Canadá. No queremos fracturación hidráulica en nuestras tierras
En la película Corazón trueno, un relato de ficción basado a grandes rasgos en los conflictos y la represión de las reservas indias en la década de 1970, Walter Crow Horse le espeta al agente del FBI Ray Levoi: “Sabéis, vosotros no sois más que los segundos en venir de la misma vieja caballería”. El pasado 17 de octubre, en la provincia oriental canadiense de Nuevo Brunswick, la Royal Canadian Mounted Police (RCMP, la llamada policía montada) desempeñó el papel secular de los opresores cargando con violencia contra los manifestantes indígenas que se oponían a la fracturación hidráulica. Los agentes de la RCMP, pertrechados con todo el material antidisturbios y armados hasta los dientes, arremetieron contra una cadena humana que desde hacía dos semanas pretendía impedir que una empresa de Texas aplicara el método destructivo de prospección basado en la fracturación hidráulica. El bloqueo había sido organizado por el pueblo mi’kmaq de la reserva indígena Elsipogtog. En la operación fueron detenidos cuarenta manifestantes, incluido el jefe Arren Sock y miembros del consejo tribal.
Según declaraciones de los manifestantes, la RCMP utilizó una fuerza arrolladora, con balas de goma, gases lacrimógenos, spray de pimienta y perros. La policía estuvo “protegida” por francotiradores. Robert Levy, antiguo jefe de Elsipogtog y miembro del consejo tribal, ha declarado que este fue “uno de los días más horribles que he vivido… Eso es como Egipto o algún lugar en Iraq”. David Alward, primer ministro de Nuevo Brunswick y dirigente del Partido Conservador Progresista de la provincia, afirmó que las cargas de la policía fueron necesarias porque el bloqueo era un “campamento armado” y no “un lugar seguro”. La RCMP se encargó de encontrar armas de fuego y explosivos en el campamento después de expulsar a los manifestantes, pero a la luz de la experiencia histórica de la relación entre el gobierno de los colonos y los pueblos indígenas, esto bien podría ser un montaje.
Cuando la policía avanzó contra las barricadas levantadas por los manifestantes mi’kmaqs, chocó con la resistencia de estos en forma de una lluvia de piedras, botellas y botes de pintura. Varios coches de la policía ardieron. Cuando se propagó la noticia del asalto se produjeron más de 45 acciones de solidaridad en toda Canadá e incluso en EE UU, y activistas indígenas de todo el país acudieron a Nuevo Brunswick para continuar con las protestas en solidaridad con el pueblo mi’kmaq. Tras el ataque violento de la RCMP, el juez George Rideout de Nuevo Brunswick declaró que no prorrogaría las medidas cautelares decretadas contra los manifestantes que se oponen a la fracturación hidráulica, cosa que supone una importante victoria jurídica. Mientras tanto, el jefe Arren Sock se ha reunido con el primer ministro Alward y ambos han declarado una moratoria de 30 días tanto del proyecto de fracturación hidráulica como de las protestas.
La reserva Elsipogtog se halla en la parte oriental de Nuevo Brunswick, a casi 300 kilómetros del Estado de Maine. Tiene una población de unas 2.400 personas y una tasa de paro del 80 %, según el antiguo jefe Robert Levy. Alrededor del 70 % de la población tiene menos de 30 años. Debido a la escasez de viviendas, en cada casa viven hasta cinco familias. Levy ha explicado que la amenaza de que la fracturación hidráulica contaminara el agua potable fue la gota que desbordó el vaso. “Nos han arrinconado en un paraje tan diminuto de Elsipogtog”, dice. “Un pequeño sello de correos es todo lo que nos queda.”
Las graves secuelas de la fracturación hidráulica
La amenaza de la fracturación hidráulica vino de la mano de la empresa Southwestern Resources Canada (SWN), con sede en Texas. El método de perforación –consistente en inyectar una mezcla de agua, arena y productos químicos tóxicos en el subsuelo a alta presión para fracturar las formaciones rocosas y liberar gas natural y petróleo– sustenta un nuevo auge muy rentable de la producción de combustible fósil en Canadá y EE UU. Sin embargo, personas de ambos países –de comunidades que van desde Texas hasta las provincias de Canadá y desde el nordeste de EE UU hasta la costa del Pacífico– se rebelan contra la fracturación. Las últimas manifestaciones se produjeron el 19 de octubre con la jornada de lucha “Global Frackdown”, en que hubo actos de protesta en los 50 Estados de EE UU y en más de 20 países de todo el mundo.
