Chile: Cuando la dictadura desapareció el primer monumento al Che Guevara en el mundo
Hace 40 años, desaparecía el primer monumento erigido en el mundo en memoria del revolucionario Ernesto Che Guevara. Levantado en el populoso municipio de San Miguel, cayó bajo el accionar de la dictadura fascista encabezada por el general Augusto Pinochet Ugarte. Poco se conoce hoy de esta obra, pero su breve existencia reflejó el recorrido de la “vía chilena al socialismo” y su trágica y prolongada derrota histórica.
A finales de los `60 y principios de los `70, San Miguel era una comunadel sector industrial del Gran Santiago, al sur de la capital del país. El peso del Partido Socialista (PS) en el distrito era indiscutido, los hermanos Palestro venían gobernando la Alcaldía de manera ininterrumpida desde 1959 y seguirían haciéndolo hasta el golpe fascista. Asimismo, por aquellos años y ante el gran déficit de viviendas, se organizaron movimientos de pobladores especialmente en la zona sur de la capital chilena. Irrumpieron públicamente con la “toma de La Victoria” de 1957 y Santa Adriana en 1961. Y el gobierno municipal apoyó las principales tomas de terreno.
A nivel nacional, el PS y el Partido Comunista compartían una tradición de acuerdos electorales. Y tras el fracaso del gobierno demócrata cristiano y la “Alianza para el Progreso”, para las elecciones presidenciales de 1970 organizaron la Unidad Popular (UP) incorporando a otras fuerzas políticas bajo un programa con aportes marxistas. Por otra parte, “golpeando juntos y marchando separados” iba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. En el MIR confluyeron diversos sectores influenciados por la Revolución Cubana y la derrota electoral del frente izquierdista en 1964. Veían imposible que la burguesía local fuese anti-imperialista, y reivindicaban la lucha armada para derrotar al capitalismo. El apasionado debate que atravesaba a las militancias de izquierda era entre la vía pacífica y desarmada al socialismo o la revolución. En ese clima, y en un territorio donde crecían las organizaciones populares, se concretó el primer monumento en el mundo al Comandante revolucionario.
A mediados de 1970, su propulsor, el Alcalde sanmiguelino “Tito” Palestro Rojas, afirmaba que“el primer monumento al Che en América Latina es fruto del sacrificio del pueblo, tiene un valor de 300 mil escudos entre base y monumento”. Para junio de aquel año, la estatua de 1.400 kg estaba terminada y resguardada por los trabajadores municipales.Los avances de la obra reflejaban la hegemonía proletaria en la comuna, y acompañaban las esperanzas y voluntades que fogonearon la victoria electoral. El 4 de septiembre de aquel año, la UP ganó con el 36,6% de los votos sobre el conservador liberal Partido Nacional (35,3%) y la Democracia Cristiana (28,1%).Para la elección indirecta, fracasaron los insistentes intentos de EE.UU. por evitar el triunfo de Salvador Allende, que contó con el apoyo del ala izquierda de la DC. De esta forma, el candidato que encarnaba un programa socialista asumía el 3 de noviembre como Presidente de la República.
