Colombia: Carta abierta por la Paz

Colombia: Carta abierta por la Paz

Piedad Córdoba. LQS. Diciembre 2020

Señores
Iván Luciano Márquez Marín Arango
Seuxis Paucías Hernández Solarte
Firmantes del Acuerdo Final de Paz

Si bien el país apenas empieza a conocer la verdad de los trágicos episodios que dieron al traste con el Acuerdo de Paz, hoy pocos dudan de que las acciones urdidas por el entonces Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez Neira fueron un engaño al país y al mundo, en contravía de la buena fe a la que está obligado el Estado colombiano por el principio de Pacta Sunt Servanda y por el Acto Legislativo 02 de 2017. Aquí se violaron la Constitución, los compromisos internacionales del Estado colombiano y el mismo Acuerdo de La Habana para hacer trizas la paz.

Debo reconocer con dolor que entre incumplimientos, desconocimientos, adulteraciones y actos de perfidia, el Acuerdo Final del que Ustedes dos fueron gestores protagónicos -y por el que tantos luchamos y nos jugamos la vida en su defensa- de facto hoy no tiene vigor. Quedan importantes instancias nacidas de lo firmado como las del SIVJRNR, grandes impactos en lo político y lo cultural, algunos desarrollos fragmentarios y deshilvanados, y sobre todo la voluntad de paz de excombatientes y comunidades que vienen siendo víctimas de genocidio. Pero el Acuerdo de Paz inescindible e inalterable, como Acuerdo Especial, ha sido burlado con dramáticas consecuencias para el país y para América Latina.

Se equivoca el Nobel Juan Manuel Santos cuando afirma que la paz no está en peligro. A 4 años de firmado, ni tierra para las y los campesinos, ni curules especiales para los territorios victimizados, ni reforma política, ni garantías para la protesta, ni fin del paramilitarismo, todos aspectos esenciales contemplados en lo pactado. Asesinatos a granel, guerra jurídica contra los firmantes y defensores de la paz, represión policial y militarismo exacerbados, retorno de las fumigaciones, creciente autoritarismo presidencial e irrupción de grupos armados de todo tipo en los antiguos territorios de presencia de las FARC-EP. Académicos e investigadores de diversas orillas ya hablan de nueva etapa del conflicto armado y cómo caracterizarla, mientras las comunidades víctimas históricas de la exclusión y la violencia ya sufren cotidianamente la guerra como si el proceso de paz hubiese sido apenas un parpadeo en su suplicio. Ante esta realidad carece de peso el presidente Duque y su pueril argumento que busca usar el narcotráfico como explicación única de la violencia del país.

Néstor Humberto es un pérfido, así como todos quienes lo respaldaron en su plan. De igual forma ustedes y yo sabemos que quienes dirigieron el operativo del Batallón de Combate N° 12 Diosa del Chairá y las otras agresiones militares en el entonces ETCR de Miravalle, Caquetá durante julio de 2018, cometieron un crimen contra la paz. El país debe conocer la verdad sobre estos hechos, así como los episodios relacionados con el intento de golpe de estado entre el 15 y 17 de mayo de 2019 para burlar la decisión de la JEP y las irregularidades de la recaptura del entonces representante a la Cámara Jesús Santrich que incluyeron secuestro, adulteración de la conciencia e intento de asesinato.

Me duele como a nadie verlos nuevamente levantados en armas, cuando ustedes estaban destinados a cumplir el mismo papel realizado en la construcción del Acuerdo de Paz dirigiendo la bancada de su partido en el Congreso y fortaleciendo la oposición política dentro y fuera del parlamento. No comparto su decisión pero a diferencia de muchos entiendo que no fue un capricho. Sin embargo, de ustedes escuché en reiteradas oportunidades la frase de Jacobo Arenas que nos recordaba que el destino de Colombia no puede ser la guerra civil.

Me resisto a pensar que este proceso de paz inconcluso quede condenado a un nuevo Frente Nacional y que, como entonces, Colombia repita el error histórico de despreciar la continuidad de violencia política por oportunismo o megalomanía. Si no conquistamos la paz completa seguiremos viviendo la guerra perpetua, que entre más se dilate en el tiempo más se escala y torna más difícil su solución política. Cuando se empieza a conocer la verdad de lo ocurrido, les pregunto claramente: ¿Qué se requiere para recomponer el maltrecho Acuerdo de La Habana del que Uds son suscriptores bajo el carácter de plenipotenciarios? Es factible el restablecimiento de lo acordado en La Habana por Uds y el Estado colombiano? Es posible reparar el daño a la paz infligido por el Estado colombiano y sus funcionarios? Me niego a creer que el retorno a la guerra sea inamovible y que la paz sea una quimera.

No puede defender la paz, y llamar a que la guerra continúe. Ni en los peores momentos consideré que la salida militar al conflicto armado fuese la solución. Hoy tampoco contemplo los bombardeos y la guerra como alternativa ante la persistencia de la confrontación armada. Por la paz, les digo como Bolívar en su carta a Páez: lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan los demás todos los días. Construir garantías y confianzas es una tarea ardua más no inviable. Pese a mezquindades y animadversiones los tiempos políticos en Colombia y en el continente soplan a favor de la paz. No poseo aspiraciones electorales de ningún tipo y como siempre tengo a plena disposición todas mis capacidades para ponerlas al servicio de la superación del conflicto social armado. Por eso hago pública esta carta luego de entregar copia de ella a la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, teniendo en cuenta su misión en la búsqueda de garantías de convivencia y no repetición, que es el fin último de esta misiva.

Con anhelos de paz y reconciliación,
Bogotá, 3 de diciembre de 2020

C.C. Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición

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