Collages. Porno en viñetas
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
I.- Maricas femeninos y masculinos
Lectura de arriba abajo: Lesbianas galácticas ¿regresando al heterosexismo o yendo por primera vez?; Cavernícolas haciendo el mono despreciados por un ‘marica’; Tintin duda de su sexualidad y Lucy Luke no se atreve a confesarla.
En el cambio de milenio, las revistas pornográficas (seudo) españolas estaban de suerte. En buena parte (no en toda) porque los papeleros escandinavos querían vender su pasta de celulosa y sabían dónde comprar pornografía barata, generalmente en los USA. Sólo les faltaba un país donde invertir y lo encontraron en una España que empezaba a hastiarse de un frustrante ‘destape’ sólo comercial y que comenzaba a variar sus imágenes, antes exclusivamente femeninas, incluyendo porno para ‘invertidos’ –así se les condenaba.
En este collage, se enlazan tres épocas de la Humanidad: el futuro sideral; el despertar de los ‘primitivos’; y la actualidad de los tebeos –vulgo cómics. ¿Su tema?, la homosexualidad. ¿Su propósito?, documentar una época que no es tan anticuada como a los modelnos (sic) les gustaría creer. Con respecto a la evolución del porno en los últimos 30 o 40 años, ¿qué ha cambiado? Mucho en la presentación y en la difusión. Nada en su majadera esencia.
II.- Negros superdotados
Lectura: Cual si fuera un mastín con carlancas al cuello, negro con anillos de púas en el pene; socio del Ku Klus Klan sumamente acongojado; abajo, la venganza de la esposa, ¿es violencia vicaria?
El mito/leyenda/prejuicio/superstición del enorme mango de los negros no es radicalmente racista pero cerca le anda. Se inscribe en el campo de la profunda ignorancia sexual que se mantiene en la España post-franquista –no diré democrática porque “lo llaman democracia / y no lo es”. Ampliando la geografía, nos atrevemos a defender que es una ignorancia universal que, para Occidente, se traduce en unas estadísticas inverosímiles -¿quién sabe cuántas veces se masturban sus ciudadanos/as?, ¿quién sería tan fatuo como para cuantificar el deseo?
Pero, claro, muchos se preguntarán si ese prejuicio tiene base empírica –imposible apaciguar a la rampante Falocracia o Penelatría, aquí acompañadas de Misoginia. Pues bien, tenemos en un lado a unos hercúleos africanos, sin familia, sin enfermedad –hambruna aparte-, que no se han ahogado en los mares. Y por el otro, a unos enclenques pichas flojas occidentales. Con este enunciado, aparentemente compartido por la plebe, ya hemos alterado la comparación peniana pues no todos los negros son forzudos ni todos los blanquitos están tuberculosos. En breve: las estadísticas comparativas entre los penes de ambas poblaciones no son concluyentes porque no hay suficientes datos fidedignos -como ocurría en los antes citados inverosímiles informes sobre sexualidad.
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