El domingo 8 y a cinco días de asumido el gobierno popular, se realizó la emotiva inauguración del monumento. Apenas habían pasado tres años y un mes de que el Che fuese fusilado en La Higuera. Abrió la jornada un desfile por la emblemática Gran Avenida, que se prolongó durante más de 2 horas. Al describir el paso entusiasta de cientos de personas de distintas organizaciones populares, el intelectual boliviano Néstor Taboada Terán plasmaba: “tengo la impresión de estar viviendo en la reciente conquistada República Española del Frente Popular, los prolegómenos de la guerra civil…” Aquella mañana primaveral, Nuestra América estaba presente en las delegaciones de varios países hermanos y en los himnos de Chile, Cuba y Bolivia. Después de varios y encendidos discursos, “Tito” Palestro cerraba el acto entregando el monumento a la juventud y niñez chilenas para que se inspiren en la conducta y ejemplo guevarista. (Ver fotos inéditas del monumento)
Develado el paño rojo que la cubría, la obra monumental impactó a los presentes. El conjunto superaba los 6 metros de despliegue vertical y fue erigido en una ubicación referencial, en el Paradero Nº 6 sobre la Gran Avenida, en eje con el acceso al futuro edificio consistorial. El artista plástico que le dio forma a la escultura fue Praxíteles Vázquez, sobre una base diseñada por los arquitectos Gastón Jobet, Raúl Bonnefoy y Guaraní Pereda. El monumento prolongaba la estética muralista del Hospital Barros Luco, cuyas paredes comenzaron a pintarse desde 1964. En el pedestal, un friso retrataba el rostro del guerrillero boliviano Inti Peredo. Y una rampa invitaba a subir y estar junto al combativo Che de bronce. Parecía revivir vestido con uniforme de campaña, con sus brazos extendidos en forma de “V” como ofreciendo su fusil al pueblo chileno, mientras avanzaba y arengaba a viva voz a sus compañeros. Compañeros pasados, presentes y futuros capaces siempre desentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo.
El renacer escultórico de la figura del Che, el primero a escala mundial, “se convirtió en noticia internacional”, señalaba la revista afín al MIR a página completa. Por ejemplo, en la España franquista, el día que asumió Allende, el diario ABC informó sobre el novedoso homenaje. Y tras el acto inaugural, publicó una foto epigrafiada de la obra en su sección “Política Mundial”. Ese mismo diario monárquico que hoy es una de las puntas de lanza comunicacional en el Reino ibérico contra los procesos de cambio en nuestro continente, celebraría a tapa completa el derrocamiento de Allende.
Pocos meses después, en abril de 1971, la UP obtenía el 50,9% de los votos en las elecciones municipales. Y en noviembre, Allende invitaba oficialmente a Fidel Castro, entonces Primer Ministro de Cuba. El encuentro de los dos líderes de procesos políticos que buscaban superar el capitalismo en pleno “patio trasero” de EE.UU. concentró la atención mundial. Las clases dominantes agitaron a los sectores medios, movilizando miles de mujeres en la “Marcha de las Cacerolas”; la CIA planificó asesinar al líder de la Revolución Cubana en suelo chileno, pero volvió a fracasar. Durante su estadía, el Comandante de la mayor de las Antillas advirtió sobre el peligro del fascismo en Chile. También le regaló un emblemático fusil a Allende. Y visitó los monumentos erigidos a José Martí y a su compañero guerrillero. El 28 de noviembre, como “Hijo Ilustre” de la comuna San Miguel, Fidel pronunció un discurso al pie de la obra escultórica sobre la praxis e ideas revolucionarias del Che.
Pero contra el pueblo trabajador, la reacción no se detuvo. Y la UP, no supo/no pudo profundizar su acción transformadora tras el fuerte impulso obtenido por la nacionalización del cobre, o apoyándose en las organizaciones de Poder Popular que vencieron al boicot empresario de octubre del ´72. El proceso de cambios pacífico y desarmado perdió la iniciativa. Y comenzó a ser acosado por el imperialismo norteamericano y su furgón de cola local. Los ataques eran en todos los frentes: económico, mediático, político, represivo institucional y terrorismo paramilitar. A la defensiva, el gobierno buscó negociar con sectores que se volcarían mayoritariamente al golpismo: la DC, la Iglesia y las FF.AA. En marzo de 1973, la UP perdió las elecciones legislativas ante el bloque electoral burgués. Con el 44% de los votos evitó que los “momios” ganaran los dos tercios y forzaran un final constitucional del mandato presidencial, pero sin herramientas contra el boicot parlamentario no supo que hacer.
