Collages. Los liberales y los Hijos de San Luis
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
Esquina superior izqda.: José Canga Argüelles, retrato por Antonio Cabana. Debajo, Francisco Martínez de la Rosa, retratado por Goya en 1814; Museo de Bellas Artes, Santander. Franja de abajo: entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis. Centro: Fernando VII, el Felón, óleo de Goya 1814.
Cuando el rey Felón volvió al trono, faltando a todas sus promesas sobre el respeto a la Constitución de 1812 (la Pepa; en 1820, proclamó Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional), persiguió sañudamente a los liberales -y/o afrancesados. Entre los que no fueron ejecutados, Canga Argüelles fue condenado a 8 años de destierro. Martínez de la Rosa (1787-1862), otro tanto; y eso que, durante la primera Regencia, fue altísimo cargo y, más aún, como representante del ala conservadora del liberalismo, mantuvo el reinado de Isabel II -la supuesta reina Ninfómana le necesitaba contra el carlismo.
Pese a su felonía y su proverbial sadismo, aquella España tenía querencias liberales -hoy, ‘democráticas’. Entonces Europa decidió aplastarlas según su (ayer y hoy) método preferido: la fuerza. En este caso, invadiendo España con los Cien Mil Hijos de San Luis (HSL; año 1823), una atroz partida mayormente gabacha concebida para que el Felón reinstaurara el absolutismo. Primera vez que Europa, unida en una Santa Alianza -hoy, UE-, invade un país europeo para regresarlo a las cavernas -y primera denuncia histórica contra el hipócrita humanitarismo de los burócratas de Bruselas…
A los gritos de ¡Viva la Religión y la Inquisición!, ¡Muerte a la libertad!, ¡Vivan las caenas y muera la nación!), unos 35.000 totalitarios españoles -hoy, neofranquistas- se alistaron en el Ejército de la Fe y se unieron a una soldadesca HSL que comenzó con 80 000 soldados, 22 000 caballos y 108 cañones y terminó con 120.000 milicos. Mal que le pese a la historiografía oficial encabezada por François-René, vizconde de Chateaubriand (1768-1848, meapilas ultra, autor del panfleto Le Génie du Christianisme, 1802), la sana plebe opuso seria resistencia, especialmente heroica durante el segundo asedio a Cádiz.
El ejército español no llegaba a los 50.000 efectivos cuyos mandos, huelga añadirlo, se hicieron los suecos, aliándose de facto a los Invasores. Entre los políticos, sólo resistieron Evaristo San Miguel, Álvaro Flórez Estrada, José Mª Calatrava y Antonio Alcalá Galiano (masones en su mayoría) y, entre los militares, el general Plasencia -por supuesto, además del martirizado general Riego. El honor patrio sólo fue salvado por Espoz y Mina -cuyo sobrino Mina el Mozo, se unió a los patriotas mexicanos hasta que fue fusilado por los serviles-, y por el exguerrillero Juan Martín el Empecinado (1775-1825), asquerosamente asesinado en Roa por el Felón. Según se contó, llegado al cadalso, un tal “fray Ramón, dirigiéndose al público, gritó: —¡No recéis por este perverso!… Entonces, se trajo una gruesa maroma y se le ató por medio del cuerpo, y así se le subió hasta [la horca]donde el verdugo, ayudado por algunos voluntarios realistas, le sujetó fuerte, cogiéndole por los cabellos, y le preparó bien los cordeles… [el gran Juan Martín] quedó colgado con tanta violencia que una de las alpargatas fue a parar a doscientos pasos de lejos…Y se quedó al momento tan negro como un carbón.
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