”. Nos quedamos en una breve pincelada sobre las retóricas victorianas que todavía rigen las relaciones aristocracia-delincuencia:
“Su conciencia [de un ladrón de guante blanco] era lo bastante flexible como para no causarle problemas. Para él, lo que estaba planeando apenas era un robo, sino más bien una prueba artística de habilidad en la que medía su ingenio y su astucia ante las fuerzas de la sociedad en general”, así define el australiano Guy Boothby a su aristócrata Simon Crane, que seduce a duquesas y lords para cometer robos de alto standing. Aquellos despreciables victorianos o ‘sinvergüenzas encantadores’, son el precedente del antihéroe canalla, incluso de los superhéroes descarriados como Joker. Y uno de sus principales modelos es A. J. Raffles, experto jugador de críquet y ladrón de cajas fuertes, un gentleman al que le gusta beber champagne y que, para más morbo, está emparentado con Sherlock Holmes puesto que su creador, E. W. Hornung, era cuñado de Conan-Doyle.” (apud la antología Villanos victorianos)
Bizantinismos en vaso de agua
Como hasta las piedras saben, en el rarísimo caso de que un noble sea procesado, se le impondrán penas más suaves que para el resto de los acusados. Con la misma culpabilidad, un hidalgo era antes condenado a destierro –ahora ni eso- mientras que, antes y ahora, un plebeyo irá a la cárcel de peor fama. Por ello, el siguiente párrafo firmado por un general y ministro de Franco es un análisis (obsoleto) de la terminología usada en España durante los odiosos años 1940’s. :
“Noble, para Ortega [y Gasset], es el conocido, el esforzado o excelente, que ha adquirido esta notoriedad por su propio esfuerzo. Pero la definición es incompleta; porque desde su mismo punto de vista etimológico, noble es también el que por venir de una estirpe notoria es conocido, señalado por todos, y obligado, por tanto, a vigilarse con severidad y a conducirse esforzadamente. El concepto de nobleza se apoya sobre el pasado para proyectarse hacia el porvenir. La nobleza, para San Jerónimo, no es más que una riqueza antigua: Nobilitas mundi nihil aliud est quam inveteratae divitiae. Es símbolo viviente del tiempo, para Spengler: la condensación del tiempo personificada. Para Eugenio d’Ors es el fruto de la unión del tiempo con la heroicidad. Es efectivamente todo eso, sin excluir tampoco de ella a los “nobles” que señala Ortega, porque la nobleza no debe ser sino aquel conjunto de familias señaladas al conocimiento público como excelentes por sus servicios y por sus méritos. La nobleza forma parte de la aristocracia pero la aristocracia no es toda ella nobleza, aunque esté en buen camino para serlo” (Jorge Vigón. 1947. “Aristocracia y nobleza”; en Revista de Estudios Políticos, nº 31-32,, págs. 145-200; ISSN 0048-7694) Hoy, esos dos términos son sinónimos. Por ello, excepto para tiralevitas, vexilólogos, heraldistas y dinosaurios, esta última oración puede invertirse. Entonces, podríamos parafrasear que “la nobleza está en buen camino para llegar a la aristocracia.”
Ludopatía semi-aristocrática con ínfulas de royal
De jugar a los naipes (ver supra cuadro de Rombouts), don Luis Alfonso Martínez-Bordiú aprovechó en 2021 la pandemia para comercializarlos en un juego monárquico que él mismo ha bautizado como Jeu royal, un trivial sin tablero, compuesto por 96 naipes y un dado, cuyo argumento es la historia de la alta cortesanía francesa. Don Luisito A., presidente de honor de la Fundación Franco y dizque duque de Anjou, ha vendido 3.000 barajas a 15 euros c/u. En su anverso figura la corona y el escudo regio con las flores de lis, emblema de los Borbones. Los jugadores se someten a las preguntas que aparecen en sus cartas. Entre los monigotes retratados hay dos cartas particularmente escandalosas: la del propio Luis Alfonso y la de su esposa Margarita Vargas, hija de un banquero venezolano. En otro naipe campea su padre, el fallecido Alfonso de Borbón (duque de Cádiz y cabecilla de los matones que, en los años 1960’s, agredían a los estudiantes de izquierdas) Sin embargo, no existe naipe de su madre, Carmen Martínez-Bordiú, actual duquesa de Franco. Una lástima porque, quien jugó compulsivamente a todas las barajas durante el franquismo y después, fue Carmen M-B –ventajista de nacimiento gracias a su generalísimo abuelo. Royalmente, la aristocracia europea lleva la ludopatía en la sangre. Lo que no aparece en su adn es la obligación de pagar las deudas contraídas en el juego; pillados en algún renuncio, su respuesta suele enviarse ad calendas graecas con el socorrido remoquete “Mañana te lo reintegro sin falta”.
