¿Asesinos natos o resistentes a la civilización? El pueblo de North Sentinel
Nònimo Lustre. LQS. Enero 2019
En noviembre de 2018, los indígenas que habitan la isla de North Sentinel (NS, 50 kms2) sita en el archipiélago de las Andaman, en pleno Océano Índico, ajusticiaron a flechazos a un sedicente ‘misionero’ gringo que había sobornado con 350 US$ a unos paisanos para que, saltándose la ley, le llevaran a NS con la pía intención de evangelizar a los sentineleses. Antes de desembarcar en NS, consciente del peligro que corría, este Jesus freak escribió una carta de 13 páginas que terminaba: “No quiero morir. ¿Quién me sustituirá si me matan?”. Dada la colosal repercusión mediática que ha tenido su temeraria correría, parece probable que le seguirán multitud de otros misioneros, aventureros, periodistas amarillistas y turistas del riesgo. De ser así, no es probable sino absolutamente seguro que los sentineleses sufrirán las consecuencias y que, algunas de ellas, serán letales. Para reducirlas en la (escasa) medida de lo posible, a título de información etnohistórica, hemos redactado los siguientes párrafos.
Prejuicios que derivan en perjuicios
Como ocurre con todos los pueblos indígenas que en el mundo existen o existieron, los sentineleses han sido primeramente conocidos por Occidente según fantasiosas descripciones que les caricaturizaban y satanizaban con todos los rasgos peyorativos que ha propalado la calenturienta imaginación europea (canibalismo, idolatría, promiscuidad, etc.) Es decir, han cargado con el “pesado fardo de los prejuicios del Hombre Blanco” (paráfrasis a Kipling) Para denigrar a los isleños que hoy nos ocupan, el primer citado por la incombustible memoria europea ha sido Marco Polo:
“Angaman es una isla muy grande, sin ley ni rey. Son idólatras, viven como los animales salvajes…. En esta isla los hombres tienen cabeza y dientes de perro y en su fisonomía parecen enormes mastines. Son muy crueles y antropófagos y se comen cuantos hombres prenden que no sean de sus gentes. Tienen especias variadas en abundancia. Se alimentan de arroz, leche y toda clase de carnes. Las frutas que comen son muy diferentes a las nuestras (Marco Polo, Libro de las Maravillas, ca. 1296; cap. 173, “De la isla de Angaman”)
Evidentemente, “Tienen especias variadas en abundancia” es el párrafo clave, el que Marco Polo deslizaba a efectos de interesar a los comerciantes europeos. El resto, es pura propaganda inventada (el veneciano no estuvo en las Andaman) para encarecer las especias; léase, la enésima manipulación del mercado medieval.
Siglos después, fue uno de los fundadores de la colonia británica en las Andaman, el ‘gobernador’ Archibald Blair, quien aportó su granito de arena a la imagen de los isleños. Para Blair, aquellos Negritos (sic en inglés) eran necesariamente descendientes de los esclavos que se habían escapado de los portugueses, suposición lógica que no demasiado indirectamente justificaba que Blair fuera un esclavista profesional.
A Blair le siguieron la inmensa mayoría de los invasores europeos y así hasta la actualidad cuando los prejuicios occidentales se refugian en el humanitarismo para, disfrazando su ignorancia punible, sostienen que, sin invasión, los isleños serían o son “felices” y/o “libres”. Lo cierto es que no podemos saber si son felices o desgraciados puesto que el concepto de ‘felicidad’ es de imposible traducción a otras sociedades y más a los pueblos indígenas. Lo menos erróneo que podemos aventurar es que esos pueblos están preocupados –otro término de cuasi imposible traducción- por el enquistamiento al que le somete esa belicosa invasión que suele materializarse por el avance de la frontera agraria (agrícola-ganadera) En cuanto a “libres”, más de lo mismo: son libres de invasores –lo cual es una trivialidad tautológica- pero sería imprudente asegurar que son libres entre sí. Y sería una especulación ayuna de evidencias y necesitada de traducción fidedigna que son más libres entre ellos que los occidentales en Occidente.