El apremio de estas manifestaciones refleja la magnitud de la devastación causada por la fracturación hidráulica. Los productos químicos tóxicos utilizados se infiltran a menudo en el agua subterránea, con el resultado de que algunos residentes de zonas cercanas han observado que si acercan una cerilla al agua que sale de sus grifos, esta se inflama debido a su alto contenido de metano. La mezcla de agua y productos químicos sigue siendo tóxica después de emerger de nuevo del subsuelo, y el mantenimiento de los grandes estanques de contención es prácticamente nulo, según los activistas. Aparecen informes sobre graves problemas de salud supuestamente relacionados con la fracturación hidráulica, pero las empresas energéticas declinan toda responsabilidad. A esto hay que añadir el hecho de que este método ha provocado un nuevo auge de la producción de exactamente el mismo combustible fósil que ya ha causado un cambio climático palpable, con consecuencias devastadoras en todo el mundo, y que irán a peor.
No es extraño, por tanto, que los mi’kmaqs decidieran actuar contra el proyecto de fracturación de SWN. En un discurso con motivo de una manifestación del pasado 1de octubre, el jefe Arren Sock dio lectura a una resolución aprobada por el consejo tribal que llamaba a la retirada de los equipos de SWN: “Por tanto, resolvemos en una reunión debidamente convocada del consejo que se haga saber a todos que nosotros, el jefe y el consejo de Elsipogtog, reclamamos la devolución de todas las tierras indígenas desocupadas de la reserva para someterlas al dominio de nuestro pueblo. Además, nuestro pueblo nos ha hecho saber que está dispuesto a salir y reclamar sus derechos sobre las tierras desocupadas de la Corona para su propio uso y beneficio .”
Según informó el activista y periodista Roger Amis en el Vancouver Observer, “los mi’kmaqs dicen que la fracturación hidráulica está llevándose a cabo en tierras donde tradicionalmente se caza y que esto constituye una violación de sus derechos soberanos. Sus preocupaciones las comparten otros muchos habitantes de la región y de toda la provincia. Todos están profundamente preocupados por la contaminación del agua potable y de los terrenos que causará la fracturación hidráulica. ” Nuevo Brunswick está regido por un gobierno del Partido Conservador elegido en 2010 que apoya la fracturación, pero este es un asunto muy controvertido. En 2011, la Unión de Municipios de Nuevo Brunswick rechazó por apenas 22 votos contra 18 una resolución a favor de una moratoria en toda la provincia. Los alcaldes de la parte oriental de Nuevo Brunswick, donde tuvo lugar la carga de la RCMP, votaron en julio de este año por 16 contra 1 a favor de una petición del gobierno de que impusiera una moratoria en su región.
Una historia de expolio
Después de la carga policial contra el campamento de Elsipogtog, Dominic LeBlanc, representante de la zona en el parlamento canadiense, ha reclamado una moratoria del proyecto de perforación hasta que puedan calibrarse los riesgos para la salud de la fracturación hidráulica. Mientras tanto se han formulado dudas acerca del derecho de SWN a realizar las prospecciones. Stephen Augustine, decano de la facultad Unama’ki de la Universidad de Cap Breton, ha explicado a la cadena de televisión CBC que el pueblo elsipogtog nunca a cedido territorio alguno a los Estados canadiense o británico mediante un tratado. “Los tratados previos a la Confederación no eran más que tratados de paz y amistad”, dijo. “El Estado de Canadá así lo ha reconocido.” En los últimos tiempos, el pueblo elsipogtog ha ganado importantes pleitos judiciales ante el Tribunal Supremo canadiense, que ha reconocido sus derechos de caza, pesca y recogida de leña.
La violencia brutal contra los pueblos indios y los activistas que se solidarizaron con ellos en Nuevo Brunswick es un hito más en la larga historia del robo de tierras y recursos en Canadá. Tal como dice el escritor y experto en salud James Daschuk en un comentario publicado en Toronto Globe and Mail, la expansión del Estado canadiense no fue menos violenta y mortífera que la de EE UU. Al describir la “colonización” de las provincias occidentales, Daschuk escribe: “[Un] aspecto clave de la preparación del terreno fue el sometimiento y el desplazamiento forzoso de comunidades indígenas de sus territorios tradicionales, especialmente para expulsar de las llanuras a los pueblos aborígenes con el fin de dar vía libre a la construcción del ferrocarril y los asentamientos de colonos. A pesar de las garantías de ayuda alimentaria en tiempos de hambruna previstas en el Tratado nº 6, los funcionarios canadienses utilizaron los alimentos, o más bien la denegación de los mismos, como arma para aplicar la limpieza étnica en una vasta región que alcanza desde Regina hasta la frontera de Alberta a medida que se iba construyendo el Canadian Pacific Railway .”
