Canços d´amor i droga
Por Iñaki Alrui*
Un homenaje póstumo al poeta y pintor Pepe Sales, que antes de morir dejó escritas medio centenar de canciones que permanecieron inéditas hasta que Albert Pla rescató aproximadamente 30 a las que con la ayuda de Quimi Portet, Lulú Martorell y la pinchadiscos Judit Farrés puso música para la realización del disco
Me gusta el teatro, diría que me apasiona cualquier representación escénica, de todas aprendo, absorbo lo que puedo. El teatro me da calor, me relaja, me llena.
Cuando fui a ver Canços d´ amor i droga de Albert Plá, sabia que me encontraría alguna sorpresa, sabiendo como es él, no esperaba la presentación de un cedé al estilo tradicional, pero la sorpresa fue mayúscula, desde el principio hasta el fin del espectáculo.
Me apasiono, me gusto, me lleno y me dejo pensando, pensando sobre la cruda realidad en la que vivimos, sobre la burbuja en la que estamos encerrados que nos impide ver un poco más allá con nuestros ojos.
Plá, acompañado de Judit Farrés, recrean el universo escrito de Pepe Sales (1954-1994), poeta, pintor y compositor desconocido para la inmensa mayoría. Sales, artista maldito y desconocido, pero de extraordinario talento para comunicar su universo y con una exquisita sensibilidad musical, transmite las pasiones y los miedos, el mundo particular en el que vive.
Sobre un sencillo escenario Plá Y Judit, interpretan esta creación de Sales, Plá se convierte en un monstruo de la escena, a veces dudas de que sea el cantante que tantas veces has oído, inca las rodillas para cantar al San Cristo de las Farmacias, lleva la crudeza de la heroína al escenario, con sonidos de rumba, punk, blues, con su peculiar vocalización, interpreta los silencios, se mete en tu piel durante la hora y media que dura la representación. El final es triste, pero real, la madre sujeta a su hijo en sus brazos, ante la muerte inexorable, como lo tuvo al nacer.
Judit acompaña con toda naturalidad, su desnudo interpretativo, con su música, con la expresión de su cuerpo, como si fuera el reloj del tiempo que acompaña la vida, desnudos como somos, como nacemos, como morimos.
Impresionante representación, que se aleja del folklorismo “rosa” que tanto ocupa nuestros escenarios. Llevar la realidad actual al teatro puede ser duro, crudo, pero necesario para saber revolver nuestros sentimientos, para que nos sintamos más humanos, más ciudadanos, en estas urbes, donde cada día reina más la indiferencia.
Gracias Plá, siempre es una grata sorpresa.
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