Etnohistoria
En el año 1771, el Diligent, un barco hidrográfico de la East India Company, bordeando la islita divisó en North Sentinel (NS) “muchas luces… en la playa”. No es la mejor descripción posible pero es la primera vez que aparece NS en los registros occidentales. Los primeros resultados de los primeros encontronazos entre los sentineleses y los invasores blancos estuvieron muy claros:
El primer contacto con los Ongé tuvo lugar en 1867, en la Little Andaman; de entrada, 70 indígenas fueron asesinados voluntaria o, menos probable, involuntariamente. Después, cuando se entablaron relaciones ‘amistosas’, los Ongé sucumbieron en aún mayor número por las enfermedades introducidas o por la invasión de los extranjeros. Relegados a la reserva de Dugong Creek, vieron cómo su territorio ancestral había pasado a ser propiedad de unos 7.000 colonos y unos 700 Nicobareses. En 1901, todavía resistían 672 Ongé; en 1989, sólo sobrevivían 98 (ver en Shodhganga, portal de tesis hindúes, nd) Para colmo, en 2008, 8 murieron y 15 tuvieron que ser hospitalizados cuando bebieron de un contenedor que había encallado en su playa. Dicen las malas lenguas que los Ongé creyeron que bebían alcohol, extremo sin comprobar pero plausible puesto que, para esas fechas, ya eran dependientes de las raciones gubernamentales y, por ende, algunos se habían vuelto alcohólicos.
Otro ‘gobernador’ que siguió a Blair fue Maurice Vidal Portman (MVP, véase su obra A History of Our Relations with the Andamanese, 2 vols., Calcuta, 1899) MVP exploró varias veces NS, siempre en busca de ‘nativos’. Encontró numerosos senderos y varios caseríos que le parecieron recientemente abandonados. También topó con un esqueleto escondido en las sapotemas (en Amazonas, raíces aéreas) de un árbol enorme. Finalmente, después de varios días de caza humana, consiguió secuestrar a un matrimonio de ancianos y a varios niños (children, ¿niños o niñas?; luego veremos el porqué de esta pregunta) Amparándose en la aburrida excusa de que lo hizo In the interest of science, se llevó a todos a la capital Port Blair donde, como era previsible, los ancianos murieron enseguida. MVP escribe que “los cuatro niños fueron devueltos a su casa con infinidad de regalos”. No aduce ninguna prueba de los niños/as regresaran jamás a NS.
MVP no ofrece ningún dato válido sobre el pueblo sentinelés y muy escasos sobre el medio ambiente de NS. Si acaso, nos cuenta que le impresionó la fertilidad del suelo y –aviso para madereros-, sus abundantes maderas tropicales. Ah!, también le admiró un magnífico Bombax malabaricum (un tipo de ceiba o algodonero rojo, un árbol grande de la familia de las Malváceas)
Sin embargo, MVP es objeto de numerosas elucubraciones posteriores porque es un caso de gobernador homosexual clandestino –de ahí nuestra anterior pregunta sobre los children-. Hizo cientos de fotografías de los andamaneses entre las cuales quizá se encuentren unas pocas de sentineleses pero, pese a que son fotos muy reproducidas, no podemos estar seguros de este último aserto porque, o bien los indígenas están completamente desnudos –sin ornamentación corporal es imposible distinguir su procedencia- o bien ostentan unos adornos que, estando las fotos en blanco y negro, no sabemos si son rojos, en cuyo caso serían Járawas, o amarillos, seña de los sentineleses –todavía hoy es frecuente encontrar en internet fotos de Járawas (auto-etnónimo Ang) y de otros andamaneses que son adjudicadas irresponsablemente a los indígenas de NS-.
De todas formas, los informes que firmaba MVP no dejan lugar a dudas sobre su obsesión por la genitalia masculina de sus ‘feroces súbditos’. Dos ejemplos:
Bulubulla (38 años): “De temperamento muy nervioso e irritable y el hombre más inteligente de las islas, de los cuales es el Primer Ministro del Gobierno. De temperamento rápido, activo, orgulloso e impaciente. Ejercicios considerables. Autoridad sobre otros andamaneses. Bastante lujurioso. Prepucio muy largo. Valiente. Un buen corredor, saltador, y nadador”. Biala (28 años): “Más alto que el un andamanés común y corriente. De considerable fuerza personal, una disposición muy lujuriosa. Muy malhumorado, salvaje de una naturaleza traidora. Valiente para un andamanés, es buen corredor. Muy inteligente. Nunca está feliz, a menos que esté inmerso en sus propios asuntos o de juerga. Pene inusualmente grande”.