El movimiento Idle No More
Las protestas de Nuevo Brunswick deben contemplarse a la luz del ascenso del movimiento Idle No More/1, fundado en diciembre del año pasado. Se trata de un movimiento impulsado por los pueblos indígenas contra el incumplimiento de los tratados, los expolios de tierras en pleno siglo xxi y la desregulación de las zonas de protección ambiental, aparte de otros ataques a los pueblos indígenas. Este movimiento ha ayudado a reforzar la resistencia y la conciencia de los pueblos indígenas de todo el país y también se ha extendido a EE UU, donde las tribus y pueblos nativos se sienten unidos por una creciente voluntad de resistir a las nuevas oleadas de ataques al medio ambiente y a los derechos sobre el agua y las tierras. Una acción reciente de miembros de la tribu nez percé en Idaho (EE UU) con vistas a bloquear el envío de un “megacargamento” de equipos destinados al procesado de las arenas bituminosas de Alberta (Canadá) es un buen ejemplo de esta conexión.
El gobierno canadiense, encabezado por el primer ministro Stephen Harper, del Partido Conservador, afirma que el movimiento Idle No More se ha dispersado en el curso de este año. Sin embargo, el pasado 7 de octubre, grupos de solidaridad con el movimiento organizaron más de 63 actos de protesta en toda Canadá, sin contar las manifestaciones de solidaridad que tuvieron lugar en una docena de países. La fecha del 7 de octubre marcaba el 250º aniversario de la firma por el entonces rey de Inglaterra, Jorge III, de la proclama que establecía la relación con los pueblos indígenas de América y las tierras “reservadas a ellos”.
Como ha explicado Alex Wilson, una activista del movimiento Idle No More, a CBC News, el movimiento ha juntado a personas que están hartas de los ataques a sus modos de vida y su medio ambiente y que están dispuestas a hacer algo al respecto. Según Wilson, el rápido crecimiento inicial del movimiento se debía a “la combinación de la frustración de la gente con el gobierno de Harper y su voluntad de cambio y de una transformación real, y eso se convirtió en una tormenta perfecta y resultó ser el momento perfecto para que todas esas cosas sucedieran ”. Concluyó que siguieron acumulándose “pequeñas cosas incrementales hasta alcanzar un punto en que de repente se inclina la balanza y la gente dice que de ahí no pasa”.
El comportamiento agresivo de la RCMP en Nuevo Brunswick la semana pasada refleja la actitud del gobierno federal presidido por Harper, que no ha mostrado ningún interés en consultar a los pueblos indígenas unas medidas que afectan a sus vidas y a parte de su territorio. Por ejemplo, el gobierno ha enmendado la ley de protección de las aguas navegables, reduciendo el número de lagos, ríos y aguas costeras que estaban bajo protección federal de 2,6 millones a nada más que 87. Asimismo ha hecho aprobar una serie de enmiendas a la ley de los pueblos indios, facilitando el arrendamiento de tierras de los indios a no indígenas. Todo esto forma parte del proyecto de Harper de hacer de Canadá una economía de extracción de recursos, de acuerdo con los planes que aplican las compañías energéticas estadounidenses. El gasoducto Keystone XL y la expansión de la fracturación hidráulica en el nordeste de Canadá están estrechamente relacionados, y en ambos casos el gobierno de la derecha está aplicando políticas que llenarán los bolsillos de las grandes empresas, sin ningún miramiento con respecto a los daños causados a los habitantes y el medio ambiente.
De ahí que los tribunales decretaran inicialmente el levantamiento del bloqueo contra la fracturación hidráulica organizado por los mi’kmaq. Como el pasado de Canadá, la RCMP fue la encargada de ejecutar las medidas que interesan al gran capital por medios violentos. Como señala el escritor y activista Derrick O’Keefe, de Vancouver: “Contrariamente al mito de la construcción integradora y pacífica de la nación, el Estado canadiense moderno se creó mediante la proyección de la fuerza sobre y contra los pueblos indígenas. La RCMP, y antes que ella la Policía Montada del Noroeste, se constituyó expresamente con esta finalidad .”
En su blog, la escritora Leanne Betasamosake Simpson explica que la expropiación de las tierras de los pueblos indígenas subyace a muchos otros fenómenos de su opresión y llama a los amantes de la justicia a denunciar las mentiras de los medios de comunicación sobre los actos de violencia cometidos contra los manifestantes mi’kmaqs: “ Podemos seleccionar la imagen de las mujeres mi’kmaqs tranquilas y fuertes con sus niños, armadas de tambores y plumas, y preguntarnos qué puede motivar a unas madres, abuelas, tías, hermanas e hijas a ponerse en pie y decir que de ahí no pasan. Podemos informarnos sobre los 400 años que llevan estos pueblos resistiéndose a la expropiación y la extinción… Podemos informarnos de por qué deciden formar con sus cuerpos una cadena humana para proteger sus tierras y sus aguas contra la fracturación, porque aparte de los voluntariamente ignorantes y de los racistas, la gente razonable e inteligente deberían estar a su lado .”
Nota:
1. Se puede traducir por “Se acabó la inacción” o “Ya basta”.
Traducción: VIENTO SUR. Socialistworker.org