Católicas corridas de toros

Católicas corridas de toros

Por Arturo del Villar

La noticia parece propia de un día de los inocentes, pero lamentablemente es cierta, porque en este reino lo más absurdo siempre es posible. Y dice que entre los días 5 y 7 de abril se celebrará en Zamora el I Encuentro Internacional de Capellanes y Sacerdotes Taurinos, organizado conjuntamente por la Asociación Internacional de Tauromaquia y la Delegación de Patrimonio del Obispado de Zamora

El obispo de Zamora, Fernando Valera Sánchez, es un taurófilo empedernido, tanto que los diocesanos le conocen por su apodo de Finito de Bullas, por el nombre de su pueblo, Se espera que cuando se edite el programa completo de los actos, figure destacado que el obispo concede indulgencias en la forma acostumbrada a quienes asistan piadosamente a todos.

También se dice que va a editarse un volumen con la reseña de todas las actividades celebradas, que tendrá por titulo Liturgia taurina, y será un complemento del Cossío, excelente enciclopedia de la tauromaquia, pero falta de explicar la vertiente religiosa de las corridas. Entre los aficionados se ha acogido con entusiasmo el anuncio de este Encuentro, que añade un nuevo valor a los que ellos descubren en los espectáculos taurinos. Ignoramos si el obispo Valera conseguirá de este modo reservarse un sitio de honor en el reino de los cielos, pero sí lo tiene asegurado en el de la España cañí, “La España de charanga y pandereta, / cerrado y sacristía, / devota de Frascuelo y de María”, como escribió Machado. Hay obispos para todo.

Presencia borbónica

Ha aceptado la presidencia de honor, cómo no, la infausta Elena, que al no tener nada que hacer en toda su vida acude a las plazas de toros luciendo una bandera rojigualda en el sombrero, para aplaudir con sus descansadas manos eso que denominan las faenas, y está feliz cuando le brindan la muerte de sus correspondientes toros los fantoches vestidos de luces, las que a ellos les faltan en el entendimiento, por otro nombre los matadores, un nombre lo bastante terrorífico como para no precisar ninguna aclaración.

También podían dar otra presidencia honorífica a su hija la excelentísima señora Victoria Federica, grande de España, tan patriota que sobrepasa a su madre en la afición por los toreros guapos, como buena borbona que es. Pese a todo, sin duda se trata de una afición preferible a las derrochadas por su hermano Froilán en las salas de fiesta.

Asimismo hubieran quedado muy bien poniéndolo bajo la advocación de la reina Urraca de Zamora, por tratarse de un espectáculo más propio de su tiempo medieval que del nuestro.

Con relación a las corridas de toros se observa la división habitual de las dos españas: la tradicional denomina al salvaje espectáculo sanguinario la fiesta nazional, con zeta de nazi, por supuesto, es gente que cumple el precepto de seguir la misa dominical, es partidaria de la monarquía, adorna las plazas con banderas rojigualdas borbonoides, y encomienda a los matadores a las once mil vírgenes que según cuentan hubo en otros tiempos, para que los protejan de la actuación lógica de las reses, al defenderse de los toreros que las martirizan para diversión de un público todo de derechas y con inclinaciones fascistas criminales.

La otra España no acude nunca a las plazas de toros, es políticamente de izquierdas, republicana sin religión, partidaria del abolicionismo de este espectáculo propio de los pueblos primitivos sin cultura, siente lástima de los toros sacrificados con puyas, banderillas y espadas para diversión de los señoritos espectadores ociosos, y piensa en la manera de engrandecer al país sacándolo de sus costumbres primitivas como ésa misma.

Los sacerdotes taurinos

Todavía se está estudiando el programa de actos a celebrar, que suponemos alternarán las corridas y las misas, ya que otra cosa no parece aplicable en este esperpéntico evento. Los organizadores deben de estar enloquecidos tratando de encontrar asuntos a debatir en cuestión tan compleja como relacionar las corridas de toros con la religión catolicorromana. El encuentro estará abierto a cuantos quieran seguirlo, que los habrá porque hay gente para todo, según demuestran las mismas corridas.

El propósito que ha llevado a los organizadores a convocar el encuentro, explicado por ellos mismos, consiste en “poner en valor la figura del sacerdote taurino, para que su figura salga reforzada”: más bien sale desnaturalizada, porque parecería imposible a cualquier mente sana imaginarse a un cura diciendo misa en medio del ruedo, y no cabe suponer ninguna función religiosa propia del que denominan “sacerdote taurino”, es una aberración que tal vez consista asimismo en una herejía.

Siguen explicando los organizadores del encuentro que con él intentan “constatar la importancia del espectáculo que en el contexto de una plaza de toros representa a la Iglesia católica en una ceremonia que no es un juego, porque lo que ocurre es real, tan real como la sangre, la vida y la muerte”, frase difícil de entender, puesto que parece decir que el cura taurino representa a la Iglesia catolicorromana en esa ceremonia, propia del circo romano, en el que fueron destrozados por las fieras salvajes los primeros cristianos. Resultaría adecuado que el obispo de Zamora explicase qué entiende él por un “sacerdote taurino”, dos palabras en principio antagónicas, pero lo que el obispo ha unido que no lo separe el hombre.

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