Para un estudioso hindú contemporáneo, el elitista MVP diferenciaba entre los placeres, delictuosos pero castos, de los estetas científicos y la delincuencia salvaje de los lujuriosos nativos y de los blancos subalternos. En otras palabras, distinguía entre la estética de la obediencia y la norma por un lado y, por el otro, la insubordinación y la extravagancia (Satradu Sen, 2009)
Para finalizar con MVP, es curioso que estos pueblos isleños, tan sumamente desconocidos, tengan etnografías en las que se trata un tema tan elusivo como es el olor: en 1793, Alexander Kyd señalaba que los Andamaneses olían cual “the Guinea Negro”; sin embargo, un siglo después, MVP le contradecía (“The Andamanese have not the Negro smell”) mientras que su colega William Molesworth especulaba que los perros preferían a los isleños antes que a los británicos porque sentían “alguna clase de atracción animal por el peculiar olor de los andamaneses”. O sea, que los perros tienen impulsos animales… tan obvio como inútilmente perogrullesco.
Llegamos así hasta los finales del siglo XIX y los principios del siglo XX, época en la que aparecen los antropólogos. Varios estudiaron a los Andamaneses en general pero ninguno hizo trabajo de campo en NS por lo que sus menciones de los sentineleses son casi inexistentes y, en todo caso, anecdóticas. Es más, hay dudas sobre los métodos que emplearon; por ejemplo, se rumorea, al parecer sin base firme, que el famoso clásico Radcliffe-Brown, autor de un grueso volumen sobre los Andaman Islanders (1922), hizo sus entrevistas a unos Andamaneses que estaban presos –y, de paso, también se insinúa que los Australianos que entrevistó eran pacientes de un hospital contra las enfermedades venéreas-.
Saltando hasta finales del siglo XX, señalaremos que, en 1981, ocurrió un accidente del que todavía ignoramos sus consecuencias pero que pudo –y puede- ser importante para el pueblo sentinelés: el Primrose MV, un vetusto carguero de 10.000 tns. que transportaba pienso para pollos, encalló en las costas de NS. Como el barco no estaba en peligro de hundirse, la marinería permaneció a bordo hasta que, a los pocos días, contempló aterrorizada cómo los isleños estaban construyendo “dos o tres canoas” en la playa mientras les apuntaban con flechas con punta de hierro y gritaban algo así como pa on ough (¿); el capitán lanzó un s.o.s. pidiendo armas para defenderse del “inminente ataque de los caníbales” hasta que los 31 tripulantes fueron rescatados por helicóptero. Desde aquella fecha, el Primrose continúa encallado aunque cada día más destartalado –puede verse en Google Earth-.
Hasta aquí la noticia. Ahora bien, lo primero que debemos subrayar es que no fue la primera vez que, gracias a un accidente naval, los sentineleses obtuvieron hierro para sus flechas puesto que, en 1867, el mercante Nineveh, también encalló en la costa de NS. Sus 86 pasajeros y sus 20 tripulantes arribaron a la playa y, durante la noche del tercer día, fueron atacados por unos isleños que estaban “perfectamente desnudos… y con flechas de punta de hierro” –es decir, que la presencia del hierro en NS será precaria o será abundante pero es más que centenaria-. El segundo detalle que no ha merecido la atención de los comentaristas es: la diseminación en la costa de muchas toneladas de pienso avícola, ¿cómo afectó al medio ambiente de NS? No lo sabemos.
