Chipre. ¿La crisis de quién?

Chipre. ¿La crisis de quién?
La crisis económica de Chipre estalló durante el segundo ciclo de recesión en Europa, en 2011, como resultado de las duras políticas de austeridad impuestas en 2010 en la Unión Europea. Es una nueva crisis, provocada por la fallida respuesta a la crisis europea original. Estas políticas eran (y aún son) la base de la divergencia entre el centro y la periferia de Europa, es decir, entre los países del núcleo del euro, con Alemania como economía dominante, y los países mediterráneos.
 
Los principales problemas de Chipre eran su inflado e insostenible sistema financiero, cuyos activos habían llegado a una cifra ocho veces mayor que el PIB del país, y el riesgo en que se encontraba dicho sistema financiero, enormemente expuesto a la deuda griega. Hay que señalar que los bonos griegos perdieron repentinamente su valor por las condiciones impuestas a Grecia por la Troika –el triunvirato de prestamistas a países de la eurozona, es decir, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea y el Banco Central Europeo– para desbloquear el segundo tramo del rescate en diciembre de 2012. La crisis de Chipre, al igual que la de Islandia, puede describirse como «importada».
 
El agujero negro de la banca chipriota
 
La crisis financiera de Chipre no se puede achacar al despilfarro público como en el caso de otros países periféricos, en especial Grecia. El sector bancario chipriota no creció de una forma tan temeraria a un tamaño tan insostenible para servir mejor a las necesidades sociales y económicas de los ciudadanos. A pesar de un déficit y una deuda pública relativamente modestos, Chipre se encuentra en crisis debido al rápido y desatinado crecimiento de su sector financiero, por el que ahora están pagando los chipriotas. Los términos del acuerdo revisado, a pesar de la atención que ha despertado la tasa impuesta a los grandes depósitos, sigue representando una catástrofe económica para el futuro inmediato de Chipre, donde se espera una recesión más extrema y rápida incluso que la que ha afectado a Grecia.
 
A menudo se dice que la mejor manera de robar un banco es comprarlo. En los últimos años el Banco Laiki y el Banco de Chipre prestaron cientos de millones a sus directivos y accionistas sin pedirles avales ni garantías. Un factor poco conocido pero importante en la crisis bancaria de Chipre fue la inversión y la exposición a los bonos griegos del mercado secundario, que se produjo cuando el modelo chipriota de negocio bancario comenzó a acusar la presión provocada por la reducción del flujo de inversión, causada a su vez por la crisis financiera europea. Los principales bancos chipriotas recurrieron a la deuda soberana griega como estrategia desesperada a la búsqueda de inversiones baratas y rentables, a pesar de los evidentes riesgos de la exposición a Grecia.
 
Concretamente, el Banco Laiki y el Banco de Chipre, las dos mayores instituciones bancarias de la isla, compraron bonos «tóxicos» griegos en los últimos años, con frecuencia a precios de saldo, mientras los demás bancos europeos intentaban deshacerse de la deuda cada vez más arriesgada de Grecia. En un claro ejemplo, se compraron al Deutsche Bank alemán bonos de deuda soberana griega con un descuento del 18% sobre su valor nominal actuando como intermediario el Banco de Chipre. El Deutsche Bank estaba tan desesperado por vender que había ofrecido una comisión del 5% a cualquier agente que consiguiera colocar esos bonos «tóxicos». Estas catastróficas inversiones, cuyas pérdidas se hicieron patentes cuando los bonos griegos fueron devaluados a la fuerza por el último acuerdo entre Grecia y la Troika, representaron un beneficio de 100 millones de euros para la correduría del Banco de Chipre. Las condiciones revisadas del rescate de Grecia acordados por la Troika en diciembre impusieron una esperada «quita» a los tenedores de deuda griega, forzando a los bancos chipriotas a aceptar grandes pérdidas. Esta fue la puntilla para los irresponsables titanes financieros de Chipre. Todo el mundo, tanto en el ámbito local como en el internacional, esperaba que se produjeran pérdidas en los bonos griegos, y aún así, el banco central de Chipre las menospreció. Cuando la quita se hizo inevitable, ambos bancos se desplomaron.
 
