Colombia. Sabiduría ancestral para tiempos difíciles
Fabiola Calvo*. LQSomos. Abril 2020
Las amenazas contra nuestros pueblos ancestrales datan desde la conquista pero la actitud y pensamiento eurocéntrico, arribista y excluyente de las élites que tomaron las riendas no contaron ni siguen contando con la sabiduría milenaria
En medio de la incertidumbre que vive hoy el mundo, podríamos recurrir a la sabiduría de nuestro pueblo ancestral Murui, habitante del Amazonas y de quienes poco o nada sabemos, gracias al desconocimiento de los indígenas por los diferentes gobiernos, no fueron reconocidos hasta la Constitución de 1991: “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación Colombiana (artículo 7) y es obligación del Estado proteger las riquezas culturales (artículo 8)”.
Los Murui con más de seis mil personas, hacen parte de cerca de los 600.000 indígenas a los que el Estado debe considerar patrimonio nacional invaluable como riqueza cultural y social, viven en su relación permanente y constante con la naturaleza, con la vida espiritual para prevenir, proteger y curar y según el sabedor ancestral de la Chorrera (territorio indígena), Farekatde Gil, ellos analizan el poder de la palabra para las curaciones, el buen vivir y el conocimiento.
“Todos tienen el cuidado de la vida del grupo del complejo; cada sabedor abuelo del conocimiento es el encargado de transmitirlo de generación en generación: origen de los seres, plantas, animales y seres invisibles, así como el manejo y uso del tiempo (en el calendario étnico está todo el sistema) y administrar la sabiduría”. Para este hombre amazónico “el conocimiento garantiza la estabilidad de la vida del cuerpo humano”.
Farekatde define el conocimiento que practica su cultura en tres niveles: el primero hace referencia al pensamiento, palabra y obra y “es autoridad que hace amanecer la palabra en obra a la juventud”. En el segundo nivel previenen, protegen y curan en la maloka, espacio para la enseñanza del consejo, la palabra de vida, donde protegen con ceremonias y rituales, curan con sus prácticas culturales, rezos y conjuros.
Y en el tercer nivel, el del uso, ordenan el conocimiento del origen de cada especie y esa relación define funciones que garantizan la sostenibilidad del entorno porque todo lo que se haga debe ser ecológico, solidario, colectivo y espiritual. ¿Tendrá algo que ver con nuestra vida cotidiana? ¿Nuestro consumismo, sálvese quien pueda y un alejamiento de la vida espiritual no referida a las religiones?
Para los Murai el desarrollo social debe ser sostenible desde un conocimiento generacional “para vivir la vida no para recibir un título o un cartón, no hay que poner la razón por delante de la intención y el corazón”, expresa con una sonrisa este abuelo del conocimiento.
Los 81 pueblos indígenas que hablan 75 lenguas diferentes y habitan el 25% del territorio nacional sienten la amenaza en las áreas estratégicas mineras que suman 20 millones de hectáreas destinadas a minería a gran escala de oro, coltán y otros minerales y en el caso del Amazonas, hierro y uranio.
La minería produce impactos como el desplazamiento forzado, tala de árboles y desaparición de fauna, desvío y contaminación de ríos, desaparición de fuentes hídricas, cambio de dieta alimentaria y cambio de prácticas culturales.
Las amenazas contra nuestros pueblos ancestrales datan desde la conquista pero la actitud y pensamiento eurocéntrico, arribista y excluyente de las élites que tomaron las riendas no contaron ni siguen contando con la sabiduría milenaria que lleva más de 6.000 años comprendiendo el cosmos mientras que los investigadores occidentales llevan solo algunos siglos en su esfuerzo.
Los pueblos indígenas han comprendido el papel de la ancestralidad en el legado de su saber, el profundo respeto a los mayores, mientras que en la cultura occidental son una carga. Producción-capital-producción en el que no cabe el valor de la vida en toda su dimensión.
El pueblo Murui siente que para el Gobierno, periodistas y academia son objeto de estudio a lo que podríamos agregar que investigadores sin escrúpulos buscan apropiarse de sus conocimientos. No olvidemos el Instituto Lingüístico de Verano –ILV- que llegó de la mano del gobierno, del liberal Alberto Lleras Camargo, a Colombia en 1959.
El ILV, organización norteamericana de proselitismo político y religioso se dedicó, como en la conquista, a evangelizar a pueblos indígenas pero que según el informe de “La Comisión a Lomalinda” en los Llanos Orientales, una de las regiones donde actuaban, se dedicaron a tráfico de esmeraldas, estupefacientes, ubicación de recursos naturales, esterilización quirúrgica, control natal.
Según el citado informe constituía un peligro para la soberanía nacional por “la ubicación estratégica de los “lingüistas” y por el dominio que ejercen sobre las comunidades indígenas”, publicó en ese entonces la revista Alternativa en su número 38, a lo que agregó que el ILV en nombre de la civilización cristiana, en 1975, los “científicos misioneras” trabajaban en 37 grupos (sic) indígenas.
El capitalismo llega a los últimos rincones para arrasar con todo lo que no encaje en sus sistema pero la tarea no es solo resistir sino enfrentarlo con propuestas y la sabiduría ancestral.
Nota: La mejor muestra de cómo el neoliberalismo quiere apropiarse hasta del suspiro de quienes han aportado desde otras miradas, es como el derechista partido Centro Democrático se quedó con los derechos del nombre de la revista Alternativa, para ponerla a su servicio, claro está.
Gabriel García Márquez, paz en su tumba.
* El Espectador
@fabicalvoocampo
Síguenos en Facebook: LoQueSomos Twitter@LQSomos Telegram: LoQueSomosWeb Instagram: LoQueSomos