Más general que las dos anteriores es una tercera pregunta que se refiere a la brusca irrupción en una sociedad ‘primitiva’ de una enorme cornucopia de manufacturas occidentales: ¿cómo afectó el hipotético saqueo del Primrose a la tecnología material sentinelesa? Tampoco lo sabemos; si acaso, por la observación aérea podemos colegir que no aprovecharon las herramientas del pecio para deforestar NS aunque ni siquiera de esto podemos estar seguros puesto que bien han podido ‘limpiar’ el sotobosque dejando intacto el dosel arbóreo. Más aún, ni siquiera sabemos si los sentineleses vaciaron el barco y –dejando aparte su reluctancia a todo lo foráneo-, hay una razón para sospechar que quizá no lo hayan visitado regularmente: se dice que estos indígenas no navegan fuera del arrecife coralino sino que sólo puntean con pértiga sus canoas con balancín. Yaciendo el Primrose en aguas semi-profundas, es plausible suponer que los sentineleses no se hayan arriesgado a cruzar esos pocos cientos de metros sino que hayan esperado a que el mar les arroje a sus playas los restos de ese carguero.
Finalmente, entramos en terreno un poco menos resbaladizo: debemos a T.N. Pandit las únicas líneas autorizadas para hablar de la sociedad sentinelesa. Este antropólogo visitó varias veces NS desde 1967 y posteriormente publicó un librito de 60 páginas que, por ahora y pese a ser de difícil consulta, es la biblia etnográfica sobre ese pueblo (The Sentinelese, también publicado en ASI, Andaman and Nicobar Islands tribe series, 1990) La narrativa de TN Pandit sobre esos ‘primeros contactos’ es la primera verosímil que hemos estudiado: “Vimos hogueras vivas en el frente de las chozas vacías. El equipo expedicionario dejó allí sus regalos, cubos de plástico, pacas de ropa, bolsas de caramelos. Reinaba un aire de fiesta, mitad expedición militar mitad excursión de escuela. Pero, pese a mis protestas, los policías y los marinos robaron ‘como souvenirs’ buena parte del mobiliario de las chozas: arcos, flechas, un cesto y el cráneo pintado de un cerdo salvaje”.
En definitiva, el patrón habitual de las invasiones; confundiendo no sólo el intercambio con el comercio sino también la tan cacareada ‘libertad de mercado’, los invasores (armados) dejan una basura occidental que nadie les ha pedido y saquean las casas de los indígenas. Desde entonces, los antropólogos han emprendido 26 expediciones a NS y han contactado con los sentineleses en 24 ocasiones (están detalladas en ANSI, Particularly Vulnerable Tribal Groups of India, Privileges and Predicament)
Otrosí, a raíz de la fama mundial adquirida por la incursión del antes citado Jesus freak gringo, a finales de 2018 le preguntaron a TN Pandit: “El Censo de India de 2011 dice que solo quedan vivos 15 sentineleses, 12 varones y 3 hembras. ¿Es eso cierto?”. Su respuesta fue terminante: estos censos suelen ser arbitrarios. Mi estimación oscila entre 80 y 100 personas y tengo razones para sostenerla. Recuerdo mi primera visita a NS, en 1967. Los sentineleses se escondieron en el monte pero sin dar señales de hostilidad. Luego vimos 18 chocitas circundadas por vallas, tenían mucha comida, frutos silvestres y pescados ahumados, arcos y flechas. 18 chozas apuntan a una población de 50 o 60 personas. En los años 70’s y 80’s, vi a unos 30 o 40 sentineleses. NS es pequeña, solo tiene 20 millas cuadradas de bosque rodeadas por el mar. Esta superficie puede sostener a unas 100 personas. Si este centenar se viera confinado al monte, sólo podrían subsistir unas 30 o 40 almas”. Naturalmente, confiamos en que TN Pandit haya tenido en cuenta para sus cálculos las mudanzas que han podido experimentar los sentineleses desde que los visitó por última vez, a principios de los años 1990’s. Es decir, la hipotética irrupción de los restos del Primrose MV y, sobre todo, la no-tan-hipotética posibilidad de que haya habido visitas clandestinas a NS.
En 1974, 1981, 1990, 2004 y 2006, el National Geographic (ver el reportaje de Raghubir Singh, junio 1975), un barco de guerra y el gobierno hindú intentaron desembarcar en NS. Casi todos ellos y, sobre todo, a partir de 1991, fueron recibidos a flechazos. Precisamente en 2006, desde que el pueblo de NS se opusiera al desembarco de una misión oficial que pretendía recuperar los cuerpos de dos pescadores que habían sido asaetados por los isleños, el gobierno hindú abandonó todo propósito de contactar con los sentineleses.
