Borbón I suplanta a Borbón VI en una iluminación vaticana
Patxi Ibarrondo*. LQS. Mayo 2019
… Porque al final ¿cuántos reyes Borbón ejercen en España? ¿uno interior y el otro exterior?…
Un día en la Semana Santa de abril 2019 decides tomar un avión del vuelo Ryanair Santander-Roma y te presentas en la ciudad eterna. Al mismo tiempo que tú, coinciden en las viejas calles de esta civilización milenaria multitudes, quizá millones, de turistas llegados de casi todos los países del mundo. Amalgamados y en constante movimiento. Forman un conjunto que lo llena todo, hasta el límite mismo donde están los montones de basura atrasada “sine die”. Pasa a ser parte del paisaje. Roma es bella, pero igualmente sucia. Hay que temerse que los servicio de limpieza municipales estén en manos de mafias que cobran pero no trabajan. Las contratas de residuos son un sector prioritario para estas organizaciones.
Los infatigables turistas se mezclan con los peregrinos al Vaticano, el cénit de la cristiandad; otros simplemente van a hacerse “selfies” delante de todo monumento que encuentran a su paso. Roma está llena de posibilidades para la gente que busca la imagen del “”yo estuve allí”: Coliseo, Fontana di Trevi, cientos de iglesias repletas de obras de arte… Y, naturalmente, el Vaticano.
Desde la más profunda antigüedad se sabe que “Todos los caminos llevan a Roma”. Esa frase resume desde tiempo inmemorial la fe de los creyentes católicos, Ante el templo de los templos todo se magnifica, el peregrino se encuentre ante el “sancta sanctorum” de su fe. El Vaticano es la cúspide y el fundamento de la Cristiandad. Pero tanta abundancia de arte a golpe de zapato cuesta un dinero pródigo y buena resistencia muscular.
Una vez pagada la entrada, las manadas de gente son conducidas sin muchos miramientos por un interior repleto de obras de arte míticas: La Pietá de Miguel Ángel, el Baldaquino de Bernini, el ábside con mosaicos… Pero los guías no dejan lugar para el ensueño; hay que apresurarse y no extraviarse, ir detrás de la banderita en ristre del pastoreador de masas. Que son infinitas. El turismo es un epifenómeno inevitable. Todo el mundo pretende estar en los mismos lugares y al mismo tiempo. La economía laboral obliga a viajar con formatos de tamaño industrial.
Pero una vez llegados a la cripta de la Basílica de San Pedro, algo llama poderosamente la atención al español visitante. Allí están las tumbas de casi todos los Papas muertos, en geométricos sarcófagos, pero un cartel de buen tamaño informa:
“La iluminación de esta cripta fue inaugurada, en el año el 2018, por los reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía”.
Extrañeza y estupefacción. Que supiéramos en el año 2018 de Cristo el rey es o era Felipe VI. Pero en esta España de los milagros subvencionados por el dinero público, no es nada raro un acto de suplantación de semejante envergadura.
El Campechano no pierde comba y da para eso y para mucho más. ¿Y acaso el Papa Francisco no cayó en la cuenta de la suplantación del hijo por el padre en el acto de la solemne de la inauguración? O si se hizo por donación, con qué dinero se hizo y cuánto nos costó. Si lo hizo “motu proprio” o con el consentimiento de la Corona. No sabemos el grado de autonomía del interfecto. Aunque sabiéndose el sucesor del Caudillo e intocable por la gracia de Dios, hay que temerse lo peor. La pregunta retórica sería cómo se puede saltar la legalidad protocolaria de esa manera tan impune. Y con tanta caradura. Porque al final ¿cuántos reyes Borbón ejercen en España? ¿uno interior y el otro exterior?
Hay que seguir al guía por los vericuetos de las divinas maravillas que atesora el Vaticano. No hay tiempo, ni lugar ni posibilidad para mirar atrás. El bíblico castigo a la curiosidad excesiva, flota en el ambiente y propicia el número de visitas y la economía vaticana. Flota en el aire el fantasma de la mujer de Lot, convertida en sal por mirar atrás. La mujer de Lot se ha convertido en lema supremo para programar las aceleradas visitas de turistas y peregrinos, en la suntuosa Basílica de san Pedro de Roma. Nunca mirar atrás, siempre catapultados hacia delante. Y dejar el óbolo o ticket estipulado a la entrada del lugar sagrado del catolicismo apostólico romano.
Una Roma donde, según dijo el escritor siciliano Leonardo Sciascia, nada es verdad incluso la presencia vaticana de un rey de España que ya no es rey.
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