En medio del clima destituyente, la fuerza de choque reaccionaria, Patria y Libertad, habia declarado “si en marzo la Unidad Popular obtiene alrededor de 40% de los votos, no queda sino el derrocamiento armado”. En la madrugada del domingo 22 de abril, un “grupo de tareas” de esa organización paramilitar dinamitó la obra escultórica. El atentado explosivo proyectó su cabeza a 20 metros, afirmó el subsecretario del Interior. Esta decapitación simbolizaba el cruento escarmiento que desataría el fascismo. El ataque explosivo fue escasos días después del multitudinario acto por el 40º aniversario del PS en el Estadio Nacional, donde Allende definió a las FF.AA. chilenas como “democráticas”. Ese mismo escenario sería convertido en un centro clandestino de detención a cielo abierto por los terroristas de Estado.
Entre las distintas muestras de repudio e indignación que generó el atentado, la militancia izquierdista realizó un desagravio en el lugar, como muestran algunas escenas a color (a partir de 2:00:10) del elogiado documental “Le Spirale” del sociólogo Armand Mattelart. El periódico La Aurora de Chile publicó una encendida nota reivindicatoria del revolucionario, titulada “El Che Vive”. Por su parte, Pablo Neruda le envió al Alcalde un cheque para erigir un nuevo monumento, considerando que “la mejor respuesta a provocadores y terroristas es la construcción de un monumento más bello para aquel hombre indestructible.” En la misiva, el poeta también proponía que se llamara a concurso a los escultores de Amércia Latina “para que así se vea el sentimiento solidario de nuestra gran comunidad de pueblos cuya liberación fue lo predominante de su acción y de su sueño”.
Pero era creciente laescalada deviolencia burguesa, Tancazo de junio incluido, y el 22 de agosto el Congreso abría las puertas a la asonada militar definitiva. La “Carta de los Cordones Industriales a Salvador Allende”del 5 de septiembre, reclamaba medidas urgentes y advertía sobre los nefastos riesgos de un inminente golpe fascista. Buscando descomprimir la situación, Allende pensaba llamar a un plebiscito donde podría en juego su cargo. Gabriel García Márquez expresó magistralmente las contradicciones insuperables de la “vía chilena”, considerando que Salvador Allende“fue siempre consecuente consigo mismo y esa fue su virtud más grande. Pero el destino le reservó la infrecuente y trágica grandeza de morir defendiendo con el arma en la mano, los anacrónicos ornamentos del derecho burgués; defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado pero que iba a legitimar a sus asesinos; defendiendo a un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que luego debió inclinarse, demostrando alegría, ante la voluntad de los usurpadores; defendiendo la libertad de los partidos de oposición que habían vendido su alma al fascismo; defendiendo toda una herencia carcomida por los mitos de un sistema de mierda que él se había propuesto aniquilar sin disparar un solo tiro”.
Para las clases dominantes trasandinas no se trataba sólo de desbancar al Presidente, sino de aniquilar las organizaciones, militancia y solidaridades de las clases subalternas para aplicar un modelo regresivo y concentrado. Por eso, desde los cuarteles adelantaron el golpe de estado para evitar que se prolongue la situación. El 11-S, las escenas dantescas del bombardeo a la Moneda mostraban el triunfo del horror. En ese histórico edificio, Allende se suicidó/lo mataron (NdR: como me plantearon varios compas, el debate sigue abierto). El periodista Ryszard Kapuscinski escribiría que “en la manera en que mueren Guevara y Allende hay una implacable determinación, una inexorabilidad conscientemente escogida, una tremenda dignidad. En esas últimas horas, todo lo que podría llevar a la salvación queda rechazado.”
A 41 años del golpe a la breve República Socialista de 1932, las clases dominantes chilenas, apoyadas por el imperialismo yanqui, derrotaron nuevamente al pueblo trabajador chileno. Para ahogar en sangre a la República española, Franco también contó con apoyo de una potencia, la Alemania nazi. Pero a diferencia del fascismo ibérico, los golpistas chilenos crearon previamente las condiciones de su triunfo. Y cuando lanzaron sus garras, la represión sistemática fue ejecutada con planificación y sin vacilaciones en todo el espacio social de ese Chile “largo como lazo de arriero y angosto como catre de pobre”.
