Banderas y calzoncillos
Iñaki Alrui*. LQS. Junio 2020
El régimen del 78 nada hizo por arraigar una cultura democrática básica y profunda, de derechos y de justicia, entre la población. Por el contrario, la cultura democrática dominante consistía en tapar, en lugar de destapar, airear y sanar
Alarmados y cabreados por el alboroto de los cacerolos de la extrema derecha, muchos analistas y tertulianos diversos se interrogan acerca de las causas de estas pijo-manifestaciones y, más allá de ellas, de este incremento de patriotismo barato lleno de odio y rabia, como si fuera este un fenómeno tan inesperado como la caída de un meteorito en su jardín.
Y es que en el estado español, mal que nos pese, la falta de memoria es una carencia constitutiva, esencial. Ese alboroto de menaje rojigualda tiene padre y madre.
El fascismo nunca se fue, nada se cambió de la dictadura… Bueno, sí, algunos nombres de instituciones; pero en general lo que se hizo fue dar una mano de pintura a la fachada y dejar los 40 años de criminal dictadura y latrocinio tal como estaban. La misma policía con otro uniforme, la misma justicia con otro nombre, el mismo poder económico renovado, la herencia legislativa… La estructura base del aparato de estado siguió igual, tal cual.
El régimen del 78 nada hizo por arraigar una cultura democrática básica y profunda, de derechos y de justicia, entre la población. Por el contrario, la cultura democrática dominante consistía en tapar, en lugar de destapar, airear y sanar. Tapar bajo la bandera. La principal labor de la izquierda del 78, en este asunto, fue precisamente proteger a la derecha y avalarla, hasta acabar encontrando su naturaleza en ser intercambiables. El bipartidismo.
Los fascistas y sus nuevos cachorros siguieron –sin abandonar la mentalidad de vencedores de la guerra y su veneración por el “generalísimo” –. Los veteranos torturadores recibieron nuevos premios, medallas y promociones. De la generación del Movimiento Nacional, unos, la mayoría, pasaron –¡oh, milagro!– a ser demócratas, chaqueta nueva, y otros siguieron jugando el papel de chaquetas viejas, una minoría siempre necesaria para el sistema-estado, como elemento de terror y de tensión política: si hay que integrarlos, hay que acercarse a ellos; si les queremos tranquilos, hay que cerrar el paso a cualquier “provocación” de quien se tome en serio eso de que la democracia es libertad, derechos y justicia. De aquellos polvos estos lodos.
Nos encontramos siempre con una avalancha de noticias de inmediata actualidad, que los medios administran a su antojo: la jueza que imputa al gobierno, el guardia civil torturador golpista -¿sorpresa?- (1), los insultos de la condesa (2)… Temas, baladís o no, que bombardean nuestro día a día y distraen nuestra mirada y nuestra atención de la conquista de objetivos sociales y políticos.
Y los cachorros salen a la calle con carta blanca y bandera en la mano. Se les ha quitado el bozal y se les ofrece comida fresca…
Algunas cosas cambiaron con la muerte física del dictador, que no del franquismo, pero el poso de la dictadura está presente. Solo tenemos que preguntarnos por la cabeza del estado, el rey. En otros temas hay mucho maquillaje, como el de los fascistas que se lanzan ahora a la calle. Son la misma línea ideológica que en los años 70, aunque ahora algunos vayan de modernos y rebeldes. Es fascismo “pop”, que convive con el de estampita de la Dolorosa. España es así.
Hay datos (3), al alcance de todos, que indican que las fidelidades políticas poco han cambiado. Una vez entrados en la “democracia” y admitido por tod@s –o casi– el sistema parlamentario, es bueno repasar las cifras de las primeras elecciones generales de 1977 y observar su evolución. Se pueden mirar de muchas maneras, pero la evolución no es muy distinta entre lo que denominamos izquierda, derecha, nacionalistas… Siempre está ese puñado de votos que deciden mayorías o victorias. Sin olvidar la abstención. Como no voy a jugar a hacer de sociólogo, animo a l@s lectores a que saquen sus propias conclusiones (3). El estudio completo debería incluir la financiación de la banca a cada organización y el apoyo de los medios (es el mismo círculo: medios-bancos). Por supuesto lo esencial es ver el número de votantes, no su traducción a escaños; eso sería una trampa, como lo es la Ley D’Hondt (4).
Lo que pretendo decir es que los bloques de votantes derecha/izquierda han permanecido casi invariables en los últimos cuarenta años. Pero han cambiado las circunstancias, y los estrategas de la derecha han visto conveniente alentar la amenaza del miedo, el golpe, la involución, el estrangulamiento de las reacciones de descontento popular… Y los cachorros salen a la calle con carta blanca y bandera en la mano. Se les ha quitado el bozal y se les ofrece comida fresca.
Estos ciclos, mal que nos pese, obedecen a los movimientos del poder económico, y son ahora una ola global, como lo son ese mismo poder y su crisis. A ese fascismo rabioso que hoy trae de la mano el capitalismo, hay que responderle en la calle y fuera de ella. No tanto gritando consignas, sino construyendo alternativas que sumen mayoría social, protagonizadas por ella misma, y que terminen con el saqueo. Y, de paso, hagan justicia y depuren los aparatos del sistema. Tal vez la palabra resumen sea ruptura.
El titulo de la nota no es más que una pequeña provocación simpática: mientras tiendo mi ropa, veo colgada en la ventana de enfrente una bandera. Pocas metáforas artísticas lo podrían definir mejor que el trabajo artístico de Mariví Gallardo en “¿Bandera es femenino?” de la que extraemos la imagen que ilustra esta nota, banderas, calzoncillo, bragas, calcetines, telas al aire, bandera, bandera.
Notas:
1.- Pérez de los Cobos, un golpista de siempre para lo que se tercie
2.- “Vosotros fascistas / sois los terroristas”
3.- Consulta de resultados electorales
4.- Sistema D’Hondt
* Miembro del Colectivo LoQueSomos
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