Cine antifascista clásico
Por Pepe Gutiérrez-Álvarez. LQSomos.
En líneas generales, la filmografía digamos “antifascista”, es muy amplia y cuenta al menos, con dos puntos fuertes.
Uno está compuesto por la precoz y extensa producción antifascista de Hollywood realizada singularmente por refugiados judíos, con un listado célebre de autores como Fritz Lang, sin duda el mejor y más combativo, en continuación de ciertas películas que ya había hecho en Alemania. También destacan Jean Rendir, Anatole Livak, William Dieterle entre otros, aunque las dos obras mayores quizás sean El gran dictador, de Chaplin y Ser o no ser, de Ernest Lubitsch. De Lang destacaría Los verdugos también mueren, que aborda el atentado contra Heydrich. En el cine norteamericano más reciente resultan muy importante El juicio de Núremberg, de Stanley Kramer, Cabaret, de Bob Fosse, El tren, de John Frankenheimer, y La caja de música, de Costa-Gravas.
El otro es que se hace con el formato del “documental” con trabajos deslumbrantes como Noche y niebla, de Alan Resnais, El fascismo cotidiano, del soviético Mijhail Romm, De Núremberg a Núremberg, de Frederick Rossiff, Le Chagrin et la pieté, de Marcel Ophul, etcétera.
El cine “político” europeo hizo trabajos muy notables comenzando claro está por los neorrealistas, sobre todo Rossellini, del que no hay que olvidar Alemania: año cero. Luego estarían títulos como El proceso de Verona, de Carlo Lizzani, La larga noche del 43, de Florestano Vancini, Libertad, amor mío, de Mauro Bolognini, fuertemente anarquista y feminista, La noche de San Lorenzo, de los hermanos Taviani, El crepúsculo de los dioses, de Luchino Visconti… El cine francés de la postguerra también hizo sus aportaciones, destacando las de René Clement como La batalla del raíl, El día y la hora, Juegos prohibidos. En fechas más recientes están las de Truffautt, El último metro, o de Louis Malle, Lacombe Lucien. Cabe mencionar sin duda Agenda oculta, de Ken Loach, así como El atentado, de Ives Boisset, sobre “el caso Ben Barka” o la británica Liam, de Stephen Frears, sin olvidar Lo que queda del día, de James Ivory. Sobre el prefascismo en Cataluña no olvidar La verdad sobre el caso Savolta, de Antonio Drove. Que incide en cómo se creó “el huevo de la serpiente”.
En nuestro cine hay que remitirse a un clásico como La caza, de Carlos Saura, por supuesto a los documentales de Basilio Martin Patino como Caudillo, Canciones para después de una guerra, Queridísimos verdugos. Sobre el franquismo, hay aportes notables como Dragon Rapide, de Jaime Camino, Madregilda, de Francisco Regueiro; Salvador mucho mejor que La noche más larga o que Siete días de enero. Hay un documental de Cecilia Bartolomé sobre la Transición que incide agudamente en el peso de las tramas fascistas, así como Sé quién eres, de Patricia Ferreira, ejemplos que valen como punto de partida.
Este cine siempre fue necesario, también por supuesto ahora. Aunque no hay que olvidar que los trajes ya no son lo mismo, hoy el fascismo es social, bancario, financiero.
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