La desaparición, tortura y asesinato de miles de personas fue acompañada por la eliminación de libros, música, murales y monumentos “marxistas”, ajenos a la “moral occidental y cristiana” definida en los manuales de contrainsurgencia de la Escuela de las Américas. El 16 de septiembre, el mismo día que Víctor Jara se hacía eterno después de haber sido cruelmente torturado, el diario centenario y golpista El Mercurio publicaba: “Retiran estatua del ‘Che Guevara”. La nota detallaba que “fue arrancado ayer de su pedestal por una patrulla militar que lo derribó con un cable de acero, trasladándolo a un lugar no conocido”. El final material de la significativa obra artística también es síntesis del “modelo pinochetista”. El monumento que cristalizaba anhelos y esperanzas liberadoras del pueblo trabajador fue secuestrado y desaparecido. ¿Sus cientos de kilos de bronce? fueron robados por los esbirros de la muerte del pinochetismo. El mismo destino padeció el busto erigido en la comuna al “apóstol” cubano.
Aquel nefasto 11 de septiembre de 1973, el terrorismo de estado cortó de raíz las esperanzas del pueblo chileno por alcanzar la definitiva independencia y un horizonte de dignidad e igualdad a través del programa socialista de la UP. Y desestructurando amplios tejidos sociales solidarios de las clases subalternas, la dictadura consolidó el orden capitalista bajo un oscuro manto de represión y muerte, concentración económica y pobreza, conformando una sociedad “disciplinada” y profundamente impregnada por una conciencia individualista, conservadora y con miedos latentes.
El Plan Cóndor levantó su oscuro vuelo en Chile, dejando la huella atroz de la “doctrina de seguridad nacional” en el Cono Sur. Después llegarían los años del relanzamiento capitalista como supuesto “fin de la historia”, que a nosotros nos llegó como “consenso de Washington”. A contracorriente, en Nuestra América ha renacido el Che “desde abajo”. Pero no sólo en la irrupción zapatista o la prolongada insurgencia colombiana, también y con fuerza en países del ALBA. Las clases subalternas venezolanas y otro imprescindible, Hugo Chávez, retomaron aportes de su legado para la laboriosa creación heroica del socialismo bolivariano. Asimismo, el pueblo trabajador boliviano y Evo Morales, también elegido por los votos, han levantado las banderas anti-imperialistas. Y en otros países de nuestra Patria Grande donde han logrado establecerse recomposiciones capitalistas “inclusivas”, distintos sectores de las clases subalternas se resisten a olvidar su legado. Por ejemplo en Argentina, y sin olvidar entre otras permanencias a más de cuatro décadas de presencia guevarista en el rock nacional, iniciado el nuevo siglo se han multiplicado diversos renaceres del revolucionario también desde acciones masivas, como lo fue su primera estatua en el país, comenzada en 2005 e inaugurada el 14 de junio de 2008.
Ninguno de estos fenómenos sucede en Chile. El bloque histórico neoliberal que aupó a la dictadura se muestra sólido en una “democracia” donde gobierna el mercado, y no abandona el alineamiento tras EEUU. La hegemonía que las clases dominantes sólo es enfrentada por dispersas resistencias subalternas, donde destacan las juventudes estudiantiles y la nación mapuche. Ante un sistema que está en crisis a escala global, la persistente ausencia del revolucionario universal es otra expresión más de las continuidades económico-político-ideológicas de la dictadura terrorista. Tanto durante los 20 años de la Concertación como aún más bajo la presidencia del empresario Piñera. Mientras perdure esta hegemonía del capital, permanecerán clausuradas las grandes alamedas.