Una crisis anunciada
 
Los rumores generalizados sobre la tasa impuesta a los depósitos, que se han negado sistemáticamente estos últimos meses, se han demostrado ciertos. La razón para negarlos era, por supuesto, que Italia y España corren el riesgo de seguir el mismo patrón de crisis, y el mecanismo de apoyo europeo existente carece de medios para devolver una deuda potencial de semejante tamaño. Por eso se tomó la decisión de penalizar a los ahorradores chipriotas, sin importar lo pequeños que fueran sus depósitos.
 
Debería aplaudirse el rechazo del parlamento chipriota a esta «quita forzada» de los depósitos porque salvó a los pequeños ahorradores de Chipre y por supuesto, de otros países europeos, garantizando que se respeten los depósitos de hasta 100 000 €. Como era de esperar, tras el rechazo del parlamento los ministros de finanzas de la eurozona volvieron al principio básico de que la recapitalización de los bancos debe llevarse a cabo tomando una parte de los grandes depósitos, lo que no obstante conducirá a una total hecatombe en la economía chipriota. De nada vale que la reciente decisión de la Troika eluda la necesaria aprobación del parlamento chipriota porque se refiere a los depósitos sin asegurar.
 
A pesar de su complicidad con la Troika, el FMI ha sido muy elogiado por su cada vez más frecuente insistencia en la necesidad de un mayor realismo por parte de la eurozona, sobre todo en lo que concierne a la sostenibilidad del explosivo crecimiento de la deuda en los países rescatados. Lejos de esta imagen de institución pragmática, neutral y fiable, el FMI –junto con sus socios de la Troika– respaldó el absurdo acuerdo inicial que violaba la garantía europea que protege los depósitos de los pequeños ahorradores e incluso puso momentáneamente en riesgo la estabilidad de todo el sistema bancario europeo. Por el contrario, la única posición perceptible que tomó el FMI fue presionar para que se incluyeran en el presupuesto del estado los futuros beneficios de los depósitos de gas natural de la isla, consagrando estos recursos aún desconocidos a satisfacer la deuda chipriota. Por supuesto, el gobierno de Chipre sucumbió a estas presiones.
 
Endosar al pueblo chipriota un préstamo de 10 000 millones de euros de la Troika, equivalente a un 60% del PIB de Chipre anterior a la crisis, y expropiar 7 600 millones de euros de los fondos de pensiones es, desde luego, la solución más dolorosa para los ciudadanos. La única solución que puede garantizar su futuro es la quiebra sin paliativos de los fallidos bancos chipriotas y la incorporación a la política del país del modelo islandés, estableciendo un marco de control público y social para garantizar los depósitos de los trabajadores, no los de inversores y especuladores internacionales, cuyos intereses parecen tener un lugar primordial en las discusiones sobre el futuro de Chipre. La nacionalización de los beneficios del petróleo y el gas y su utilización para satisfacer las necesidades sociales podría ser una significativa medida de apoyo en esta difícil tarea.
 
Lo que está claro es que esta deuda se originó por las decisiones especulativas e interesadas de los «banksters» (banqueros sin escrúpulos). Esta es la razón por la que también es esencial cancelar el memorándum firmado con la Troika. Es imperativa la creación de un comité auditor destinado a cancelar la deuda nacional. La creación de este comité, que examinaría la fuente y legitimidad de toda la deuda pública es también una justa exigencia democrática del pueblo chipriota, que soporta el mayor peso de la crisis y reclama conocer sus verdaderas causas.
 
* Petros Kosmases un científico especial de la Universidad Tecnológica de Chipre, y miembro de la Iniciativa Chipriota para un Comité Auditor de la Deuda.Traducción: Lourdes Sada / http://es.globalvoicesonline.org/
 

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