Hechos
A la postre, son escasos los hechos de los que podemos estar seguros. Uno de ellos es que los sentineleses poseen los hierros obtenidos de los naufragios pero tampoco podemos olvidar otras posibles maneras de que llegaran a NS; i.e., por contrabando. Pero que haya variado –o no- su tecnología material no nos puede confirmar que haya variado una estructura étnica de la que no sabemos nada, ni siquiera si ha evolucionado desde finales del siglo XIX. Porque tendemos a imaginar que los sentineleses de hoy han de ser idénticos a los de antaño pero esto es una suposición gratuita que dice mucho del imaginario occidental, siempre proclive a confundir la foto con la película animada, pero no dice nada de los indígenas. Si eso se cree incluso cuando se observan pueblos que evidentemente han sufrido gruesas invasiones, con (aparente) mayor motivo se cree de los pueblos aislados.
De la lengua sentinelesa solo tenemos minúsculas exclamaciones dispersas. Por ejemplo, la Dra. Madhumala Chattopadhyay –única antropóloga que les visitó-, cree ver que los gritos de Nariyali Jaba Jaba que proferían los sentineleses cuando les ofreció cocos significaban “más y más cocos” porque eran palabras parecidas a las de un dialecto de los Ongé -indígenas ‘vecinos’ que ya hemos mencionado-.
El tsunami del año 2004. En 2009, el antropólogo Anstice Justin, lideró una misión para evaluar los daños que aquel tsunami pudo infligir a los andamaneses en general. En NS, comprobó que los cascotes y la arena habían rellenado las aguas someras del sur de la isla en las que pescaban desde sus canoas los sentineleses. El dato es importante porque –dícese- estos indígenas no saben pescar en aguas profundas. Y añadió, “El blue lagoon ha sido reemplazado por piedras; se acabó la pesca en este lugar”.
Conclusión
North Sentinel está a unas 30 millas de Port Blair. Se cuenta que, en un día claro, desde esta capital de unas 200.000 almas se puede divisar NS. Lo cual significa que una multitud de hindúes, bangladesíes, birmanos, tamiles, dalits (casta de los intocables) y puede que hasta adivasis (indígenas, 50 o 70 millones en toda India repartidos entre 532 pueblos ‘oficialmente’ indígenas), están esperando en Port Blair la oportunidad para colonizar NS. Lo cual, repito, significa que en cualquier momento –y más desde la barahúnda mediática propiciada por el Jesús freak- pueden aumentar los encuentros o encontronazos clandestinos no registrados. Y, entre éstos, pueden incrementarse los reportajes seudo-antropológicos pergeñados por algunos turistas pretendidamente ilustrados.
Por fortuna, el estamento antropológico hindú da la impresión de abogar sin fisuras por la política de no intervención en NS -fugaces visitas incluidas- pues saben mejor que nadie de las calamitosas consecuencias que estas invasiones han tenido sobre los restantes pueblos andamaneses. En definitiva, han adoptado la única política que debe implementarse cuando se trata de indígenas aislados por voluntad propia: dejarles solos. Ojalá se tuviera esta disposición en aquellos otros países en los que sobreviven pueblos indígenas que pelean por mantenerse alejados de la “civilización”, -esa valiosísima minoría de la que los sentineleses son paradigma, insultados como ‘asesinos natos’ lo que sólo prueba la eficacia de su resistencia-, que resiste en la cuenca amazónica, en un rincón del Chaco paraguayo-boliviano y en algunos valles de la gran isla papúa, la independiente y la aherrojada por Indonesia. Es lo menos que deben hacer para hacer frente a la prepotencia de los misioneros, sean estatales o freaks; la irresponsabilidad de muchos geólogos y empresas mineras; las paranoias bélicas y patrióticas de tantos milicos; la avaricia agroganadera a gran escala; la apatía de los antropólogos… y la miseria de unos pueblos hambreados y medio suicidas que se ven obligados a invadir lo desconocido.
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