CHE… ¿Se nos fue «el pelusa»?
Comandante Antonio García*. LQS. Diciembre 2020
Todo lo creativo, la alegría y la felicidad que ha vivido y disfrutado la humanidad, ha nacido en el seno de los pueblos en medio de su pobreza y humildad.
Por donde quiera que miremos nos encontramos con esta verdad, los idiomas nacen entre los pueblos y se han muerto cuando los encierran en los conventos o monasterios; aún, cuando creían que ahí se conservaban o generaban conocimiento. Del arte, ni qué hablar, es la misma diferencia entre «la juglería» y ”la clerecía», ¿cuándo encontraremos un Alejo Durán y sus creaciones en las cunas nobles?, claro en nuestras dimensiones nacionales; o en las dimensiones universales de un Gabriel García Márquez.
Cuando la fama construida a puro pulso en medio de tanto sacrificio y olvidos llega, es cuando los «nobles» o poderosos llegan en enjambres, para granjearse o sacar réditos de ella; ellos, sólo aparecen cuando la «mano de Dios» ya se ha levantado del mismo lodo, del barro y de la pobreza, y está por encima de las nubes, antes, nunca.
La fama obnubila, produce deslumbramiento y enceguece siempre a quien se olvida de sus orígenes. Ejemplos, hay varios, tanto en el país como en el mundo. Ahora, se trata de hablar del porqué Maradona, en vez de irse, se queda definitivamente con todos nosotros.
Desde niño Diego Armando conocido desde entonces como «El Pelusa», de pronto, por parecer un poco pequeño, pero que incomodaba tanto en el juego como en toda la dimensión de la vida; para quien jugar al fútbol, así fuese con pelota de trapo era la felicidad misma, la alegría de vivir, el compartir con los humildes de sus arrabales, era vida, construir familia; para él jamás fue un negocio, nunca su fama fue para conseguir dinero o hacer negocios, esa es la pequeña diferencia. Aunque, a sus quince años, cuando debutó en 1976 en la Primera División, en su primera jugada, él mismo lo diría: “ese día toqué el cielo con las manos”.
Cuestionó los poderes incluida a la misma FIFA, siempre estuvo del lado de los humildes, y por eso incomodaba.
Pocos se acuerdan de la noche oscura de Argentina en la segunda mitad de la década de los setenta y el primer lustro de los ochenta del siglo pasado; cuando los nefastos dictadores militares desgarraron esa nación con decenas de miles de desaparecidos y exilados, con el manido propósito de extirpar el “mal comunista”. Fueron épocas tristes, de tinieblas y de muertes reales, que sólo “El Pelusa”, con su magistral fútbol pudo hacer renacer el alma argentina en ese Mundial inolvidable de México en 1986; fue traer de vuelta a la vida a Argentina, aunque luego la volvió a enterrar el neoliberalismo en el Corralito, iniciando el presente milenio.
Mientras en esa década el neoliberalismo hacía estragos en el continente y más allá, la imagen y el prestigio del “Pelusa” se hacía universal: el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos; siempre con la mente y espíritu jugando desde el lado de los pobres, desde el sur de Italia con el Nápoles contra los ricos del norte, o con su gente de pueblo desde el Boca, con el mejor fútbol, el que se aprende en los potreros y con pelotas de trapo.
Con el desastre neoliberal en Venezuela llegó el triunfo de Chávez y se abren los nuevos tiempos para gobernar de otra manera en los países de Nuestramérica, llegó la hora para Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia… Pero, también volvieron las garras imperiales del norte a intervenir con viejas y nuevas formas para recuperar su dominio en decadencia.
Diego estuvo junto a las voces que condenaron el ALCA impulsado por Bush hijo, anduvo con los dirigentes del continente en la caravana que lo derrotaron en Mar del Plata; se sintió identificado con las causas de los pueblos y naciones que buscan la independencia y la soberanía. En su propia piel portó orgulloso como estandarte la imagen del Che, cómo se sentiría el Che andando el mundo sobre el brazo de la figura más emblemática de este tiempo globalizado.
Cuando su fragilidad humana, como la tenemos todos -sin excepción-, se hizo evidente no la ocultó, sino que buscó a quien de verdad podía comprenderlo y ayudarlo, encontró la solidaridad de Cuba -como siempre-, y sobre todo a Fidel, a quien siguió considerando su segundo padre; porque ser drogadicto no es un crimen sino una enfermedad, que Diego logró superar gracias al cariño del pueblo cubano.
No puede olvidarse el programa en la televisión que hizo con Fidel, aún recordamos la cara de sorpresa del Comandante cubano, cuando Diego le muestra que se ha tatuado su rostro en su pantorrilla izquierda, en la pierna de hacer los goles: se le salió la cubanía a Fidel y no tuvo otras palabras que decir: ¡compadre!
Ahora que se impuso el apoteósico reconocimiento mundial todos dicen estar con Maradona, sobre todo en Colombia; pero se quiere solo hablar del futbolista, del mágico futbolista, pero el mundo lo reconoce y lo admira porque él estuvo con los de su cuna humilde, que siempre fue irreverente con los poderosos, y la juventud de ahora y de siempre lo recordará como un símbolo de rebeldía.
A Diego no se lo quitarán a los pueblos, no podrán separarlo de la gente humilde que lo adora; por eso, la canción mexicana podría modificarse, pues no debería decir: “solamente…”; sino: ni siquiera “la mano de dios podrá separarnos…”; mucho menos la de los poderosos.
* Responsable militar del Ejército de Liberación Nacional (ELN) Colombia.
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