¿Educación para la democracia? O, al menos, para la cortesía…
Los royales tienen muchos feos hábitos, entre ellos el de la mala educación. Lo demostraron los futuros reyes de la monarquía más antigua del mundo que, casualmente, dice ser la democracia más antigua del orbe. Olvidemos que la antítesis de la democracia es la monarquía es la antítesis de la democracia y pasemos a los hechos: “A finales de junio de 2017, el príncipe Charles y su esposa Camilla, comenzaron una gira por el Canadá ártico. Uno de los primeros actos oficiales de la parejita royal consistió en presidir en la ciudad de Iqaluit un encuentro folklórico con los indígenas Inuit –antes, esquimales-. La actuación más esperada era un recital del cántico con garganta (throat-singing), una de las cumbres de la cultura inuit y, además, un género artístico único en el mundo. Pues bien, ante el asombro mundial, la indignación de quien suscribe y delante de las cámaras, Charles y Camilla se burlaron a carcajadas del arte inuit” (ver A.P., Los Príncipes soeces, 08.julio.2017)
Si las más altas testas coronadas de Occidente se comportan así –adiós a los tampax que tanto ansía el Príncipe ex adúltero- es lógico que los imiten los sempiternos miembros de sus séquito. Por ejemplo, ha levantado ampollas el espectáculo que recientemente han protagonizado un dizque nieto de un oscuro conde español casándose con la hija de un acaudalado peruano ex candidato presidencial. El día 09.abril.2022, los contrayentes hicieron que el cortejo nupcial al completo se exhibiera por unas calles de Trujillo [del Pirú] groseramente ‘decoradas’ con indígenas fungiendo como esclavos –condición no muy distinta a lo que desgraciadamente son.
Ante el aluvión de críticas nada complacientes, el neofranquismo se sintió obligado a romper una lanza –símil que le encantará- en favor de los aristocráticos novios. Aguijoneados por tan quijotesco empeño y suponemos que alegrados por un sustancial regalo, en fecha 17.abril.2022, el seudo-periódico ultrafacha L.D. se vanagloriaba de “ser el único medio en informar de esta canallada”. ¿Qué canallada? Pues lo que sueltan “unos chiringuitos dizque antirracistas y una exministra de cultura peruana, nombrada por afroamericana y que se niega a aprender algo de la historia del Perú, no vaya a desteñirse.” [qué ingenioso] Y lo que sueltan esos medios no domesticados es que casarse con figurantes esclavos es racista e indecente. Al ver las imágenes del cortejo nupcial, así lo ha entendido medio mundo… hasta que L.D. ha blanqueado su crónica. Para LD, “lo escenificado era la Danza de la Soga, vestigio folklórico de las casi desconocidas culturas Moche y Chimú, 1.500 años más antiguas que la inca, y que florecieron en el siglo I en la comarca natal de la familia de la novia, que es de Trujillo. Su abuelo Guillermo Ganoza restauró Chan Chan y organizó la primera exploración a la ignota Huaca del Sol y de la Luna”. Tenemos otras informaciones sobre este abuelo y, más antagónicas aún, sobre sus supuestas hazañas arqueológico-indigenistas pero detallarlas nos alejaría del nudo hecho: en el siglo XXI, es racismo del peor gusto teatralizar la explotación –y el genocidio.
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– Imagen de portada: Rombouts, Theodor (1597 -1637) Jugadores de naipes. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 100 x 225,5 cm. Museo Nacional del Prado. Interclasismo entre los nobles traviesos y los guapos jaquetones.
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